La semana y las historias surrealistas.
Lunes:
Ella se encuentra con la Madre María Rocío, monja de la orden Jerónima del clero secular, en la Iglesia de las Capuchinas, en la 9 oriente y la 16 de septiembre. Las dos entran a la iglesia y la madre le explica en detalle la historia del “niño cieguito” que viene desde Morelia Michoacán y al que le han hurtado los ojos unos “sinvergüenzas ladrones pensando que al ser verdes, los ojos, eran esmeraldas”.
El niño ha llorado sangre cuando le arrancaban la vista, la mirada y desde entonces es la veneración de muchos. Allí esta sentadito en un trono, con una corona. Ciego y con lágrimas de sangre. La madre María Rocío y Ella caminan juntas por el centro, se dirigen hacia el convento de las Jerónimas donde Ella habrá de ver en detalle el material y las telas del hábito de esta orden en el siglo XVII.
Algo pasa con Ella que desde este retorno al tortuguismo tiene una proclividad por los temas monásticos y de claustro, al grado que le producen fascinación, casi delirio, la invitación a la obediencia.
−El encierro es siempre más seguro y atiborrado de certezas−piensa Ella mientras camina.
Martes:
Suena el teléfono, es una voz femenina que pregunta por el padre de Ella y dice hablar de parte de Eduardo Rivera para felicitarlo por su cumpleaños. Mi padre falleció hace tres años indica Ella. La mujer insiste:
−Le encargo de favor que le diga que lo llamamos de parte de Eduardo Rivera para felicitarlo por su cumpleaños. Pero por favor le da el mensaje.
−No tenía pensado ir al cementerio, ni mucho menos, pero si es necesario lo hago para hacerle saber al occiso tan persistentes buenos deseos.
−Ahí le encargo el recado para su papá por favor−insiste y persiste la cándida señorita. Ella cuelga el teléfono y no puede evitar la nostalgia y la añoranza del padre que le enseñara a cada uno de los críos a jugar ajedrez a los cinco años. El padre que le decía a boca llena:
−Mientras yo viva de nada te preocupes.
Nada ha sido igual desde que el padre no está. El mundo completo se ha venido encima como una avalancha.
¿Cómo se grita tristeza?
Miércoles:
Ella recibe una llamada de su ángel Carol desde Frisco.
Carol es un ángel “muy viejo de alas muy enormes”, de sus alas penden las más suaves y hermosas plumas.
−Querida ya estamos haciendo la cuenta regresiva para tu retorno, faltan 43 días, estamos preparando la casa para ti y para tus críos. No temas, recuerda que estamos todos en la misma barca y saldremos juntas de todo esto.
Carol es la palabra ternura con forma. La ternura hecha persona. La ternura tiene unos ojos cándidos de color lila, como las jacarandas del fraccionamiento. Ella le dice:
−Habrán de armarse de paciencia conmigo porque llegaré igual o peor que la vez pasada, ciega, insegura y como siempre, rota. Ante la partida definitiva. El no retorno. De sólo imaginar el día siento que mi SER se inunda todo. Ay Carol espero estar haciendo lo correcto. Yo no existo, pero existen los críos y respiran con buenos pulmones.
Fin de la conversación.
Viernes:
Ella va casa del amigo de asesor existencial en Tonantzintla.
Va a mirar la tarde y a trabajar en la computadora portátil como para cambiar un poco la rutina. Ella le cuenta de la mirada de K infinitamente azul.
−Me queda claro que es la NO mirada de la NO historia. Pero inevitablemente cuando lo veo y me mira lloro.
Lloro por el NO. Lloro por mi autorenuncia y porque no quiero ya llorar más por nadie. Me queda claro que habré de irme a morir a Vermont, a esa tierra de hippies amigos. Allí pasaré mis últimos días. Allí estará mi retiro. La primera vez que fui a Vermont dije “aquí estaré mis últimos días”.
−Pues mira si en diez años sigues sola y yo sólo, aunque yo me niego a emigrar a los iu es, pues te caigo para hacernos compañía.
−Agradezco la oferta pero roncas y la soledad no tiene sonido, aunque sí una que otra voz asesina. En fin podrás dormir en el sofá.
Fin de la tarde más no de la espléndida luna llena.
Ella regresa manejando a casa. Con esa luna. Tan cerca. Del álbum The Swell Season Glenn Hansard entona
Drown Out:
Drown out, the voice that breaks the silence
And talks the joy out of everything
You were found out and had to walk
in darkness without the only thing you care about
And we drive away and head for south
We found our way and blocked it out
Cry alone, and die alone
Pray alone, and stay alone
You were burned out
And had to stop before all hell broke
And finally took its toll
And save our souls were playing dead
And mine for gold in a heart of lead
And turn around and save yourself
We found our way and blocked it out
Cry alone, and die alone
Pray alone, and stay alone
Drown out.. drown out..
