Los misterios de la vida suelen descifrarse en el acontecimiento de lo improbable.
Esa improbabilidad, únicamente se asoma a su realización, cuando la consagración de una intención es absoluta.
El sueño empieza a ser posible cuando se camina hacia él, sin la inquietante sensación de saberlo lejos de alcanzar. Semejante a la “utopía” que describe Eduardo Galeano: “Aquella que cuanto te acercas diez pasos, se aleja 10 más”.
El pasado 23 de septiembre, en el marco de la colocación del bando solemne, el gobernador electo Alejandro Armenta dio un discurso significativo sobre el cauce que dará forma a su ideal de gobierno.
Mismo que deberá verse reflejado en el acto de sus
colaboradores y en la consumación de intenciones
administrativas: en las políticas públicas.
El discurso pronunciado en la entrada de Casa
Aguayo tuvo por eje narrativo “los sueños”, los sueños del gobernador electo para con Puebla y en función al rol que la historia ha enmarcado para él.
¿Cuándo fueron sembrados esos sueños que hoy son cultivados?
La participación política del gobernador Armenta data del año 1990; aunque acorde a su viva voz, fue hace 10 años que empezaron a cocinarse
internamente, los anhelos de poder representar en
la mayor responsabilidad a Puebla: la posibilidad
de ser gobernador.
¿Cómo germinan esos sueños que ante los diversos contextos resultan francamente improbables?
No es muy distinta la circunstancia de un niño
que nace en Tepetitán, Macuspana, Tabasco, a
aquel nacido en Acatzingo, y que desarrolla su juventud en Izúcar de Matamoros. El recorrido de tránsito hacia lo improbable viene siempre acompañado de vicisitudes e incidentes nunca predecibles.
Así es la ruta política, una caja de sorpresas, latente incertidumbre.
En el mantra maquiavélico dos son los elementos
esenciales: fortuna y virtud. ¿Cuál es la virtud necesaria para llegar desde Macuspana o Acatzingo a los anhelados puertos?
Es una fundamentalmente: la política popular (el pueblo a pueblo).
Solamente así es entendible que se ungiera —en primer momento como candidato de Morena— como gobernador de Puebla, Alejandro Armenta.
Entregando su tiempo, pensamiento, aptitud y pasión a una intención; o como él lo llama: en la consagración.
La consagración es la entrega total de la voluntad a la realización del hecho. Citando la novela Demian de Herman Hesse: “Si un ser humano concentra toda su atención y voluntad en una cosa determinada; la consigue. Ese es todo el misterio”.
¿Qué sigue después de lograr el anhelo? ¿Qué sigue después de conseguir lo improbable?
Acorde al gobernador Armenta sigue pensar en grande: soñar en colectivo.
Materializar los sueños de las y los poblanos; fundamentados en el renacimiento del nacionalismo y del sentido de la soberanía. Donde México y Puebla son primero.
Es Alejandro Armenta el gobernador que ejercerá
más poder en la historia de la Puebla contemporánea: un partido hegemónico —basado en la simpatía popular— así como la mayoría legislativa y gran
parte de los gobiernos municipales son emanados de su partido.
¿Cuál es su respuesta sobre este inagotable poder?
La misma que ha postulado el “gigante histórico” que inició su ruta en las improbables aguas de Macuspana: “El poder sólo tiene sentido, y se convierte en virtud, cuando se pone al servicio de los demás”.