Tadeo apenas si abrió los ojos al mundo.
No tuvo tiempo de nada.
Casi ni de vivir.
Tenía tres meses de nacido.
Lo operaron seis veces por problemas intestinales.
Murió, según se dijo, por una falla multiorgánica.
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El cuerpecito de Tadeo fue sepultado al día siguiente, el 5 de enero, en el panteón civil de Iztapalapa con nombre de santo: Nicolás de Tolentino.
Días después, todavía no se sabe quién ni por qué, decidió arrancarlo de su tumba.
Y, como muñeco de trapo, envolverlo, y viajar con él durante más de dos horas.
Lo trajo al penal de San Miguel en Puebla.
El 10 de enero un interno lo encontró en alguno de los basureros del reclusorio.
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Ni Tadeo ni sus papás sabían nada sobre el neoliberalismo.
Deben suponer que es un señor cruel, despiadado.
Que tiene su alma muerta.
Fue a él, al neoliberalismo, a quien culpó el presidente Andrés Manuel López Obrador del macabro suceso.
En su estremecedor relato: “Ebony, Liliana, María Isabel y Tadeo”, Mario Martell rescata en la edición de Hipócrita lector del 24 de enero lo dicho por López Obrador: “Este lunes en la mañanera el presidente de la República atajó cualquier especulación. Achacó el caso de Tadeo al neoliberalismo.
“Fruto podrido de la descomposición social, son hechos lamentables que no deberían suceder y tienen que ver con el pasado reciente. Eso es lo que nos dejó la política neoliberal…el neoliberalismo desemboca en una crisis profunda en lo económico, en lo social y en lo moral”.
Para la (nueva) clase política, resume bien Martell, “todo se encuentra en el pasado”.
Y más. Lamenta, cómo no, que “El común denominador de estos hechos de violencia contra mujeres y niños es la impunidad”.
También acierta cuando concluye que “Los poderes fácticos, la corrupción, la política fifí y la política chaira, las inercias de violencia estructural, la indiferencia de la sociedad, la apatía, y todo lo que le quieran añadir, detiene las buenas intenciones de las retóricas transformadoras”.
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La batalla cultural
Nada de lo que dice o hace el Presidente es gratuito.
López Obrador es un buen lector. El mejor, el más destacado de quienes estuvieron en el cargo en los últimos 35 años.
Pero no sólo es un buen lector.
De los libros saca enseñanzas, sobre todo de quienes le son afines ideológicamente.
Y las aplica.
Otra cosa es si tienen éxito o no.
Como su peculiar batalla contra el narcotráfico, uno de los jinetes apocalípticos de México.
La solución no la encuentra en el confrontamiento directo, en el cuerpo a cuerpo, como hicieron antes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en sus sexenios.
Tiene una razón: el elevadísimo número de vidas que conlleva.
Para López Obrador el tema es más profundo. Si se quiere poner fin a esta despiadada feria de sangre hay que ir al origen y resolver sus núcleos: la pobreza y la desigualdad.
El problema para México es que no hay tiempo.
Que el tiempo juega a favor de la impunidad. Nada más.
Atribuir el espeluznante caso Tadeo al neoliberalismo no fue una puntada presidencial.
Seguramente echó mano de sus lecturas y apuntes sobre las resoluciones de uno de los jueces más contrevertidos que tiene hoy Latinoamérica: El argentino Eugenio Raúl Zaffaroni, actual juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La conocida como Doctrina Zaffaroni que aplican jueces surgidos o propuestos de la izquierda peronista en Argentina, pero no sólo, considera que el delincuente es siempre una víctima del sistema.
El problema de ello radica en que algunos han llevado esa tésis a reservar toda su empatía para el ofensor, mientras que desestiman el dolor que causan sus acciones.
Lo mismo han hecho los gobiernos que la adoptaron y llevaron a su más peligroso extremo: no consideran que forme parte de sus deberes el velar por la seguridad de la gente.
