El fin de semana acabé Fulgor de Alma Mancilla (Saltodepágina, 2022), una novela cuya protagonista, Eva, renta una cabaña en las faldas de un volcán de México con el fin de hacer una investigación de los usos y costumbres del pueblo y poderse graduar como antropóloga.
A este libro llegué prácticamente a ciegas, lo compré con descuento y porque la palabra Fulgor se me hizo bellísima. No leí la contraportada sino hasta el final, a veces hago eso con los libros, los compro por su portada, por el título, el precio o el autor y dejo que la historia me sorprenda.
Con las primeras páginas supe que me estaba adentrando a un mundo a la Mariana Enríquez y que Fulgor bien podría ser primo hermano de Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019) por lo sobrenatural, oscuro y en ocasiones terrorífico de su narración.
Mancilla logra mantener la tensión en el lector por la manera excepcional en la que construye sus atmósferas: una cabaña vieja, un cuadro que cambia con los días, mujeres blancas en carreta, un joven albino, lechuzas y el silencio del pueblo.
El mito de las brujas se combina con la desolación de un pueblo, su religiosidad y las alucinaciones de la protagonista quien está bajo tratamiento psiquiátrico. No hay villanos, tampoco es la lucha del bien y el mal, se trata de universos paralelos y toma de decisiones.
Se trata de un libro donde lo que destaca es el lenguaje y no la historia. La capacidad de la autora de narrar con belleza el horror acaba por dejar en tercer plano la veracidad de los acontecimientos o el cierre de algunos hilos que se dejan al aire.
Fulgor es una novela pequeña, disfrutable para un fin de semana o varios si son como yo que necesita dosis de miedo a cuenta gotas.
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