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domingo, noviembre 24, 2024

Pienso, hablo, publico

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Desde hace unos años, el 12 de marzo se ha designado como Día Mundial Contra la Censura en Internet por iniciativa de Reporteros Sin Fronteras, con el fin de asegurar el libre flujo y fácil acceso a la información para los usuarios de los dispositivos interconectados.  

Si bien, la red está ligada a la idea de la Cuarta Revolución Industrial y generó desde sus inicios altas expectativas no sólo en términos de productividad, sino de democratización del conocimiento y reducción de brechas; lo cierto es que algunos países mantienen el control y aplican restricciones para el uso de internet, lo cual justifica la fecha. 

Cierto también es que, en muchos otros lugares, la sensación de absoluta libertad de expresión (aparente anonimato y total irresponsabilidad) ha contribuido a que en las redes sociales se multipliquen las mentiras, más conocidas como fake news, y no pocas publicaciones malintencionadas o cargadas de odio. Esto, lejos de ser el espacio para la creatividad y la colaboración que alguna vez fue, es un argumento más para el control. 

¿Quién no conoce, en redes sociales, algún caso de cuentas que han sido suspendidas por incitar al odio o compartir contenido inapropiado? ¿Quién no conoce el caso de alguien a quien le han eliminado una publicación por infringir las normas comunitarias? Sin entrar en el tema de la necesaria cultura de ciberseguridad y los sesgos de los algoritmos, es claro que la frontera entre la regulación y la censura es tan sutil como la frontera entre el abuso y la libertad de expresión.  

Para un acceso y un uso responsable de las Tecnologías de la Información y la Comunicación la alternativa quizá sea la formación de una ciudadanía digital. 

Y en este sentido, el libro de Carlotta Cubeddu y Federico Taddia, Pienso Hablo Publico. Por una comunicación no hostil, editado por Siruela (2021), abona a la educación para una ciudadanía del siglo XXI. Dirigido a los adolescentes (aunque muy útil para los adultos que usan los dispositivos inteligentes con aires adolescentes), parte de que la comunicación –tanto on line como off line– es ante todo una relación.  

Puesto que subir contenido a la red es un acto comunicativo, es importante reconocer que implica y moviliza sentimientos, el autoconocimiento y la identidad, así como mensajes que adoptan una forma lingüística o multimedia, mensajes que tienen una intención, mensajes que son interpretados, mensajes que generan expectativas, mensajes con consecuencias, mensajes que se concatenan, mensajes que construyen sentido y relación, mensajes que hacen cosas… 

El libro está estructurado siguiendo el Manifiesto de la comunicación no hostil de Parole O_Stili, una organización no gubernamental italiana, y comprende 10 capítulos, a saber: 

  1. Lo virtual es real. 
  2. Se es lo que se comunica. 
  3. Las palabras dan forma al pensamiento. 
  4. Antes de hablar hace falta escuchar. 
  5. Las palabras son un puente. 
  6. Las palabras tienen consecuencias. 
  7. Compartir es una responsabilidad. 
  8. Las ideas se pueden discutir. Las personas se deben respetar. 
  9. Los insultos no son argumentos. 
  10. También el silencio comunica. 

Cada capítulo, intitulado por una máxima de este decálogo, inicia con un relato gráfico, a la manera de las tiras cómicas, y una breve introducción en la que se recuerda que internet permite experimentar diversas identidades, que somos sujetos y objetos de comunicación, que lo que se publica nos caracteriza, que al comunicar es importante entender a los demás, que los mensajes vinculan o desconectan, que deseado o no lo que se publica provoca un efecto, que el respeto es fundamental.  

A fin de provocar la reflexión, después de la introducción los autores interpelan al lector con una serie de cuestionamientos o preguntas detonadoras: ¿cuándo nace la confianza en alguien? ¿Por qué tener menos “me gusta” influye en mi humor? ¿Escribimos sólo para impresionar? ¿Se puede aceptar cualquier acción, siempre se haga con buena intención? ¿Se puede vivir sin posicionarse? ¿Por qué se discute en las redes sociales? 

Con estas y otras ideas en la mente, el lector avanza en la lectura mediante casos breves que le permiten situarse e identificar un problema, establecer relaciones y abordar un dilema, empatizar con los personajes y tomar decisiones. De este modo, las consideraciones éticas inherentes a la reflexión, impelen a la acción. 

Al cerrar el libro, queda claro que publicar contenidos en internet es un acto con pretensiones comunicativas y, por lo tanto, se trata de una acción compleja que moviliza distintas dimensiones del ser humano, que requiere del pensamiento, pero no se reduce a la mera circulación de ideas. Que expresarse es exponerse y por tanto requiere asumir riesgos y consecuencias. Que para no engancharse se requiere empatía y una perspectiva amplia. Y que “el silencio, las palabras y las acciones son tres elementos fundamentales capaces de definirte a los ojos de los demás y a tus propios ojos”. 

Sobra decir que el diseño editorial atrae y hace sentir el peso de las palabras, que la traducción de Ana Romeral mantiene el tono íntimo y confidente que pretenden los autores y que las ilustraciones de Gud incrementan el placer de la lectura. Un libro que vale lo que cuesta. O más. 

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