La exhumación del cuerpo sin vida de Tadeo, un menor de apenas tres meses de nacido, evidenció la cadena de corrupción que se vive dentro de los centros de reclusión de Puebla.
Una cadena de abusos, negligencias, o en su caso, complicidades y grupos de poder que gobiernan los penales, que permite que el cuerpo de bebé fallecido pase de estar en una fosa en el panteón de Iztapalapa, en la Ciudad de México, a encontrarse en un basurero en el Centro de Reinserción Social de San Miguel, de la ciudad de Puebla.
Un autogobierno que hizo que el cuerpo sin vida de un menor fuera desterrado de su lugar de descanso para llevar dentro de él droga e introducirla en el penal de Puebla, y después simplemente desecharlo en un basurero… sin mayor cuidado, sin el menor respeto.
El 10 de enero de este año, aparecieron sus restos en el reclusorio de Puebla, y las dudas brotaron junto con el reclamo social por esclarecer lo sucedido. ¿El menor falleció dentro del penal? ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Por qué nadie avisó antes al respecto? ¿Tiene nombre, padres, una familia? ¿Para qué utilizarían el cuerpo de un bebé? ¿Quién le haría algo así a un bebé: dejarlo en el abandono de un contenedor de basura?
Además de los restos de desechos de la prisión, en los que fue depositado Tadeo –de quien se desconocía hasta su identidad, procedencia y parentesco– llevaba en su brazo una banda de hospital con los apellidos de sus padres –Ayala Peralta– como una pieza para identificarlo.
La familia Ayala Peralta había recibido en el mundo a Tadeo el 4 de octubre en un nosocomio del Estado de México, un menor que nació con complicaciones intestinales que lo llevaron a cirugía en seis ocasiones, y que posteriormente lo llevó a fallecer el 5 de enero de este año.
La pareja le dio sepultura y descanso al hijo con el que sólo pudieron convivir 12 semanas el 6 de enero en un panteón de la alcaldía Iztapalapa, de Ciudad de México, donde lo podrían visitar, pero la noticia del hallazgo en el penal de Puebla reveló una trama aún más oscura para ellos.
Las sospechas de que el cuerpo hallado en el Cereso poblano era de su hijo comenzaron a seguir a la pareja, pues las características del cuerpo de tres meses de nacida y con incisiones quirúrgicas los alertó. Buscaron una respuesta en el panteón donde le dieron descanso, y ahí se confirmó todo de la manera que menos lo esperaron.
Al buscar información con el encargado del panteón, en lugar de recibir respuestas fueron las amenazas las que saltaron primero: En el ataúd que se encontraba Tadeo sólo había un espacio vacío y la advertencia de que mejor se quedaran callados, reveló la directora de la organización Reinserta, Saskia Niño de Rivera.
La Fiscalía de la Ciudad de México –que en un inicio había descartado algún reporte de extravío, desaparición o robo de un menor de tres meses de nacido– ahora asesoraba a la pareja Ayala Peralta para hacer el reconocimiento del cuerpo en la Fiscalía de Puebla.
Tras horas de drama, la familia ya recuperó el cuerpo exhumado de su hijo para darle nueva sepultura. La Fiscalía de Puebla identificó al responsable de la introducción del cuerpo sin vida del menor y en los siguientes días estará formalizando la denuncia correspondiente, pero la cloaca de la realidad de las cárceles en Puebla y el país está lejos de ser caso cerrado.
El gobernador Miguel Barbosa señaló en días pasados que este caso sacaría a flote “mucha porquería” de lo que ocurre en los Ceresos de Puebla, donde el tráfico de drogas, las extorsiones telefónicas y la trata de personas es el día a día que los autogobierna, y que ahora ha demostrado que es capaz –incluso– de introducir el cadáver de un menor para cualquier que sea su fin.