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jueves, noviembre 21, 2024

Gertz, el fiscal de la venganza

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Unos tienen el cargo soñado y hacen lo que se les pega la gana. 

Otros también, pero a ellos no los dejan ni opinar. 

El delirio es total. 

Por ejemplo, el fiscal Alejandro Gertz Manero, a sus 82 años, está en el puesto que soñó desde que nació. 

No tanto. Quizá desde que se recibió como abogado en la Escuela Libre de Derecho. 

Porque, ¿qué alumno egresado de la carrera de Derecho no soñó alguna vez con ser el abogado del Presidente? 

Y más: El abogado de la nación. 

A lo mejor Gertz Manero sintió que su sueño estaría más cerca de cumplirse cuando la perredista Rosario Robles Berlanga, entonces jefa de Gobierno del Distrito Federal –hoy inquilina del penal de Santa Martha Acatitla– lo puso al frente de la Secretaría de Seguridad de la capital del país. 

O cuando el panista (es un decir) Vicente Fox Quesada creó para Gertz Manero ese mismo cargo, pero a nivel federal.  

Seguro que entonces presintió que estaba a nada de convertirse en el abogado de la nación. 

Con lo que no contó es que su desempeño al frente de la Secretaría de Seguridad Pública fue tan mediocre que no fue considerado ni por el panista (ya no lo es) Felipe Calderón Hinojosa ni por el priísta Enrique Peña Nieto. 

De ahí volvió a la academia.  

Alguien, sabrá quién, lo llevó a ser el primer rector de la Universidad de las Américas, donde tejió una maravillosa red de complicidades con integrantes de la muy noble y respetada Fundación Mary Street Jenkins, que le permitieron encabezar a la institución y poco después convertirse en dueño de la franquicia en la Ciudad de México. 

Como dicen ahora de algún deportista que tiene una actuación destacada: el sueño se cumplió.  

Algún notable servicio hizo el abogado en esos años, que el primer presidente surgido de un partido de izquierda le encargó enterrar a la putrefacta Procuraduría General de la República, y abrir una era como primer Fiscal de la Nación. 

Del desprestigio de la PGR a la renovada Fiscalía sólo se puede decir hasta ahora que Gertz Manero no es el abogado de la Nación, lo es aún del presidente, pero sobre todo de sus intereses personalísimos a costa del erario. 

Dueño de una fortuna escandalosa, es coleccionista de casas, departamentos, coches de lujo y relojes. Aquí y en el extranjero, Gertz Manero se distrajo de sus tareas como funcionario público para encabezar un tema privado: la venganza contra la mujer y la hija de su hermano Federico. 

Y para ello ha sido brutalmente despiadado. A la esposa de su hermano, Laura Morán, de 94 años, la mandó a la cárcel, lo mismo que a su sobrina Alejandra Cuevas Morán, de 68, por considerar que fueron negligentes en el cuidado de su hermano, pese a que falleció a los 85 años en el ABC, uno de los mejores hospitales del país, con la atención y cuidados necesarios. 

A pesar de que Gertz Manero ha lanzado contra su familia política una feroz persecución para que ellas queden en prisión y él obtenga los bienes de su hermano, en el camino se ha tropezado con varias piedras. Una de ellas, cuando un juez federal invalidó la orden de aprehensión y el auto de formal prisión contra las acusadas, y ordenó reponer el procedimiento. 

Furibundo, el fiscal logró que la Corte atrajera los amparos de las dos mujeres a las que denunció penalmente hace siete años, en 2015.  

Alejandra Cuevas volvió a prisión. Donde lleva más de 500 días. 

La piedra mayor con la que se topó hasta ahora fue la filtración de sus conversaciones con Juan Ramos López, el fiscal de Control de Competencia, y su hombre de confianza desde que trabajaba con él en la Udlap.  

Así que el poderosísimo fiscal quedó al desnudo: no sólo quedó de manifiesto su tráfico de influencias y que abusa de su cargo, sino que busca influir en el fallo de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que deberán dictar sentencia esta semana. 

Que ésta sea la primera ocasión, al menos que se conozca de manera pública, que el abogado de la nación (es un decir) es espiado y exhibido cometiendo un delito pasó a segundo término cuando el Presidente le dio su aval, y culpó a los conservadores de una campaña de desprestigio contra su gobierno al ver amenazados sus intereses.  

Al parecer, al Presidente no le importa que el fiscal abuse de su autoridad en un tema particular, que cometa delitos, abra carpetas de investigación contra magistrados o familiares de estos y mucho menos que haya sido espiado en ajuste de cuentas interno, presuntamente encabezado por otro personaje de su círculo más cercano: Julio Scherer Ibarra, hasta hace poco el poderosísimo consejero jurídico de la Presidencia de la República. 

Que en esa trama haya un escandaloso asunto de corrupción entre funcionarios de su gobierno tampoco le importa; que la disputa familiar de Gertz Manero sirva para acabar con la escasísima reputación que le queda a la Suprema Corte de Justicia de la Nación no le interesa.  

Tampoco importa que el abogado de la nación no de resultados.  

Que los corruptos vivan impunes.  

Lo único que vale es que el fiscal de la venganza vuelva al redil y entienda de una vez que se la debe, que le salvó la cabeza. 

Ni Coppola ni Scorsese se perderían tan jugoso material para una de sus películas de mafiosos. 

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