El alcalde de Puebla siempre ha querido ser gobernador de Puebla. Para eso se había preparado y resistido todos los embates del poder, principalmente del morenovallismo, con el que desarrolló un trauma parecido al Síndrome de Estocolmo. La primera vez que arribó a la presidencia municipal lo hizo montado en la ola que generó el fenómeno electoral en el que se convirtió Rafael Moreno Valle Rosas, del que provocó su furia tras declarar, unos días después de la emblemática elección de 2010 que sepultó 80 años de priismo en Puebla, que el triunfo del PAN era de su autoría. Al salir del Ayuntamiento cayó en fauces de sus enemigos y estuvo a punto de ir a cárcel. Lo detestaban, pero en ningún momento pensaron que fuera un riesgo para ese proyecto político —tal y como el mismo Rivera Pérez se encargó de difundir—. Querían hundirlo porque representaba todo contra lo que el morenovallismo luchaba. Después, sus mismos persecutores lo sacaron de la cloaca para lanzarlo como su candidato, una vez más, a la presidencia municipal en 2018. Ni las manos pudo meter ante la ola que generó Andrés Manuel López Obrador. Tres años después, Eduardo Rivera buscó una vez más la alcaldía, pero su triunfo no fue tal. Lo que ocurrió fue que la ciudadanía ejerció un voto de castigo contra Claudia Rivera Vivanco. Los electores vieron en Rivera Pérez la posibilidad de que la ciudad entrara en una nueva etapa de desarrollo, sobre todo porque ya tenía experiencia en el cargo. El yunquista solo tenía que hacer una sola cosa: gobernar bien, pero ni eso pudo. A su salida deja una gestión igual de mala que su antecesora: plagada de sospechas de corrupción, sectarista, con una obscena tendencia a utilizar el erario para potenciar la imagen personal del alcalde y, por si no fuera poco, sumida en el caos en servicios, principalmente de seguridad pública. Sin embargo, la búsqueda de la gubernatura no fue como lo pensaba. Es más, llega como abanderado de la oposición después de meses de dudas y resistencias a aceptar la nominación. Al llegar a la Comuna pensaba que tenía todo para ganar, así se lo hizo saber a sus colaboradores, pero conforme pasaron los meses la actitud del alcalde cambió. El ánimo festivo y echado para adelante dio paso a la actitud timorata que conocemos muy del político. Dudas y más dudas sembraron su camino. Fue por eso que la dirigencia nacional del PAN lo obligó a firmar una carta en la que se comprometía a no bajarse de la contienda. Lo obligaron, pues. Como podrá entender, Rivera Pérez está muy lejos lo que pensó. Su apuesta es una apuesta forzada, metida con calzador. Y como bien dicen las abuelitas: Lo que comienza mal, peor termina.
FELICES FIESTAS
Quienes integramos la redacción de Hipócrita Lector tomaremos un receso vacacional del 25 de diciembre al 5 de enero. No sabemos si son días de descanso merecidos, pero sí necesarios. Desde este espacio queremos agradecerle hipócrita lector por acompañarnos durante este año. Un medio de comunicación no solo se mide por la calidad de sus colaboradores sino por sus lectores y nosotros podemos presumir que tenemos a los mejores. Sirva también para enviarle un gran abrazo y nuestros deseos sinceros porque usted y sus seres queridos pasen una muy feliz navidad y tengan un año lleno de bendiciones. (En estos días nos leemos en www.hipocritalector.com).