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viernes, noviembre 22, 2024

La expresidenta y la exdelegada: mentiras paralelas

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Qué lejos está del cielo donde ha nacido la expresidenta Claudia Rivera Vivanco. 

En una reciente competencia internacional de autos —¿Fórmula 1, acaso?—, nuestro personaje presumió con una copa de champaña en las manos que ella, y no otra (ni otro —ni otre—), era la representante del presidente López Obrador en Puebla. 

(Y hubo quien se la creyó). 

Eso significaba que todo lo que tuviera que ver con el presidente en Puebla tendría que pasar por su hermoso y carísimo penthhouse con vista a los volcanes. 

Pronto se vio que lo que decía eran mentiras. 

El colmo fue que el domingo, en un acto de la reforma eléctrica en el que la nota fue que una senadora cayó de bruces, Claudia no fue convocada a integrar un presidium lleno de pipitilla del tipo de Natale (Juan Carlos), Carvajal (Alejandro) y Natale (Marco Antonio). 

Eso ya es el colmo. 

Y qué colmo. 

Los mentirosos de siempre. Los manuales de política dicen que un buen político es el que sabe mentir. 

Entre más mentiras dice el buen político, dicen los manuales, mejor político será. 

El político completo es un actor shakespeareano: hace a Hamlet con el estómago vacío, y al finalizar la obra se atasca con un cochinillo a la Rey Juan Carlos. 

La política es mentira. 

Nos queda claro. 

Los políticos, casi todos, son como Manuel Bartlett: callan, obedecen, actúan, callan, obedecen, actúan. 

¿Cuántos años lleva don Manuel haciendo el papel del loco que se pregunta ser o no ser, y se responde Dis is di kuestion? 

Que un político profesional mienta, no es noticia. 

Es raro que eso no suceda. 

En los tiempos del PRIAN, cuando cierta política exmorenista manejaba un programa social ya desaparecido —Prospera—, era normal que el presidente Peña Nieto pidiera un encuentro a solas —con ella— en una habitación muy especial cada vez que tocara Puebla. 

Y el encuentro se daba. 

Faltaba más. 

Y el marido de la doña lo sabía. 

Faltaba menos. 

Y todos terminaban riendo a carcajadas. 

¿Dónde está la parte de la actuación? 

En que dicho personaje hoy ya pasó por la 4T sin hostia que la calme. 

Y se siente pura y media. 

Los no políticos del movimiento pro-Udlap salen a las calles y a las redes a defender su verdad. 

Y esa verdad está contaminada de mentiras. 

Pero ellos insisten. 

Hablan de los contrarios como espurios. 

Los denigran, los escupen, los defenestran. 

Pero, en la oscuridad del sótano, hacen pactos con ellos. 

Y hasta uno que otro oral hay en la trama. 

Luego reconocen que muy amables son los señorones. 

Unos son puros. 

Otros son espurios. 

El hipócrita lector sea quien decida. 

 

Futbol y Política. Qué sorpresa me dio mi querido Pepe Hanan al invitarme a su programa En Línea Deportiva de este lunes. 

Ahí estaba un brillante equipo integrado, entre otros, por mis también queridos Ricardo Hernández Esparza y Anuar Abdala. 

Y qué decir de mi entrañable Chelís. 

A lo largo de una hora desentrañamos cosas brutales del futbol ante un público brutal: el que han venido construyendo en este programa desde hace muchos años. 

Pero lo inédito, lo especial, vino cuando le pregunté a Chelís sobre su participación reciente en la política electoral. 

Su respuesta, sí, me dejó mudo. 

Y es que confesó que lo habían engañado. 

Y más: que lo habían engañado los enemigos de quien le tendió la mano. 

Es decir: de un verdadero amigo suyo. 

Lo engañaron casi en su nombre. 

Y lo marearon. 

Y lo llevaron a unas antípodas poco agradables. 

—¿De qué te arrepientes, Chelís?, le pregunté. 

—De haber leído mal esa historia, y de sumarme, de una forma estúpida, a los enemigos de mi amigo. 

—¿Leíste mal? 

—Leí terrible. 

—¿Y te arrepientes? 

—¡Como no te lo puedes imaginar! 

Suena brutal. 

Pero así me lo dijo.  

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