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sábado, noviembre 23, 2024

Mis dos primas

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Una noche de hace algún tiempo, me acosté con dos primas. Una era cercana. La otra no. Su lejanía podía verse desde el Popocatépetl. 

De hecho, la prima cercana fue la que me la presentó. Hubo click de inmediato. Mío, no suyo. Para romper lanzas, alguien dijo que fuéramos al Mode’s Bar —fui yo—, así llamado porque la esposa del dueño se llamaba Modesta.  

Íbamos cuatro: mis primas, yo y Ricardo. Éste era abogado de día y Alison de noche. Cuando regresaba de la Procuraduría de la Ciudad de México —y se metía a su casa—, se quitaba el saco, la corbata y los calzones. Entonces se ponía un negligé rosa. Esto lo supe por mi prima cercana, quien conocía las vidas y las sobras de Ricardo y Alison. Éste, además, era bueno para la lectura del tarot y para correr a los malos espíritus de las casas embrujadas. También era alcohólico, lo que contribuía a hacer de su vida una tragicomedia.  

La vez que fuimos al Mode’s Bar ya iba con tragos. Técnicamente, a las seis de la mañana se había tomado su primer Viejo Vergel del día. Y lo hizo directamente de la botella. ¿Cómo lo sé? Porque mi prima cercana lo vio desde un catre montado a unos metros del suyo y a unos centímetros de mi prima lejana. Luego me lo contó prolijamente.  

La tarde en la que todos fuimos al Mode’s Bar, mi Mamá Guillitos nos dio su bendición. En ese momento no supe la razón. Luego caería en cuenta.  

Cuando entramos al bar, Ricardo empezó a transfigurarse en Alison. Al tercer Negroni que pidió lo hizo totalmente. Yo, mientras tanto, conversaba con mi prima lejana, al tiempo que la cercana hablaba con su novio desde el teléfono del Mode’s. Alison quiso ir al baño y le pidió ayuda a la prima lejana (cada vez más cercana en el tema físico y espiritual). Los acompañé porque Alison pesaba cerca de ochenta kilos. Ella le bajó el pantalón y una pantaleta rosa mexicano. Luego lo sentó en la taza. Al salir, como si estuviéramos predestinados, nos besamos. Me grabé el día en la memoria: 5 de abril de 1983. 

Alison quiso reclamar, pero salió una voz del más allá. Supuse que había entrado en modo espiritista y que desde el pasado ignoto alguien quería comunicarse. No fue así. La voz que salió de su garganta era una mezcla de Ricardo y Alison. 

Mi prima cercana (cada vez más lejana) se acercó a ayudarnos a cargarlo. Como pudimos lo subimos por la calle Cuauhtémoc. Ya en Corregidora 17 entramos a la casa. Mi Mamá Guillitos dijo: “lo sabía”. Y lo dejamos en un sofá. 

Mis primas y yo recordamos que teníamos comida en la casa de mi sobrino César. Hasta allá llegamos metidos en un júbilo extraño. La cercana estaba feliz porque había hablado con su novio. La lejana, porque algo se estaba cocinando en un nada remoto más acá. 

En la comida continuaron las señales. Las rodillas de los presuntos implicados —ella y yo— se tocaron varias veces. Y así llegó la noche. 

Mi prima cercana pidió una cama para dormir un poco. Se la dieron. Su sueño se prolongó a tal grado que mi sobrino César propuso que los presuntos nos quedáramos en la misma habitación y, en consecuencia, en la misma cama. Para evitar suspicacias, alguien propuso —otra vez yo— que me acostara entre las dos. 

Mis dudas se disiparon en el minuto 45, justo cuando en términos futbolísticos estaba por terminar el primer tiempo. Mi prima lejana se unió demasiado a mí y nos besamos. Luego nos abrazamos y nos seguimos besando. Luego nos empezamos a quitar la ropa, y nos seguimos abrazando y besando. Luego, cuando ya no pudimos más, hicimos lo que habíamos querido hacer en el baño del Mode’s Bar. 

Al día siguiente, los tres salimos de la habitación como si nada. Para mi sobrino César, yo era como un héroe a seguir. Un extraño mito había nacido.  

Cuando llegamos con Mamá Guillitos, Ricardo había regresado del más allá —dejando a Alison en algún oscuro clóset— y tenía prisa por llegar al Distrito Federal. Mis primas subieron al Valiant 75 de inmediato. Nos despedimos a lo lejos. 

No volví a saber de mi prima lejana en mucho tiempo. Y cuando supe, a través de mi otra prima, no hice el intento de acercarme. 

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