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viernes, octubre 4, 2024

El senador acosador

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Noroña confesó en su video más reciente algo que sonroja:

Dice que, durante la toma de protesta de Claudia Sheinbaum, cerró por un momento los ojos y se imaginó que en 2030 él estaría en el mismo lugar —y con la misma gente— rindiendo protesta como presidente de México.

Y es que, en ese momento histórico en San Lázaro, estaban junto a él el expresidente López Obrador y la presidenta Claudia Sheinbaum.

Según su confesión: los tres líderes históricos de la Cuarta Transformación.

¿Cómo es que se puede perder el piso tan rápido?

Sencillo: dale el poder a un tonto y perderá la cabeza.

Desde que su chantaje le funcionó y le abrió las puertas de la Presidencia de la Mesa Directiva del Senado, Noroña se siente Churchill en la Cámara de los Comunes.

Su protagonismo, cuentan, ya tiene harto a Adán Augusto López Hernández, coordinador de la bancada de Morena, a quien ha llamado al orden desde la tribuna.

¿Pero qué sería del humorismo mexicano sin Noroña, Sergio Mayer o el güero Velasco?

Durante la ceremonia de cambio de mando quedó en claro que López Obrador no tolera a Noroña, quien, en su lambisconería infinita, jura que el “compañero presidente” es el mejor presidente en la historia del mundo.

El senador se desvivió con AMLO.

De entrada, cual solícita edecán, le acomodó la banda presidencial al expresidente, al tiempo que le decía que era un honor estar con Obrador.

Una vez sentado, y AMLO mirando al horizonte —como Nelson llegando a Trafalgar—, Noroña no dejaba de verlo y sonreír cortesanamente.

Si en ese momento le hubiera dicho “Noroña, límpiame los zapatos”, el presidente del Senado lo habría hecho con gusto.

Y con la lengua.

Desde su disfraz de Evo Morales, se pavoneó durante toda la ceremonia, y miró con desdén y aire de superioridad a todos los ahí presentes.

Una vez en su casa, metido en la grabación de su video, se la pasó elogiando a Claudia y al “compañero presidente”.

Primero a uno, después a la otra.

Siempre en ese orden.

Y entrecerraba los ojos para narrar su experiencia ante la Historia.

Luego, en un arranque de sinceridad, admitió que ese solo acto valía todo el año de la Presidencia del Senado.

Vino entonces la confesión, con música de Ray Conniff, de cómo se veía en el futuro cercano rindiendo protesta como presidente de México.

¿Se imagina el hipócrita lector ese momento?

¡Qué Sergio Mayer lo redima!

 

Nacho y Adán: el abrazo al presidente. Desde sus lugares en San Lázaro, Nacho Mier le dijo a Adán Augusto que por qué no iban a saludar al presidente, quien se encontraba enfrentando las miradas coquetas del acosador Noroña.

Así lo hicieron.

Nacho vio a Andrés Manuel con mirada de ensueño —con música de Paul Mauriat— y procedió a susurrarle: “Le regresaste al pueblo de México el amor que tanto se merece, presidente”.

La respuesta fue lacónica: “Ah. Okei. Va”.

El gesto quedará grabado porque durante dos momentos anteriores ese amor no le fue correspondido a Nacho.

Primero, en el proceso interno de Morena para elegir candidato a la gubernatura de Puebla.

Luego, en la decisión final para elegir presidente de la Mesa Directiva del Senado.

Alejandro Armenta y Noroña, en ese orden, lo rebasaron con la anuencia presidencial.

Hoy por hoy, desde su escaño en el Senado, a la izquierda de Adán Augusto, Nacho Mier —en el mejor estilo de Noroña— entrecierra los ojos pensando —¡ay!— en lo que pudo ser y no fue.

 

 

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