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jueves, noviembre 21, 2024

La dificultad de ser Eduardo Rivera

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La campaña todavía no comienza y el candidato a la gubernatura de la coalición “Mejor Rumbo para Puebla”, Eduardo Rivera Pérez, acumula todos los desatinos posibles: desfondar a su mejor partido político aliado, una precaria precampaña, proveedores de su gestión convertidos en sus mecenas, sospechas de conflictos de intereses con su socio y sucesor Adán Domínguez Sánchez, la confirmación de que prefirió a un partido con sospechas de vínculos con el huachicol a ir por el rescate de la militancia panista que durante años han defendido la marca a costa de lo que sea.  

Problemas, problemas y más problemas. Así puede resumirse la vida del candidato Rivera, quien públicamente muestra una actitud de serenidad, pero en lo privado, con su equipo más cercano, cada día se llena de enojo, frustración y la convicción de que están a bordo de un barco a la deriva.  

Quienes están cerca del abanderado de la oposición afirman que el bache en que se encuentra la campaña tendrá un final y, cuando eso pase, las cosas cambiarán drásticamente. Su esperanza está basada en que la clase media saldrá a las urnas a votar en contra de Morena, que la distancia de más de 20 puntos que tiene frente al abanderado de la coalición “Sigamos Haciendo Historia”, Alejandro Armenta Mier, puede ser reversible y que la actividad nacional de Xóchitl Gálvez Ruiz les dará el oxígeno que necesitan para llegar a buen puerto. 

Si eso no fuera así, el candidato y la cofradía que lo manda ya tienen garantizados los espacios suficientes para no quedar desamparados. Ahí está, por ejemplo, la candidatura por la vía plurinominal para Liliana Ortiz Pérez; los distritos federales con mayor posibilidad de triunfo como es Cholula o Atlixco; además del agandalle de las primeras posiciones de la lista plurinominal al Congreso del Estado que serán para Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández, Marcos Castro Martínez y Rafael Micalco Méndez 

Lo que Eduardo Rivera y su grupito de inútiles asesores no han caído en cuenta es que en la militancia panista se afianzó la idea de que el PAN ha regresado a sus viejas prácticas: El partido al servicio solo de una camarilla, integrada por familias ricachonas, conservadoras y mojigatas a costa de la base que es la responsable de hacer el trabajo rudo. 

Ya no existe la mística panista, el mismo Rafael Moreno Valle Rosas y el yunque de Eduardo Rivera se encargaron de extinguirla por una sencilla razón: Todo se puede comprar con dinero y los que no estén de acuerdo pueden ser marginados, perseguidos y maltratados. La antigua democracia interna panista se redujo a un mal chiste. (¿Cómo estarán las cosas que el propio Eduardo Rivera mancilló la investidura de presidente municipal para convertirse en el mapache de la elección de la dirigencia estatal?). 

Eduardo Rivera puede presumir que el partido es suyo, pero no la militancia, la misma a la que no le interesa recuperar, buscarla, integrarla. Para sustituir a la base panista, el candidato optó por hacerse de los servicios de un partido que en la última elección apenas y pudo conservar su registro estatal y que está manchado de pies a cabeza de sospechas de vínculos con el huachicol. 

La única forma que el candidato de “Mejor Rumbo para Puebla” puede medio encausar el barco que conduce es haciendo política, siendo estratégico y sistemático. Por desgracia, el panista se olvidó de hacer la primera; ya se vio que la estrategia la confunde con interés y lo último va en contra de su naturaleza política.  

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