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jueves, noviembre 21, 2024

El Odio Sazonado de mi Vecina

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Tengo unas cámaras alrededor de mi casa que detectan los movimientos de quienes pasan por ahí, o entran, o salen. (Yo mismo incluido). No las compré para espiar a nadie, sino porque la persona que me las vendió me dijo que estaba comprando seguridad. Eso creí al principio. Luego supe que había comprado morbo. Y es que hay algo de morbo en encender el dispositivo y hurgar en el pasado inmediato de la vida. Mis cámaras, faltaba más, graban lo que ocurrió cuando yo estaba dormido. Y aún más: cuando yo estaba despierto pero ajeno a lo que ocurría fuera.

Así he detectado movimientos extraños de mi vecina. (Le dicen Cuca. Infiero que se llama Refugio). En una de las grabaciones aparece husmeando desde las rejas, viendo a mis perritas peligrosamente. (Hay miradas peligrosas. La suya es notablemente peligrosa). En otra grabación se queda dentro de su Buick Essence viendo mis movimientos. Lo sé porque en otro ángulo de mis cámaras me veo yo a esa misma hora comiendo en el jardín con algunas parejas.

Doña Cuca odia a las mujeres. Odia a todo mundo, pero en particular a las mujeres. Odia a López Obrador, pero odia más a las mujeres. A mi ex pareja no le toleraba su cuerpo. Y menos su cuerpo metido en un diminuto traje de baño. Y menos su cuerpo —en traje de baño— tendido en el jardín, tomando el sol y un vodka helado. Le molestaba mucho a doña Cuca ver esa escena. Entonces levantaba la ceja derecha —la de María Félix—, musitaba una oración —“detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”— y se ponía a sufrir como mojón. (No hay mayor sufrimiento que el de un mojón anónimo).

En la más reciente grabación de mi vecina (tengo sus obras completas) aparece hablando con su sufrido esposo. Hablan (habla ella sola), grita y manotea. Luego señala mi casa. Pero no la señala con buenas intenciones. La señala como un inspector de la Unidad de Inteligencia Financiera acechando a su víctima.

Tengo tres primos sordomudos (hipoacúsicos les llaman) y he aprendido en largas jornadas a leer los labios. Me di a la tarea, entonces, de leer los labios de mi vecina en el momento en el que señalaba mi casa con un tufo de evidente indignación. Bajé el video, lo edité, hice un acercamiento y leí, uffff, sus labios. ¿Qué le dijo al alma buena de su marido? Que yo había publicado una columna en contra de ella y que la había difamado y calumniado.

Sé ahora que mi vecina me lee. Estas líneas que estoy terminando las va a leer en cuanto las publique en Facebook o en Twitter.

Tengo una vecina multiplataformas.

Qué espanto.

Podía con su odio.

¿Podré ahora con su odio alimentado todos los días por lo que escribo de ella?

He ahí la pregunta.

Por cierto: la columna en la que hablo del odio que mi vecina le tiene al presidente López Obrador la retuiteó el diputado federal Gerardo Fernández Noroña. Apenas le dio RT, un ejército de hombres y mujeres de Morena hizo lo mismo. Mi Twitter enloqueció. De todos lados salían retuits. Qué curioso que Fernández Noroña —a quien seguramente también odia mi vecina— haya querido exhibir a doña Cuca. Porque es claro que quien le da retuit a algo, comparte plenamente su contenido.

Algún día le preguntaré al diputado la razón de su retuit.

Por hoy me guardo.

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