La inteligencia en el ejercicio de las responsabilidades de decidir colectivamente los asuntos que son de interés de todos, pasa por una integración
histórica. Es decir, no se inventa de la noche a la
mañana. No se crea por decreto de la autoridad.
No se genera a partir de la nada. Lo saben todos los líderes políticos, en toda la realidad mundial.
Cuando se habla de una nueva forma de decidir,
lo que es del interés o la importancia de todos, se
alude a una evolución de las maneras de hacerlo
antes. Hablar por lo tanto de una transformación
nacional, nos refiere necesariamente a un proceso y
a muchos procedimientos, todos colectivos, que no
parten de cero.
En eso ayudan las ciencias. La Dialéctica como
instrumento de la historia, el pensamiento y la organización social, nos previene que nada es totalmente nuevo. Tampoco sigue siendo lo de antes, y apenas, será lo de después.
Hemos avanzado estos seis años en la construcción de una nueva etapa en el desarrollo nacional.
Los líderes le han bautizado como Cuarta Transformación. Se refieren al consecutivo que nos toca, en las grandes transformaciones nacionales, a partir
de la Independencia, la Reforma, y la Revolución.
Así que nos hemos iniciado en la Cuarta Transformación que postula a un humanismo como base de las decisiones colectivas y mandato al gobierno. Su
principio principal es “primero los pobres” y motiva
una conducta ajena a los grandes vicios anteriores
de la corrupción y la impunidad.
Es un giro amplio en el establecimiento de las importancias y prioridades para todos los que vivimos en México y nos redirecciona a nuevas condiciones
en los procesos de organización política, para cambiar
los usos y costumbres en la producción y el consumo,
para inducir cambios reales en el bienestar social.
Y por supuesto que es una gran oportunidad para
corregir, pero sobre todo para evolucionar a una sociedad diferente, que, sin ser fatalistas, no puede romper con su pasado totalmente y tampoco, en el corto plazo
de seis años, podría construir el nuevo futuro.
Los cambios se van dando. La transformación
se irá manifestando en las ideas, las decisiones y
los hábitos de la vida cotidiana de los mexicanos
y mexicanas. Pero en todo proceso de transformación, el hilo conductor es la ideología.
Cierto se promueve una transformación en la forma de pensar, de percibir la realidad, de imaginar para construir la diferencia que se busca.
Pero no se parte de la nada ideológica. Al contrario, se revisa, para actualizarla y adaptarla a lo que queremos. Hablar de una transformación, después
de todo, no es una revolución ni violencia.
Así sin darnos cuenta estamos cambiando. Sin desesperaciones ni miedos debemos pensar diferente.
Pero por bien de todos, esto no se da en las rupturas
sociales, tampoco en la pasividad ni la contemplación.
En la evaluación de este primer tramo histórico
de la Cuarta Transformación, deshacernos de un
pensamiento heredado de los genes priistas, que
aún mueven las ideas de muchos de los líderes de
esta transformación, ha sido un buen esfuerzo.
Pero los genes se llevan y se llevarán, al menos, en
la primera generación de este nuevo pensamiento.
Aquí es donde deberíamos avanzar más rápido
para cambiar las reglas de la organización y las decisiones políticas, que, está visto, siguen siendo herencia priista. Mal necesario para algunos, inevitable para otros. Pero, el espíritu priista sigue adentro de la misma Cuarta Transformación. Sus modos de
operar, sus costumbres dictatoriales, monopolizadoras y enajenasteis, ahí están.
Hay que romper, en esta segunda etapa, las ataduras ideológicas y también olvidar las mañas de procesos que aún, están gestados en esa herencia o
legado, que, no puede ser del todo malo. Gobernó
más de 70 años y un movimiento que piensa en lo
mismo, pues tiene que abrevar todavía un tiempo
más, en esas razones y decisiones que hicieron al
abuelo inteligente, todopoderoso y longevo.
Nadie en Morena puede decir que no piensan de repente en repetir la hazaña: 70 años gobernando a México.
