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sábado, noviembre 23, 2024

Lo que miramos cuando la puerta no está cerrada del todo

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Hace algún tiempo, debido a la pandemia, no salía a las calles de la ciudad de Puebla y mucho menos me adentraba en sus museos. Y hay que decirlo, Puebla tiene mucho que dar y he tenido siempre sitios tanto predilectos como cercanos, tal es el caso del Museo Amparo. Ahí se encuentra la exposición del artista mexicano Luis Felipe Ortega, que combina en su trabajo diferentes medios e invita al espectador a ser parte de su obra a través de un impecable desarrollo del lenguaje visual, en el que podemos transitar del dibujo a la fotografía, la escultura, la arquitectura, el vídeo y en ocasión me encontré con la importante relación con medios comunes para mí: la entrevista y la literatura. 

En mi camino por el mundo del arte, tuve el honor de ser invitada por el gran maestro poblano, José Lazcarro, a formar parte de su equipo de trabajo por el año 2008. Estando en la casa Lazcarro, presentamos muestras del gran anfitrión -y como le llamo yo, mi maestro de arte y vida- para después abrir la puerta a artistas invitados, siendo el primero de ellos Luis Felipe Ortega. 

Así es como conocí de cerca al artista conceptual mexicano, al que no le daba ningún temor experimentar con la instalación, el sonido, las formas y el juego del espacio de una manera tan perfecta que dialogaba con la galería y su arquitectura, logrando sensaciones y sentimientos no imaginados. 

Hoy nos encontramos ante un ensamble de medios, técnicas y materiales que invitan al dialogo, no sólo con la arquitectura del Museo Amparo, sino con el sentir más profundo del espectador.  

Y luego se tornará Resquicio, que es el nombre de la muestra -exhibida hoy en el Amparo- nos invita a explorar nuestros propios límites ante lo inesperado. El artista no olvida lo ya andado, sino que lo enriquece con una nueva invitación a las reflexiones y sensaciones; por ejemplo, a través de la instalación podremos descubrir cómo y qué es lo que vemos de manera individual cuando sólo nos es permitido ver una grieta, la hendidura que muchas veces deja pasar la luz o que simplemente rompe con la oscuridad, todo dependiendo quién la esté mirando. 

Variadas y diversas son las sensaciones que podemos encontrar al recorrer la muestra, y todo dependerá si vamos o no preparados para descubrirlas, y así entablar un diálogo no solamente con la obra y el artista sino con nosotros mismos. 

Se requiere curiosidad y, si nos atrevemos a mirar bien, podríamos encontrarnos en medio de un diálogo con Truman Capote, Kurt Cobain, William Burroughs, Samuel Becket o Pasolini, y -¿por qué no?- con todo ellos a la vez… 

Esa sensación de vacío en el momento en que entramos a un recinto sin prejuicio alguno y con la inocencia de quien no espera nada, es recomendable al visitar esta muestra, ya que tal sentir se irá completando con cada una de las piezas, algunas de ellas efímeras y, tal como lo dice el artista, “luego se tornará resquicio”.  

La invitación es a ir. Vayamos y seguramente al sentirla será complicado ir fuera e iremos dentro de lo que el arte de Luis Felipe Ortega tiene hoy para regalarnos. 

La muestra permanecerá en el Museo Amparo de la Ciudad de Puebla hasta el 23 de mayo del 2022. 

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