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jueves, noviembre 21, 2024

La pluriculturalidad y su traba-lenguas

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La lógica es considerada el arte de pensar. 

En cualquier conversación o expresión de algún texto que sea leído, se debe tener en cuenta la importancia de la práctica del discurso. 

A propósito de las problemáticas que existen en México y Latinoamérica sobre diversidad cultural.  

Subsistir con un número suficiente de lenguas, conviviendo en un mismo territorio, provoca profundamente el hecho de problematizarnos como americanos. 

Pocas personas pueden comprender la situación real que desemboca tanta diversidad.  

Es como si nos viéramos en un mar de pluralidad, donde los elementos más fuertes se comen a los débiles. En este sentido, se habla mucho de las ‘minorías’, pero ¿qué representa o cómo se perciben esas minorías? 

Actualmente se registra a países como México, un sitio donde aproximadamente un 12 por ciento de la población total habla una lengua indígena o lengua originaria.  

Pero, ¿qué tan importante resulta para estas cifras las políticas públicas que parten del Estado?  

Acceder a las formas simbólicas que están interiorizadas desde una cultura debe ser un trabajo mucho mayor al intentar generar políticas culturales que preserven las lenguas y las manifestaciones de un pueblo.  

Aquí es donde entra a la escena la traducción e, incluso, la escritura.  

En los años que llevamos trabajando el tema de Lenguas indígenas y de Literatura en Lenguas Originarias, a propósito del Día Internacional de las Lenguas Maternas, sabemos que la difusión y la traducción cumplen una función titánica.  

No hay que saber mucho para dimensionar que una cultura no percibe del mismo modo las cosas y saberes que en el territorio se manifiestan.  

Para una comunidad Tojolabal de Chiapas, a diferencia de cualquier persona que su primera lengua ha sido el español y que ha crecido en la ciudad bajo la normatividad del Estado, la idea de justicia es muy diferente. Pongo el ejemplo de los Tojolabales para delimitar un concepto y sintetizar su comprensión.  

Hace unos años escuché de una abogada, que replanteaba el tema de los juicios orales, cómo describía la experiencia que vivió al momento de intentar traducir la sentencia a un asesino. Los traductores eran intelectuales Mayas de la región Tojolabal, que discutían los argumentos para sentenciar a un sólo hombre que hubiera cometido un asesinato en determinada comunidad.  

La lógica de los abogados era que el asesino fuera sentenciado, pero la lógica desde la cosmovisión de la comunidad Tojolabal era que no se puede sentenciar a un sólo hombre, porque si ese hombre estaba cometiendo un asesinato, la comunidad entera debía ser sentenciada. Ya que una persona representa una especie de engrane dentro del sistema de valores en la comunidad, algo del pueblo estaba fallando para que uno de esos engranes cometiera una falta de ese tipo.  

Los escritores en lenguas indígenas, los traductores y hablantes de estas lenguas que en México son consideradas oficiales, representan un papel fundamental para la identificación contemporánea de nuestro país. Además de ser quienes generan las convenciones ortográficas con todo y los tropiezos y atropellos del exterior, reinventan y auto-reflexionan a partir de su cultura y de los matices de su semántica en el quehacer en este mundo paralelo que los observa, aún como ajenos a la Nación. Se piensan las leyes para ellos y no desde ellos.  

Tanto la traducción, como la oralidad enraizada con los matices de la cultura, lo que quiera que signifique esta palabra que engloba tantos abstractos determinantes en lo concreto del existir, deben ser comprendidos en profundidad por un territorio que convive con más de once familias lingüísticas, 68 agrupaciones lingüísticas y más de 364 variantes dialectales. 

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