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viernes, noviembre 22, 2024

Aquí también se habla del odio

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En una de las escenas más memorable de House of Cards, Francis Underwood —Kevin Spacey, antes de su muerte civil— habla en una iglesia de su pueblo de un tema brutal: el odio.

No puedo evitar citarlo:

“¿Saben de que no habla nadie? Del odio. Yo sé todo sobre el odio. Comienza en el estómago, en lo profundo de él, donde se revuelve y se agita. Luego se eleva. El odio se eleva, rápido y volcánico. Hace erupción caliente en el aliento. Los ojos se dilatan con fuego”.

Tras su homilía, habla de su padre muerto.

Fiel a su naturaleza, finge que lo amaba y lo admiraba.

El público lo escucha embelesado.

Al terminar, sale de la iglesia, va a la tumba de su padre y suelta una meada brutal sobre ésta.

La meada más grande del mundo.

Regreso al tema.

El odio se apoderó de todos durante las campañas más largas de la historia mexicana.

Muchos candidatos vomitaron odio.

Muchas columnas periodísticas lo reprodujeron.

El odio contaminó las redes.

El odio nacido en las entrañas se adueñó de la discusión pública.

El 2 de junio, floreció de nuevo en los estómagos de los perdedores —candidatos y columnistas adictos—, y se revolvió y se agitó.

Luego —fiel al espíritu Underwood— se elevó, rápido y volcánico.

E hizo erupción caliente.

El odio no se ha ido del todo.

Está todavía por todos lados.

Sólo los ganadores han logrado superarlo.

Y es que —otra vez Underwood—:

“Sólo hay una regla: cazar o ser cazado”.

Son las dos sopas que hay en el menú.

 

 

Palabras felices para un amigo. Don Pepe Hanan, padre de Pepe y de Willy, está hecho de un material fuera de circulación.

Podría decir que tiene la naturaleza de un roble, pero ése es un lugar común.

Por la misma razón desecho que su corazón está hecho de acero.

No.

Don Pepe Hanan está hecho de un enorme amor por la vida, por su familia y por el día a día.

Por eso resistió como pocos el embate de un sacudimiento denominado infarto.

(Hay quienes lo describen como un latigazo en el desierto del alma).

Y con sus credenciales amatorias lo enfrentó.

Hace unos días, después de una batalla cuerpo a cuerpo, don Pepe regresó con la sonrisa de siempre y esa vitalidad que lo mantiene vivo.

Bienvenido a bordo de nuevo, querido don Pepe.

Los Hanan no son lo mismo sin usted.

 

 

En memoria de don Carlos Navarro. No fuimos amigos, aunque llegamos a conversar.

Sé que era un hombre inteligente y tenaz: un hombre inteligente.

Disentimos, por supuesto, en todos estos años.

Sin embargo, en los momentos más complicados no dudamos en saludarnos.

Aunque fuera de lejos.

Descanse en paz el diputado Carlos Navarro.

Y un abrazo desde aquí a su hija Nadia.

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