Para nadie es desconocido que Televisa fue y ha seguido siendo una guarida de perversos.
El show bussiness paga mal antes de comenzar a pagar muy bien, previo endosamiento de las almas y las voluntades humanas.
Y es un círculo vicioso que no se detiene.
Generación tras generación, la industria del entretenimiento para las masas se ha utilizado como un gran negocio de trata disfrazado.
Y es que los sueños de gloria de muchas niños y jóvenes se encontraban –y se ubican aún– en una aparición en horario prime time.
Antes, el propulsor de fama se llamaba Siempre en Domingo.
Y el dedo de oro que marcaba el son de la fortuna era el de un patán caemebien que vejaba a sus invitados cuando así le apetecía: Raúl Velasco.
En tiempos de El Tigre Azcárraga los lobos andaban más sueltos que nunca.
Hambrientos, babeando por los pasillos de la televisora.
Lo que no se veía por fuera, y una vez que las estrellas salían a cuadro, es que la llamada Fábrica de sueños, era en el fondo una condensadora de pesadillas.
Fue una temporada en la que las mujeres aún no conseguían puestos respetables sin tener que pagar un precio altísimo por ellos, y la moneda de cambio estaba ubicada entre sus piernas.
No es que se abrieran paso a piernazos voluntariamente, la cosa es que estaban atrapadas entre las fauces de estas bestias, la conservación de su dignidad y la promesa de que “aún hay más”.
Habría más mientras se cuadraran; si no, ¡aire!
Eran unas por otras.
Pero en todos esos casos, las chicas que eran sometidas y roladas como un artículo de catálogo fueron y seguirán siendo víctimas de la circunstancia. Y tienen derecho a contar su historia.
Los grupos juveniles que comenzaron a salir y a pegar con todo en los charts radiofónicos y en las listas de los canales musicales eran manejados por un personaje con demasiadas sombras: Luis de Llano.
Sí, el mismo que en su rabiosa juventud armó junto con otros camaradas el festival de Avándaro, inspirado por la magia de Woodstock.
El rocanrol salva vidas, pero se lleva al despeñadero a muchísimas más.
¿En qué momento Luis de Llano se convirtió en un sátiro?
Cuando tuvo poder.
Cuando se autoproclamó –a discreción y tácitamente– como el padrote mayor; el surtidor de grupos de música sin música. De música enlatada.
Simplemente el rocanrol se le murió y se percató que la imagen deja mucha más plata que el talento.
De eso hablamos cuando hablamos (hoy) de Sasha Sokol, y sus encendidos tuits en donde denuncia el abuso de Luis de Llano.
“Se metió en mi cama cuando yo tenía 14 años en vez de cuidarme”.
El tipo tenía en ese tiempo 39.
Y todos sabían del romance y nadie se escandalizaba.
Porque “era lo que se usaba”, el pasaporte al cielo del canal de las estrellas.
Pero ojo: el productor siempre utilizó el cinismo para curarse en salud.
La táctica infalible de mentir con la verdad.
Y la vez que más se puso en evidencia y la gente alienada le siguió el juego como a cualquier líder carismático; fue cuando bautizó una banda juvenil como Muñecos de Papel, en el que reclutó a quien se convertiría décadas más tarde en primera dama de México (Angélica Rivero), a Ricky Martín y a la propia Sasha… en su temporada más gruesa de adicción.
Un día tenía que exorcizarse, que vomitar.
Y ese día fue el pasado 8 de marzo al final de la jornada, en plena conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
La cloaca siempre estuvo ahí, expuesta, hedionda.
Ahora que está abierta: ¡que salga toda la mierda!