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jueves, noviembre 21, 2024

La Tercera Voz 55

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Lunes:

El pie izquierdo era horrible. Ella trató de no mirarlo nunca porque su imaginación divagaba:

“No creo poder dormir entrepiernada con ese pie izquierdo de él” —pensaba Ella cuando él en actos supremos de domesticidad y familiaridad llegaba del trabajo, se quitaba los zapatos y permanecía descalzo.

Y aunque Ella se empeñaba obcecadamente en simplemente borrarlo: “el pie izquierdo no existe”, ahí estaba esa presencia amenazante que desdibujaba la imagen casi perfecta de K Mayúscula.

Y es que él era impecablemente pulcro. Cero malos olores, cero halitosis, cero oídos con asomos de cerilla, cero caspa. Pero. El pie izquierdo. ¡Uy! el pie izquierdo de él no tenía perdón. El pie izquierdo de él no tenía razón.

Pero existía. Existía a pesar de su “no razón” y su “no perdón”. Y era sólo el pie izquierdo porque el derecho era casi esculpido a mano por todos los Dioses, como todo él, como todo su SER, como toda su corporeidad. Pero el pie izquierdo era áspero y la uña del dedo gordo gritaba un hongo que la deformaba. ¿Pero de dónde, de dónde un hongo? Un hombre que tenía un esmero inigualable en el aseo y la limpieza. Y Ella que tiene esa extraña fascinación por los pies que es más bien una fijación, no podía pasar por alto ese pie izquierdo de la K Mayúscula que aullaba:

—Mírame bien, no soy perfecto. He aquí el pie con la huella del hongo en la uña, adquirido quién sabe dónde.

Pero el amor, ¡oh dulce engaño, oh delicioso artificio!, burundanga de todas las mitologías, hizo que Ella no mirara más que el pie derecho, el pie perfecto. Al otro pie simplemente lo mutiló de su relato imaginario, de esas historias tan de ella en las que Ella se reinventa y también se instala: “No hay tal hongo, no hay tal uña amarilla, no hay tal talón áspero como lija”. Él era sencillamente PER-FEC-TO. Ahora él sólo ES. Sin mayor adjetivo. Y con eso le basta a Ella. En el silencio de ambos siguen siendo, porque esta historia se construyó en la mirada y no en el alienado lenguaje. Y Ella se sabe alojada en esos ojos azules. Ahí late Ella brevemente en esa mirada azul de la K Mayúscula. Sí, se sabe ahí asentada. Porque nunca fueron verdes esos ojos. Son azules. Hay miradas que nunca mienten.

 

Martes:

Ella va a trotar en la tarde a la pista de atletismo de la universidad los 10 kilómetros de siempre. Trota a paso tortuga, pero trota. Hay un niño. Está sentado cerca de una de las porterías de la cancha de foot-ball. El niño juega con la arena. La coge con sus manos, la suelta sobre su cabello, sobre el cabello del niño. Hay una briza tibia, casi fresca acaso húmeda. Húmedo el cuerpo de Ella que trota. El niño insiste, coge nuevamente la arena, la deja caer al viento, sobre su cabeza. Ella trota. Cada vez que pasa cerca del niño la brisa lleva un poco de arena. La arena palpa el cuerpo de Ella que apenas suda, lo acaricia. La arena se ase a ese cuerpo. Es como un ensamble entre Ella y el niño por medio del suave aire que porta el polvo. Hay momentos, fragmentos del tiempo donde los seres se enlazan por siempre. El niño la mira a Ella pero no se distrae. Nuevamente deja caer la arena sobre su cabeza y así sucesivamente mientras Ella trota mientras la arena magrea su cuerpo mientras el niño coge la arena y la suelta a su pelo, a la brisa y toca todo el SER de ELLA. Mientras Ella trota pausadamente. Mientras. La vida se detiene.

