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jueves, noviembre 21, 2024

Puebla, la importancia de su cultura

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La Secretaría de Cultura de Puebla, fundada en 1985 como la primera de su tipo en México, ha sido un pilar fundamental en el desarrollo cultural del estado. Es imperativo explorar subrayar la relevancia de mantener la cultura como un eje rector en las políticas públicas. Un tren ligero a la ciudad de México. Llevo veinte años proponiendo esto que las mafias de transportes impidieron cuando Jiménez Morales lo intentó -incluso ingenieros japoneses vinieron a hacer estudios de factibilidad-, un AVE que lleve y traiga en media hora cambiaría para siempre la vida de nuestra urbe. 

Regionalización de iniciativas, oportunidades e inversión. Los más de doscientos municipios y más de seis mil comunidades de Puebla hacen difícil pensar en políticas públicas de gran alcance si se las piensa municipio por municipio. Hace falta estudiar con seriedad vocaciones regionales de la Mixteca, la Mixteca Baja, la Sierra Norte, la Sierra Negra. El centro desde Puebla a Tecamachalco. Vocaciones culturales, de artesanía, de posibles industrias, inversión y comunicación. 

Urge también un censo de oferta y consumo cultural que atienda prioridades y permita pensar qué se puede hacer según la zona del estado. Dejemos de improvisar y planear con el cuaderno sobre las piernas. Urge por eso censar, clasificar, medir, evaluar antes de pensar qué hacer. Seis años parece mucho y sin embargo es nada cuando se trata de pensar en alternativas duraderas al desarrollo y la sustentabilidad con la lucha contra el cambio climático en la mente siempre. La cultura es el hilo conductor que une el pasado con el futuro porque es lo único que nos explica en toda su dimensión las contradicciones de nuestro presente.  

Puebla tiene que apostar por las industrias culturales como prioridad. El sector terciario tiene que ser clave en el desarrollo próximo. Se ha trabajado recientemente –el caso uruguayo es un ejemplo destacado- sobre la perspectiva de que la cultura da trabajo, de que genera desarrollo. Para documentar este argumento se ha recurrido a los índices de PIB generado por la cultura –particularmente por la industria cultura- e incluso a estudios más sofisticados del sector. Sin apartarnos de la veracidad y contundencia de este aserto creemos que la cultura es mucho más que un simple vector de la economía (aunque sin duda uno mucho más importante que el que los propios economistas destacan): es lo que le da sentido a cualquier cifra o a cualquier diagnóstico.  

La cultura es un componente esencial en la construcción de identidad y cohesión social. Su impacto va más allá del entretenimiento o la expresión artística; la cultura es un catalizador de cambio social, educación y desarrollo humano. Hay que establecer un diálogo franco con los creadores, con los promotores culturales, con los cronistas y directores de casas de cultura y bibliotecas. Una red de servidores públicos enorme.  

La cultura tiene un papel único y no sustituible en la sociedad. A través de sus programas, la Secretaría de Cultura de Puebla ha promovido la preservación de tradiciones locales, el apoyo a artistas emergentes y la inclusión cultural. Estos esfuerzos no solo enriquecen la vida de los poblanos, sino que también posicionan al estado como un referente cultural a nivel nacional e internacional.  

Un poeta prehispánico, Ayocuan Cuetzpaltzin, de esta región trazó en algunos versos nuestra razón de ser: “¡Que permanezca la tierra!/¡Que estén de pie los montes! En Tepeaca, en Huejotzingo, en Cholula. Que se distribuyan flores de maíz, flores de cacao.”  En nuestro estado, en la época novohispana, se vivieron varias de las cimas de la cultura. Las Imprentas de la Puebla de los Ángeles y sus colegios y universidades rivalizaban con las de la capital y aún las superaban en cantidad y calidad. Era una Puebla culta, barroca, en la que su obispo, Juan de Palafox y Mendoza cifró también sus esperanzas utópicas: las de una Puebla mestiza que supiera vivir feliz todas sus patrias: la índigena, la criolla y, por supuesto, la mestiza que en su mezcla producía nuevas realidades. En 1649 se consagra su catedral, joya arquitectónica y espiritual. En la biblioteca que el obispo Palafox donó está contenida esa enorme cultura que en sus colegios, especialmente en los de San Pedro y San Pablo, era pan de todos los días. Otros monumentos arquitectónicos hacen de Puebla una de las más bellas ciudades coloniales de América Latina, lo que le permitió ser nombrada por la UNESCO en 1988, Patrimonio Cultural de la Humanidad. 

Puebla en el siglo XIX, también, fue escenario de acontecimientos históricos de valía. Aquí, el 5 de mayo de 1862 Ignacio Zaragoza, al mando de variados ejércitos y miles de soldados, entre los que destacaron nuestros indígenas zacapoaxtlas, defendió heroicamente la invasión francesa. Los poblanos, además, resistimos debido a esa invasión el sitio más largo que recuerde la historia, 62 días. No es gratuito, por ello, que en el legado que los poblanos de 1800 dejaron a sus hijos esté la capacidad de luchar sin sosiego por la libertad y la paz en un clima republicano de democracia y respeto. Somos, también, la Puebla de los pensadores, la de Gabino Barreda y el positivismo, la de Luis Cabrera y el constitucionalismo, la de Vicente Lombardo Toledano y la educación moderna. 

Quizá también por ello un grupo de poblanos encabezado por Aquiles Serdán, quien había leído al republicano Madero, inició en Puebla la Revolución Mexicana, el 18 de noviembre de 1910 en su casa, hoy museo, en el número 206 de la Calle 6 oriente. En esa calle las religiosas vendían sus dulces y hoy es conocida como el centro de nuestra repostería, Santa Clara. Puebla posee un enorme patrimonio gastronómico, de factura barroca. Nuestros platillos principales son los chiles en nogada y el mole poblano. El primero es un guiso histórico con el que la ciudad y sus conventos festejaron la entrada de Iturbide al mando del ejército trigarante el 2 de agosto de 1821, con una sorpresa cromática -tiene los tres colores de la bandera mexicana- mayor que ver impreso el Plan independentista de Iguala cuyo tiraje clandestino también se hizo en Puebla. El mole, por su lado, también fue invento de religiosas; la autora de la receta, sor Andrea de la Asunción, quien planeó el platillo -que mezcla más de seis tipos de chile y chocolate, dos productos típicamente prehispánicos- para el obispo de Puebla. 

En tiempos recientes, la violencia y la fragmentación social han aumentado en diversas regiones de México, incluyendo Puebla. En este contexto, la cultura emerge como una herramienta poderosa para la pacificación y la reconciliación. Programas culturales que promuevan el diálogo, la comprensión mutua y el respeto por la diversidad pueden ser fundamentales para construir una sociedad más justa y cohesionada. 

La cultura fomenta el pensamiento crítico, la empatía y la capacidad de resolver conflictos de manera no violenta. Iniciativas culturales pueden ofrecer espacios seguros para la expresión y el encuentro comunitario, contribuyendo a reducir la violencia y mejorar la calidad de vida. Además, al involucrar a diversos sectores de la población, la cultura puede ser un puente hacia la inclusión y la unidad social. 

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