Antes de llegar a la casa del árbol pasa un conejo.
Ella detiene bruscamente el carro. El conejo se frena, voltea a verla a ella, le guiña el ojo y la saluda, le sonríe coqueto, lleva en su mano una luna llena, descomunal, enorme, fluorescente, la rebota, a la luna. Y se va dando brincos cortos. Como contento.
Como agradecido. Como recién salvado. El conejo es gris, con la cola y las orejas grises. Ella lo atisba con la mirada como queriendo adivinarle las zozobras del alma. Ella le pone nombre al conejo. “Plácida Esperanza”. ¿O acaso es coneja?
¿Y el SA-POE-TA? O en lenguaje del vulgo, ¿el-hombre-sin-rostro-y-con sensibilidad-de-pato-de-plástico?
Estará croando en otros charcos acechando las sombras que lo asedian.
Domingo:
Toña tiene 39 años y 8 hijitos, el más pequeño de todos Pedro tiene siete años. El papá no alcanzó a conocerlo murió de una congestión alcohólica cuando Toña tenía cinco meses de embarazo. En buena hora descansó en paz el Señor Pedro porque si no Toña tendría otros cuatro hijos. Toña es una trabajadora incansable. Tiene además de los ocho hijos una sonrisa hipnotizadora. Siempre. De ese tipo de sonrisas que lo reconcilian a uno con la vida y que no permiten a la mirada más que la invitación a la dulzura. La hija mayor de Toña tiene 22 años y vive en la Ciudad de México. La que sigue, de 20, trabaja de cajera en la tienda CROM; el que sigue, Mateo de 18 años es el bastón de Toñita, su mayor apoyo; a él le sigue Jaqueline de 17 años, que se fue hace un año con el novio. La de 15. La de 15. La de 15. Es una historia que se parece al infierno en la tierra. La de 13 estudia la secundaria, y también Blanca la de 12 y el más pequeño, Pedro estudia en primero de primaria. Toña trabaja de tiempo completo en casa de una familia en San Francisco Ecatepec. De lunes a sábado, así que se apoya en las hijas que hay en casa para el cuidado de los más pequeños, las tareas, la alimentación etc…etc…etc. Toña trabajó con Ella desde que nació el primero de los críos de Ella hace 12 años. Desde entonces han seguido en contacto. Ella la llama y la invita a que traiga a Pedrito a jugar el fin de semana con el Sapodrilo. Toña llega con Blanca, con Pedrito y con la niña de 15. Ésta ha olvidado su nombre. Ya no es una niña, ni una mujer. Es la nada. El ripio. Ahora es sólo mucho pelo en el rostro. No hay ojos, no hay voz. Hay sólo una joven cabizbaja, que esconde la pena o quién sabe qué con el pelo en la cara. Aún y todo Toña sonríe. La niña de quince años se aisla notoriamente, con la cabeza casi enclavada en el estómago, las manos apretadas y que se rozan constantemente, aprieta los puños y el cabello en todo el rostro, oculta el SER o lo que queda de éste. Las uñas a medio pintar color vino sobre las manos pequeñas morenas se enclavan en las palmas una y otra vez. Salen los críos de Ella y los hijos de Toña al parque del fraccionamiento. Toña esgrime cualquier palabra y se le va en llanto:
−Ay señorita, si viera usté la noche que he pasado, busqué a mi hija toda la noche en casa de sus amigas y es de que la vine a encontrar a las 7:00 de la mañana en casa de un viejo metida con él en la cama totalmente borracha. No he dormido. Me la traje a casa en bicicleta casi inconsciente, cuanto la desvestí para bañarla vi en sus brazos varias cortadas, muchas. Ya no sé. Y así ha pasado todo el día, escondiéndose en el pelo. No quiere hablar. El viejo cochino tiene más de 40 años y lo conocen el pueblo porque es un borracho. Y mi niña no ha cumplido todavía los quince.
Ella no sabe qué decir, mira a la niña de 15 años que son 14. Mira a Toña y entiende que hay seres condenados al olvido de todos los Dioses también a su ira y a todo su desprecio. Hay quienes son abortados al mundo con el sello de la condena, de la maldición, de la abyección, de la miseria. Esa es la historia de Toñita y su dulce sonrisa. Toña está vestida de color amarillo. Y las uñas de la hija de 15 años no cumplidos, son de color sangre estancada, rancia.
…la vida es un etcétera. Y hay quienes se quejan de los estúpidos gallos y sus estupidísimos kikirikis. Hay sonidos que susurran el súbito silencio de las serpientes soledades sin sustancia sin sueño que se sumerge en los surcos de las células que no suturan la sangre sulfúrea, sangre sosa, sangre sórdida, soplo sombrío síncope… siiiiiiiiiiileeeeeeeeeeeeeennnnnnnnnncciiiiiiiiiioooooooooooooooo. Sssssssssssssssss.