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jueves, septiembre 19, 2024

El “ser” institucional

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La institucionalidad política, en el sentido de la administración pública, es un eufemismo
de oportunismo al cual suelen apelar los burócratas ante el inminente fin de un periodo gubernamental (ya sea trienio o sexenio), en aras de mantener el reducido coto de poder —representado en un gafete oficial— que el burócrata promedio deber portar en el cuello (a veces con tedio, otras veces con orgullo).

Aquel gafete impregna al portador un aire de superioridad de casta, semejante a la estrellita —impuesta en la frente— de un destacado infante después de colorear sin salirse de los márgenes del dibujo.

“Yo soy institucional”, es una frase convertida
en mantra, utilizada con descaro por algunos
servidores públicos que ante las definiciones
electorales prevén riesgos por la posibilidad de
ser removidos de sus cargos. Esa metamorfosis
discursiva suele ser acompañada de un blofeo
equiparable al de cualquier campeón de póker.

Blofeo que se desarrolla en anécdotas creadas — en la sazón del momento— en las que se narra, ficcionalmente, que el gobernante electo compartió palmadas y brindis con el burócrata en cuestión, en una lejana y sombría juventud.

Ser institucional puede sintetizarse en el hecho
de atender sin discriminación las indicaciones
del eventual jefe. Indicaciones extralimitadas a
las labores públicas; caer en el rito del “sí señor”
y “las horas que usted quiera que sean”. Reír a
carcajadas de los malos chistes y dotar de elogios
desproporcionados al superior jerárquico.

La institucionalidad es la defensa a ultranza
del estado de cosas. Aquellas formas del servicio público que suelen anteponer el servicio al servidor antes del servicio al ciudadano. Es la
ideología sistémica que embona a la perfección
dentro de la frase mexicanísima: vivir fuera del
presupuesto es vivir en el error.

La institucionalidad es la rebeldía burocrática
—la guerra de guerrillas— que impide a la administración pública ser un ejercicio popular. Es el coto de poder —infranqueable e invisible— que
no ha acompañado a los recientes ritmos y tiempos de la renovación pública. Es el elefante reumático que cita AMLO.

En la teoría se delimitan cuatro elementos básicos y generales por los que es constituido el Estado: posee un gobierno y a sus gobernados (pueblo); así como un territorio y las bases legales que dan vida al estado de derecho.

En términos prácticos ¿a quién gobierna el gobierno?

El gobierno gobierna a la burocracia.

Es la burocracia el vehículo para materializar
las formas y facultades que la administración
pública debe sustanciar para el beneficio de la
sociedad. Son los burócratas la punta de lanza
y la personificación de la acción de gobierno; así como del diseño y ejecución de las políticas públicas, que deben dar cuentas al interés colectivo.

Debe analizarse, en los parámetros planteados
institucionalmente por la Cuarta Transformación
—en las aspiraciones de consolidar un cambio de
régimen—, que estaría incompleta tal añoranza,
si la burocracia y los servidores públicos no caminan en el paso planteado por el gran proyecto de nación.

La experiencia de los primeros gobiernos
ejecutivos (federales, estatales y municipales)
emergidos de Morena ha expresado diáfanamente la necesidad de formar perfiles administrativos y capacitados en el manejo de lo público.

Para ejercer los cargos con identidad y convicción en lo que se ha delimitado como el ideal cuatroteísta.

De lo contrario, seguirá siendo indispensable
la importación de cuadros administrativos, que
han fungido históricamente en el orden del estado de cosas burocráticas, que Morena se ha planteado como utopía eliminar. Es decir, aunque un
siglado de Morena triunfé electoralmente, los
gobiernos se seguirán constituyendo y operando
burocráticamente por panistas y priistas.

Esa será la ruta eterna para que Morena siga
ganando gobiernos y los gobiernos sigan siendo
ejecutados por gente ajena al movimiento transformador. Y así, en nombre de Morena se cometan sustanciales desgobiernos.

De los creadores de “LOS FUNDADORES NO GANAN ENCUESTAS”, llega: “LOS FUNDADORES NO SABEN REDACTAR OFICIOS NI MEMORANDUMS”.

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