Con la novedad de que no fue una sino seis las candidaturas que el dirigente estatal del PRI, Néstor Camarillo Medina, habría vendido en este proceso electoral, además de ofrecer al mejor postor las regidurías y sindicaturas, así como facturar supuestas asesorías inexistentes.
De esas y demás lindezas nos enteramos por siempre bien informado periodista Arturo Luna Silva, autor de la muy leída columna Garganta Profunda, que se publica en Puebla On Line y La Crónica Puebla.
Así lo escribió:
“El audio que se difundió y viralizó y en el que se escucha a la presidenta municipal de San Pedro Cholula, Paola Angón, confesar que pagó a Néstor Camarillo 2.5 millones de pesos por la candidatura para reelegirse y quejarse porque el dirigente del PRI no le cumplió, no sólo es real. Es la punta de un gigantesco iceberg que confirma que se trata de una práctica común y de un negocio de millones y millones de pesos, que Camarillo comparte con su patrón y cómplice, el impresentable Alejandro Alito Moreno, presidente nacional del Revolucionario Institucional.
“Se trata de delincuencia organizada desde un partido ‘opositor’: Alito no sólo no manda un solo peso para el PRI de Puebla, sino que, mediante la extorsión, les quita dinero a sus militantes.
“Los exprime, mientras las prerrogativas estatales oficiales son divididas a partes iguales entre los socios, es decir, él y Néstor Camarillo.
“Néstor Camarillo no sólo vendió candidaturas en San Pedro Cholula.
“También lo hizo en Cuetzalan.
“En Atempan.
“En Zacapoaxtla.
“En Cuautlancingo.
“En Tepeojuma.
“Y en muchos otros municipios más, donde, para su desgracia, empiezan a surgir los testimonios y las evidencias de la cloaca y las negociaciones en lo oscurito”.
Hasta aquí la primera cita.
Ahora ya sabe por qué no es casualidad que panistas de Cuetzalan comenzaran una abierta rebelión en contra de su partido por la imposición de candidatos.
En Cuautlancingo acaban de revivir un caso sobre violencia política por razón de género en contra del alcalde Filomeno Sarmiento Torres, quien no sólo se negó a pagarle al sedicente líder del tricolor sino que también es atacado porque forma parte del grupo político de Genoveva Huerta Villegas, a quienes los yunquistas le han hecho la vida de cuadritos por su liderazgo al interior del estado y su crítica firme a los excesos de la actual dirigencia estatal panista.
Todo esto nos lleva a una serie de preguntas: ¿Eduardo Rivera Pérez, el candidato de la oposición a la gubernatura, sabía de las transas del priista? Si no lo sabía, ¿por qué no inicio una investigación para determinar las causas de las rebeliones panistas en Cuetzalan y San Pedro Cholula y actuó en consecuencia?
Una simple investigación le habría bastado a Rivera Pérez para conocer la razón de fondo de los conflictos políticos, pero ante su reacción ante el audioescándalo de Paola Angón ya se vio que no le importa el desprestigio ni el lastre que representa Néstor Camarillo. Es más, está dispuesto a protegerlo.
La venta de candidaturas no es la única anomalía revelada por el columnista de Garganta Profunda. Hay otra relacionada con la facturación de servicios que nunca fueron recibidos, pero sí pagados. Esta trama, ahora se sabe, fue el último abuso que soportó el exsecretario Jurídico del Comité Directivo Estatal del PRI, Alejandro Camacho Gazca.
Escribe el periodista: “A inicios de este mes de febrero, como trascendió, renunció el secretario jurídico del partido, Alejandro Camacho Gazca, junto con al menos tres integrantes más de esa importante área del tricolor.
“Y la verdadera razón de tal situación no fue sino uno de los múltiples negocios sucios del también candidato al Senado.
“Resulta que Alejandro Camacho y su equipo lograron ganar un caso al Instituto Nacional Electoral (INE), que había implicado el pago de una multa de 7.5 millones de pesos por parte del PRI poblano, por supuestas irregularidades en la comprobación de gastos de las prerrogativas.
“Alejandro Camacho logró que el INE regresara al PRI esos 7.5 millones de pesos y fue entonces que a Néstor Camarillo se le ocurrió otra de sus típicas transas.
“Consiguió y metió una factura con el 10 por ciento de esa cifra, es decir, alrededor de 750 mil pesos, y simuló que un despacho contable le había cobrado eso al PRI por asesorarlo, lo que nunca sucedió.
“Por supuesto, esos 750 mil pesos fueron al bolsillo del dirigente priista, quien no dio ni las gracias a Alejandro Camacho y a los colaboradores de este, los verdaderos ganadores del caso ante el INE”.
Ese es el aliado al que Eduardo Rivera defiende y cobija.
Es el aliado por el que incluso pretendió obligar a las panitas de cepa Mónica Rodríguez Della Vecchia y Nancy Jiménez a que renunciaran al PAN y se convirtieran en militantes priistas para evitar que desapareciera la bancada tricolor en el Congreso del estado.
Por sus aliados los conoceréis.
LA RAQUÍTICA DIGNIDAD DE JOSÉ JUAN
Cuando era un acérrimo enemigo del morenovallismo, José Juan Espinosa Torres hizo todo lo posible para hacer enojar, criticar y hasta exhibir, una y otra vez, a sus integrantes.
Uno de ellos fue Javier Lozano Alarcón, a quien su apodo no lo pudo describir mejor: El Saco Pus.
En marzo de 2017, cuando José Juan se identificaba como morenista, montó un show alrededor de la concesión de los servicios de agua potable y saneamiento. Su escenificación lo llevó a seguir al entonces jefe de la Oficina del Gobernador de Puebla a las instalaciones de Televisa Puebla.
En un intento por notificarle que como edil de San Pedro Cholula iniciaría una acción jurídica contra la concesión, correteó a Lozano Alarcón por los pasillos del canal hasta la camioneta del funcionario, aparcada en la entrada.
Encolerizado, el exsecretario de Estado en época de Felipe Calderón Hinojosa cerró bruscamente la puerta de su camioneta y solo se escuchó el lamento de Espinosa Torres: “¡Ay, mi mano!”.
La escena provocó muchas burlas y estuvo acompañado por largo pleito verbal entre los dos políticos.
Hoy, José Juan Espinosa ha sido contratado por la Organización Nacional del Yunque para que sea el palafrenero y defensor de Eduardo Rivera Pérez. Es por eso que ya se olvidó de su pasado antimorenovallista y defiende el legado que dejó el primer gobernador de oposición.
Su nuevo trabajo, además, lo obliga a compartir la misma mesa en conferencias de prensa con Javier Lozano Alarcón.
Ambos dicen que ya se perdonaron.
Lo que en realidad ocurre es que hay muy poca dignidad.
Ya se vio que no es lo mismo ser borracho que cantinero.