En mi columna anterior reflexioné sobre la doble responsabilidad que asignó el gobernador de Puebla, Sergio Salomón, a los perfiles que recién se integraron a Morena y resultaron electos a un cargo de representación popular.
Este dicho me pareció muy oportuno, pues esa doble responsabilidad implica en primer momento un ejercicio introspectivo como movimiento político, no solo para neomorenistas, sino también para morenistas que tienen toda una trayectoria previa a 2018.
Para estos últimos no solo hay doble responsabilidad, sino una inconmensurable tarea para ser competitivos electoralmente, construir perfiles con suficiente exposición mediática, solvencia moral e ideológica, así como realizar planteamientos atractivos para la sociedad: programas de gobierno y políticas públicas genuinamente progresistas.
Previamente, analicé de manera somera la trayectoria y antigüedad de los 16 diputados federales, de los cuáles solo 7 militan en Morena desde 2018, 3 desde 2021 y 4 son de fresca membresía.
Para el caso de las 30 diputaciones de Morena, de las 41 que hay en el Congreso local, la tarea es muy compleja, pues de las 26 candidaturas que se postularon solo 10 son militantes por lo menos desde 2018, especial y destacado caso el de Pavel Gaspar Ramírez, heredero de una lucha política que viene del Partido Comunista Mexicano. De las 4 diputaciones plurinominales cabe destacar que solo 3 cumplen esta característica. Es decir, de 30 diputados, solo 13 son militantes cuando menos desde 2018.
De los actores que habrá que dar seguimiento que según sus declaraciones están dispuestos a impulsar una agenda progresista, destacan en orden alfabético: José Luis Figueroa, Nay Salvatory, Norma Pimentel, Roberto Zatarain y Xel Arianna.
Estos actores serán responsables de impulsar, por ejemplo, la privatización del agua en el municipio, legalizar y garantizar la interrupción del embarazo, impulsar una nueva Ley de Personas Desaparecidas, así como una Ley de Salud Mental, entre otras iniciativas.
