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sábado, noviembre 23, 2024

Nuestros amigos muertos

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Vi la serie Nadie nos va a extrañar, en Amazon Prime; un retrato bastante ligero y tierno de nuestra adolescencia en los años noventa. Es refrescante entre la mar de series buchonas y realities pendejos y vulgares.

Más que una genialidad (no lo es), es un ejercicio nostálgico. La música es… la música de los noventa mexicanos: el rockcito sin mucho coco que escuchábamos en la secundaria.

Como buen ejercicio de memoria, la historia atrajo a mi mente las primeras muertes que se viven.

Casi todos tenemos cerca algún pasaje en el que uno de nuestros compañeros murió por accidente, enfermedad o suicidio.

En mi caso recordé con mucha terneza las dos muertes que más marcaron mi juventud: Dante y Marco. Dos compañeros chipileños que se fueron muy prematuramente, ambos en situaciones bastante trágicas.

El estómago se me hizo nudo al recrear los momentos cuando los maestros nos comunicaron las noticias.

La muerte, por estadística y “condición natural”, debería alcanzar primero a los cuerpos viejos.

Ver morir a un niño (es lo que fuimos) es una situación muy extraña, difícil de asimilar como padres, claro, pero también como compañeros.

Pero se supera. La vida tuvo que seguir, y acá seguimos los demás.

Una serie rosa me lleva de pronto a pensar en una frase del gran Montaigne: “aquel que ha vivido un día y el que ha vivido viendo años, ha vivido, ya, TODA su vida”.

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