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sábado, septiembre 21, 2024

¿A qué juega Jorge Romero en Puebla?

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Tras conocerse la decisión de Jorge Romero Herrera, el candidato a dirigente nacional del oficialismo panista, de integrar a Eduardo Rivera Pérez a su planilla, subí un hilo en X (antes Twitter) en el que reflexionaba sobre los alcances de esa maniobra.

Esto escribí: “¿Qué implica la inclusión de @eduardorivera01 en la planilla de @JorgeRoHe? Que el grupo de @MarkoCortes dejará al exedil que
siga destruyendo al @PANPuebla2124. Así que los
panistas poblanos deben hacerse a la idea que les
esperan tres años más de sectarismo bananero.

“La inclusión de @eduardorivera01 no responde
a su liderazgo político sino a que #Puebla es el tercer padrón más grande de militantes panistas del país. Ese padrón no fue armado por el exedil sino
que lo heredó del morenovallismo. El empleado del
Yunque es solo un padronero.

“A cambio de que @eduardorivera01 sea el mapache que les opere en la elección interna, @JorgeRoHe y @MarkoCortes dejarán a Lalito Destructor
del @PANPuebla2124 que haga lo que quiera. Eso es ya lo dice todo: Marko y el Yunque van por el cascajo que quedó de la masacre electoral.

“Por cierto, entre quienes festejan la inclusión de
@eduardorivera01están los medios y columnistas
que financió el @PueblaAyto. Los mismos que en
campaña apoyaban al yunquista como a @armentapuebla_ en un plan mercenario”.

Hasta ahí el hilo que publiqué.

De inmediato recibí diferentes opiniones de panistas y gente conocedora de los entramados de Acción Nacional que me ofrecieron otro panorama
totalmente diferente y que me parece muy oportuno desgranar.

A pesar de que las focas aplaudidoras de Eduardo Rivera casi casi lo vendieron como un prócer por ser incorporado en la planilla de Jorge Romero, se
les olvidó mencionar que el delfín de Marko Cortés
Mendoza incluyó a todos los candidatos perdedores
a de las gubernaturas que estuvieron en juego el pasado 2 de junio, por lo que no hay ninguna muestra de poderío o influencia del oriundo de Toluca. Es un acuerdo general.

Incluso, al formar parte del equipo que busca la
dirigencia nacional, Eduardo Rivera queda descartado para buscar la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN en Puebla, además de que tendrá
que salir de la entidad poblana para entrar a una
dinámica nacional como corresponde.

Antes del anuncio, el exedil estaba metido de
lleno a hacer giras en el interior del estado, todo
patrocinado con las prerrogativas partidistas. (Ya
sabe, el yunquista solo sabe vivir del dinero público). Eso provocó un airado reclamo del diputado local Rafael Micalco Méndez, quien llamó a la dirigente Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández a que dejara “de promover a su candidato con recursos del partido, no solo económicos, sino utilizando personal, secretarios e investidura del actual Comité Directivo Estatal, pues nunca en la historia
del PAN en Puebla o a nivel nacional se había dado
una declaración de esta naturaleza, en la cual la
presidenta del partido destapa pública e indebidamente su candidato a sucederla y mucho menos que el Comité Estatal en turno se pusiera a hacer
campaña por el candidato de la presidenta estatal para sucederla dicho cargo”.

La decisión de Rivera Pérez de apuntarse para
la dirigencia pasó por varios momentos. No era su
idea original, sino que fue sembrada por la actual
presidenta estatal, pero el panista consideró que la
mejor opción sería que uno de los suyos quedara
al frente del partido y desde ahí le cuidara las espaldas. Fue entonces que promovió a su socio comercial y el velador más caro del Ayuntamiento de
Puebla, Adán Domínguez Sánchez.

Sin embargo, el proyecto del velador no prendió y hasta generó una rebelión al interior de su propio equipo y entre sus antiguos aliados.

Eso llevó a que su grupo político entrara en una espiral de desgaste, guerras a muerte y peleas personales. (Adán versus Marcos Castro Martínez y Bernardo Arrubarrena. Augusta versus Marcos, etcétera).

Ante esa situación, Eduardo Rivera personalmente tuvo que salir a recorrer el estado los fines de semana —algo que nunca le interesó cuando fue
alcalde— para que la situación no se saliera de control. No es que haya querido iniciar las giras, se vio obligado a hacerlo y tomar la batuta.

Así se mantenía la dinámica panista hasta que
Jorge Romero incluyó al yunquista en su planilla.

Esta decisión significó el retiro definitivo de Rivera
Pérez de la contienda local, pero también es el pistoletazo de salida para un mayor debilitamiento de los riveristas y, sobre todo, si insisten en quedarse
con la dirigencia estatal se consolidará la percepción del agandalle, sectarismo y el “todas mías”.

Lo peor de todo es que Adán Domínguez nuevamente se reincorpora a la contienda interna, pero una vez que se haga oficial su participación cuando
salga del Ayuntamiento de Puebla, habrá una nueva revuelta del panismo y esa podría ser la estocada final que obligue al sectario Rivera
Pérez a no comerse el pastel solo.

Bajo esta premisa, los antiguos aliados
del exedil como Mario Riestra Piña y Edmundo Tlatehui, así como sus opositores Rafael Micalco Méndez, Mónica Rodríguez Della Vecchia y
Genoveva Huerta Villegas tienen una nueva oportunidad para dejar los egos a un lado y encontrar puntos en común que les permita crear un frente e
ir a la unidos a la guerra. Una especie de Todos Unidos contra Lalito Destructor del PAN.

Si este no fuera el escenario, es decir, que Jorge
Romero pactó con Eduardo Rivera dejarlo convertirse en el Varguitas panista de Puebla, los opositores y antiguos aliados deberán decidir si van o no
contra el candidato oficialista Jorge Romero. Honestamente no creo que nadie lo haga.

Por eso es que hoy cobra mayor fuerza la pregunta: ¿A qué juega Jorge Romero en Puebla?

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