 

Miércoles:

Ella pasa por los críos al colegio. El calor es insufrible. Los niños le piden a Ella que los deje jugar foot-ball otros 30 minutos en el jardín del colegio. Ella asiente: “Ni loca los paso encerrada en el carro bajo el sol”, así que va en busca de una paleta helada de tamarindo a la tiendita más cercana. Ve a un hombre caminar con un animal que parece un ternero en uno de los semáforos de Calzada Zavaleta.

Se aproxima Ella en el coche. Y lo ve. Sí. No es un ternero.

Es un perro Gran Danés. Y lo lleva atado a una correa el hombre-sin-rostro-y-sensibilidad-de-pato-de-plástico.

El Gran Danés es gris. Más gris es su dueño. Ella tiene esa habilidad de camuflajearse. Lo sigue despacito en el carro. Escucha que el dueño le dicta al perro:

—Chiquita contrólate.

¿Chiquita? —piensa Ella —¿Chiquita le llama a tamaño mastodonte?.

Sin palabras.

 

Jueves:

Ella recibe una llamada de la amiga Pelusita de la Notaría 20.

—Ella tengo mil cosas que contarte. San Miguel Allende es hermoso. Me he comido los mejores churros con chocolate de todo el mundo. Incluso mejores que los que venden en Martorell, España. Los comí en el Restaurant de Margarita Gralia. Ella, ¿si la vida te diera una segunda oportunidad para amar la tomarías?

—Tómala, no la pienses. Hay a quienes el amor no se asoma siquiera una primera oportunidad y hasta creen que viven. Lo único que nos rescata en la vida es el amor.

Apuéstale al amor. No la dejes pasar. TÓMALA. Entonces naces, te reinventas y vives.

—Te estoy preguntando a ti Ella. ¿Tú la tomarías?

Ella se sume en el mutismo. Pelusita insiste:

—Ella, el amor es una decisión, una acción.

Ella continúa atenta. Pelusita la toma por asalto con sus reflexiones y le hurta el habla invariablemente.

Fin de la conversación.

 

Viernes:

Una vez sentados en la mesa Ella mira al cielo raso. De ahí penden unas gordas de Rembrandt, exquisitas a los ojos.

Suspendidas están esas Diosas-Botero-Flotantes-Voluptuosas como parte de la decoración de la peña del Centro Cultural de la BUAP. Se devanean desnudas por todo el espacio. Muy sobrias ellas, todas casi ninfas. Allí debajo se reúne una mesa con amigos varios de San Cristóbal de las Casas, Alemania, Inglaterra, México DF, Vermont, Colombia y hasta de Ciudad Mendoza, Veracruz. Y no conversan porque simplemente no se escuchan, el volumen de la música es muy alto. Entonces se miran, brindan y se sonríen. Todos toman Margaritas. “Muy Fresitas” los margaritas.

La amiga F le pregunta a Ella:

—¿Tú eres musical?

—Mi cuerpo es musical, yo sólo silbo y canto.

La amiga F comenta:

—Yo toco la armónica y la mandolina.

La germana Zaskia tiene eso que llaman “encanto”.

Una dulzura en el rostro que hipnotiza a toda la mesa.

Es la sonrisa de la vida y el goce.

Fin de la reunión.

 

Sábado:

¿Qué saben los hombres de las complicidades femeninas? Nada saben, entonces especulan la mayoría de las veces con un tanto de mala leche de los encuentros entre de las amigas. La complicidad femenina se afinca precisamente en el silencio. En las historias que no se cuentan. En los dolores que esconden y callan. Pero los saben. Unas que otras saben e intuyen esos duelos. Y. Sin enunciarlos, en ellos, en los duelos, se hermanan y se hacen cómplices.