Habría que recordar que Zaffaroni, el poderosísimo juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es “hijo” de dos dictaduras. Entró al Poder Judicial durante la dictadura de Juan Carlos Onganía como presidente de facto de Argentina (1966-1970) y ascendió a juez con la de Jorge Rafael Videla (1976-1978).
Pero no sólo eso. Emitió fallos aberrantes como el de atenuar la condena a un pedófilo que abusó repetidamente de una nena de ocho años.
Lo hizo porque “fue realizada con la luz apagada y porque no fue penetración sino sexo oral al que fue obligada la niña”. (Vamos, que a oscuras, no hay sufrimiento por parte de la víctima y… ¿hay que explicar que el sexo oral es también una penetración?)
Como esto no es una tomografía de la ideología presidencial, en todo caso un simple streptease, ¿a quién quiere López Obrador que sentemos en el banquillo de los acusados por el horripilante caso Tadeo?
¿Al neoliberlismo?
¿O al autor o autores de este espanto?
El falso garantismo que aplican algunos jueces, que sustentan también políticos, no es otra cosa que buscar vericuetos en las leyes para dejar libres a los delincuentes.
Siempre hay una excusa. Siempre es el sistema capitalista el responsable de que haya ladrones, secuestradores, narcotraficanetes, asesinos y violadores.
Siempre es la injusticia social la que produce delincuentes. Por lo tanto siempre se puede condenar y responsabilizar a esa ideología (o al neoliberalismo o la que nos quede más a mano) y dejar libres a quienes superaron todos los límites morales al violar, robar y matar, envenenar a la sociedad.
La confusión de delincuencia con pobreza es, a fin de cuentas, una discusión pequeñoburguesa.
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La lección de Barbosa
Lo ocurrido con el cuerpecito de Tadeo no tuvo en el neoliberalismo a su responsable.
Aquí son de carne y hueso.
Por ejemplo, Rogelio López Maya, el secretario de Seguridad Pública, y Alfredo Vargas Quintanilla, el subsecretario de Centros Penitenciarios, ambos destituidos y bajo investigación.
Y no sólo ellos. Hay 21 personas más implicadas, con orden de aprehensión, entre funcionarios y custodios, que permitieron el ingreso al penal del cuerpo inerte de Tadeo y que pasaron por alto que no salió.
Habrá justicia, ofreció el gobernador.
Pero la lección también se la llevó él. Si fue un complot para manchar o desprestigiar a su gobierno debe tener en cuenta una cosa: el enemigo usó las llaves de casa.
Nota bene: A difrencia de lo que ocurre en Puebla, donde sí hay resposables de lo ocurrido, en la Ciudad de México, la gobernadora Claudia Sheinbaum, la Merkel chilanga, como la bautizaron sus turiferarios, no movió ni un dedo. Total, fue el neoliberalismo.
Noticias del Imperio
Boris Jhonson salvó otra semana como primer ministro inglés. La investigación que los sabuesos de Scotland Yard llevan acabo y que puede ser definitoria para su permanencia en el número 10 de Downing Strett avanzó que no hizo una fiesta durante el confinamiento que ordenó al país: ¡Hizo 19!
Jhonson está a 54 votos de perder la confianza de los suyos. Los tories tienen claro que se irá esta semana. Sólo una nueva jugada en el ajedrez de Vladimir Putin, el autócrata ruso, podrá salvarlo.
Apagan incendio
Trato justo a Argentina fue lo que pidió el presidente López Obrador al Fondo Monetario Internacional esa mañana de viernes, justo antes de ser internado para checar su corazón.
Y trato justo fue lo que recibió Argentina, ¿no?
El gobierno de Alberto Fernández pagó lo que decía que era impagable: 700 millones de dólares de los 44 mil millones que aún debe.
Así que no entró en default.
Lo que en realidad hizo el gobierno argentino fue patear la deuda para adelante. Tendrá dos años de respiro. Nada mal. Que el próximo gobierno se preocupe y pague lo que debe.
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