Tiene sus motivos Claudia Rivera cuando abandera causas en contra de priistas y panistas incrustados en Morena, aunque comete un pecado de omisión.
Una vez que llegó a la alcaldía de Puebla, en 2018, lo primero que hizo fue seguir el consejo de su gurú: entrevistarse en la clandestinidad (y a espaldas de don Miguel Barbosa Huerta) con Tony Gali, ejemplo vivo de lo más impresentable del PAN.
Su gurú, por cierto, le dice “tío” a Gali desde siempre —al igual que Juan Carlos Natale y otros más.
No sólo, pues, lo vio en privado (y a espaldas del presidente López Obrador).
Hizo algo más: puso a exfuncionarios de confianza del tío Tony (¡que pretende ser senador por Morena!) en las principales áreas de su gobierno municipal.
Por eso ahora que organizó una marcha para manifestarse en contra de lo peor del prianismo en Morena hay algo que no encaja.
Detrás suyo, por ejemplo, marchó Gustavo Vargas Cabrera, expresidente municipal de Huauchinango, que hasta hace poco militaba en el PRI y el PAN.
A su lado iba David Méndez, que, al amparo de Morena, ha servido a los intereses de Eduardo Rivera Pérez, el hoy candidato del PRIAN a la gubernatura.
Cómo olvidar que cuando fue secretario de Gobernación de Miguel Barbosa llenó de panistas adictos a “Lalo” la dependencia.
Las pruebas, brutales, fueron exhibidas en su momento.
Por eso en el discurso antiPRIAN de Claudia Rivera hay algo que no encaja.
Acepta a lo peor de esos partidos cuando arriba al poder municipal, pero ahora que busca llegar de nuevo lo rechaza.
(Ya incorporará de nuevo a los adictos al tío si logra regresar al Palacio de Charlie Hall).
Al estilo PRD, las tribus que marcharon por el zócalo de la Ciudad de Puebla están llenas de otros impresentables que han lucrado desde hace décadas.
Todos los conocemos.
Sabemos quiénes son y en qué nóminas aspiran cobrar.
Nada nuevo bajo este viejo sol.
El brutal pragmatismo de Morena. En este partido caben todos.
Por lo pronto.
Ya llegarán los tiempos de cortar cabezas y sacrificar burros.
(Hay un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar, dice el Eclesiastés).
En las elecciones que vienen hay una prioridad, además de la presidencia de México que ganará sin problemas Claudia Sheinbaum: quedarse con las dos terceras partes del Congreso de los diputados y del Senado.
Ésa es la prioridad.
Las elecciones no se ganan con marchas.
Las elecciones se ganan con buenos perfiles.
Las marchas generan polvo, no votos.
Los perfiles ganadores están hechos de buena fama pública.
Es decir: de los denominados “positivos”.
Los “negativos” sólo generan pérdidas.
Estos perfiles no serán contemplados para la guerra que viene porque pondrían en riesgo los buenos números que se desean en Palacio Nacional.
Y esos buenos números, faltaba más, no se obtienen en marchas plagadas de consignas, gritos y polvo.
Mucho polvo.