Ella improvisa invitar a Giraffe y a la más reciente adquisición afectiva de Ella, la amiga también británica F a comer a casa. Punto de encuentro: la casa del árbol. La amiga Giraffe llega equipada para cocinar. Las tres coinciden en esos escasos momentos de libertad sin los críos, el trabajo y algunas presencias masculinas amenazantes. Y allí están sentadas en el antecomedor atascadas de libertad, dueñas totalmente de sí, se pertenecen totalmente a ellas mismas. No hay nada. Sólo ellas. Con voluntad propia y hasta deseos propios.

Ellas con sus propias cathexis.

Giraffe prepara camarones acompañados de verduras saltedas en aceite: pimiento rojo, verde y cebolla morada. Ella es alérgica a los mariscos y el pimiento es un atentado a la digestión, tiene una enzima que el estómago de Ella no asimila. Así que Ella sólo come arroz integral y ensalada; espinacas, kiwi, arándanos, nueces de la India. Las embriaga un halo de magia. Las tres están hermosas. Frescas. Serenas. Hablan de un libro. El libro se intitula. Brindan con agua de guayaba con gengibre. F expresa que la tesis del libro se centra en fijar un objetivo o meta y aproximarse a este enfocándose en lo que se tiene, sacando brillo de algunas fortalezas. Ella la escucha.

F saca de su bolsa un disco. Se llama “Ladies of Jazz”, lo coloca en el estéreo, Sarah Voughman entona My Favorite Things:

And whiskers on kittens
Bright copper kettles
And warm woolen mittens
Brown paper packages
Tied up with strings
These are a few
Of my favorite things
Cream colored ponies
And crisp apple streudeles

Doorbells and sleigh bells
And schnitzel with noodles
Wild geese that fly
With the moon
On their wings

These are a few
Of my favorite things
Girls in white dresses
With blue satin sashes
Snowflakes that stay
On my nose and eyelashes
Silver white winters
That melt into springs

These are a few
Of my favorite things
When the dog bites
When the bee stings
When I’m feeling sad

I simply remember
My favorite things
And then I
Don’t feel so bad
Raindrops on roses
And whiskers on kittens
Bright copper kettles
And warm woolen mittens
Brown paper packages
Tied up with strings

These are a few
Of my favorite things
Girls in white dresses
With blue satin sashes
Snowflakes that stay
On my nose and eyelashes
Silver white winters
That melt into springs

These are a few
Of my favorite things
When the dog bites
When the bee stings
When I’m feeling sad

I simply remember
My favorite things
I simply remember
My favorite things
And then I
Don’t feel so bad

 

Domingo:

Ella va con los críos a nadar a la alberca. Va también la amiga F con Dylan y el pequeño Rowan.

—Tómame solecito —piensa ella mientras se entrega TODA a los rayos del sol.

De pronto Ella voltea a ver a Rowan que tiene la mirada embelesada en un ángulo del calentador solar. Ella entonces gira el rostro. Es un pájaro. Tipo gorrión. Algo tiene que lo hace distinto a todos. Sí, trae un par de plumas blancas en el pico. Seguramente está preparando un nido. Lo singular no son las plumas en el pico, sino el hecho de que con todo y las plumas el animalito canta. Y hasta baila, casi. Está feliz el animalejo. Felices los ojos que lo atisban y los cuerpos que lo celebran. ¿Quién dice que el cuerpo no habla? Hay cuerpos diminutos como el de Rowan que hablan y hasta gritan. Son una celebración a la mirada. Hay otros que sobreviven condicionados al automatismo del SER. Hay corporeidades obedientes y sumisas. Se les pasa la vida. No la ven. No la miran y la vida se les va.

…como un soplo, un latido, un suspiro y la vida se escurre. Hay mapas. Mapas ajenos a las geografías eróticas del cuerpo. Pliegues en silencios. Intersticios sin sombras. Hay certezas. Hay vida. Todo reverdece. Hay un encuentro que se anuncia pronto y afable. Hay dos miradas intemporales que se encuentran y se funden. Ahí están ya las veo. Sólo veo tus ojos. Cascada de mansedumbre. Océano de dulzura. Ahí están. Ya casi……….

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