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domingo, noviembre 24, 2024

Arde Argentina

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“Nunca conocí a un hombre inteligente y peronista”

-Jorge Luis Borges

 

La historia reciente de Argentina y México no es tan diferente como muchos creen. Aquí sobrevivimos a poco más de 70 años ininterrumpidos de gobiernos surgidos del partidazo: el PRI. Allá, abajo, los argentinos han padecido casi los mismos años con el sello peronista y sus variantes, como se dice ahora en tiempos de pandemia.

Si la semana pasada eran terribles las Noticias del Imperio; de Andrés, el príncipe pederasta, y de Boris, el parrandero primer ministro inglés que sigue en la tablita, no muy distintas son las que arriban del sur: de Argentina y del cogobierno de los Fernández, Alberto y Cristina. El primero designado a dedo candidato a la presidencia por la segunda, quien no pudo postularse a su tercer mandato por tener abiertas al menos 14 causas judiciales, entre ellas por un brutal enriquecimiento.

Para entender lo que vive hoy Argentina es necesario volver a Jorge Luis Borges, quizá el escritor más importante en lengua castellana del siglo XX.

Borges odiaba a Perón y al peronismo, pero no fue el único intelectual que mostró su antipatía al tres veces presidente argentino: también lo hicieron otros gigantes como Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, los poetas Ezequiel Martínez Estrada y María Elena Walsh. O el periodista y escritor Rodolfo Walsh.

La lista es enorme.

Borges nunca le perdonó al peronismo haber sido despiadado contra tres de las cuatro mujeres más importantes de su vida: Leonor Acevedo, su madre; Norah Borges, su hermana; y Victoria Ocampo, su mentora.

Su mamá y su hermana fueron acusadas de escándalo en la vía pública por cantar el Himno Nacional en una manifestación contra Perón en 1948 donde se lanzaron volantes contra el régimen. La madre, que ya pasaba de 70 años, cumplió estricto arresto domiciliario. La hermana de Borges, que tenía por entonces 45 años, fue enviada a la cárcel de Buen Pastor. A Ocampo, la mujer que impulsó la carrera literaria de Borges, la acusaron cinco años después, en 1953, de conspirar contra Perón y pasó 26 días en la cárcel. Al ser liberada, gracias a la presión de intelectuales de todo el mundo, sólo atinó a decir: “Yo no he hecho nada, fuera de ser antiperonista”.

Pero esa no era la única razón de su odio al peronismo. Apenas llegado al poder, Perón echó a Borges como director de la biblioteca municipal Miguel Cané, un humilde empleo con el que sostenía a su familia a la muerte de su padre.

Borges contó en su autobiografía: “En 1946 subió al poder un presidente de cuyo nombre no quiero acordarme. Poco después fui honrado con la noticia de que había sido ascendido al cargo de inspector de aves, huevos y conejos en los mercados. Me presenté en la Municipalidad para preguntar a qué se debía ese nombramiento. `Bueno, usted fue partidario de los aliados durante la guerra. Entonces, ¿qué pretende?´ Esa afirmación era irrefutable, y al día siguiente presenté mi renuncia”.

No fue la única vez que lo despidió. También lo corrió de la Biblioteca Nacional en 1973, al asumir nuevamente la presidencia.

Perón lo había dejado claro: “a los amigos todo, pero a los enemigos ni justicia”.

Ni trabajo.

La antipatía de los intelectuales argentinos tuvo siempre otra razón de peso: El peronismo abrazó (y hospedó) a las fuerzas alemanas (nazis) derrotadas en la Segunda Guerra Mundial.

Y, claro, ninguno de ellos era digno de confianza. ¿El delito? No jurarle lealtad.

 

***

La fiesta del Monstruo

Es el título de un cuento brutal que escribieron a cuatro manos Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges en 1947.

Vaya, pues, para el Hipócrita Lector un ajustado resumen:

El narrador, un joven peronista, le cuenta por carta a Nelly, su novia, la aventura casi heroica que significó ir de Tolosa, un pequeño pueblito del interior, a Buenos Aires. ¿El fin? Escuchar a su amado líder en Plaza de Mayo. Después de mil incidentes en el trayecto y ya en la capital del país, cuadras antes de llegar, por la avenida Belgrano, él y sus compañeros de travesía, se encuentran a un estudiante judío al que obligan a saludar al retrato del Monstruo. El universitario se niega y, sin saberlo, firma con ello su sentencia. El grupo lo machaca literalmente a pedradas.

“El primer cascotazo lo acertó de puro tarro, Tabacman, y le desparramó las encías, y la sangre era un chorro negro. Yo me calenté con la sangre y le arrimé otro viaje con un cascote que le aplasté la oreja y ya perdí la cuenta de los impactos, porque el bombardeo era masivo. Fue desopilante; el jude se puso de rodillas y miró al cielo y rezó como ausente en su media lengua. Cuando sonaron las campanas de Montserrat se cayó, porque estaba muerto. Nosotros nos desfogamos un rato más, con pedradas que ya no le dolían. Te lo juro, Nelly, pusimos el cadáver hecho una lástima”.

Le robaron sus pertenencias, le clavaron un cortaplumitas en la cara, le prendieron fuego con sus libros y siguieron triunfalmente su marcha. Toda una gesta. El Monstruo salió al balcón y ellos pudieron escucharlo, como todo el país, porque el discurso se transmitió en cadena (nacional).

 

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El quilombo

Argentina se acerca hoy al caos. En apenas 25 meses de la gestión de Alberto Fernández como presidente llevó al dólar de 45 a 213 pesos, una devaluación de casi el 250%; la inflación pasó del 30% al 50%. La pobreza alcanzó al 70% de los argentinos.

Y ni hablar de la gestión de la pandemia. Entre la economía y la salud de los argentinos, Alberto Fernández eligió lo segundo: mandó a encerrarse en sus casas a 42 millones de argentinos en el confinamiento más salvaje que se haya aplicado, mientras que Fabiola, la mujer, celebraba su cumpleaños (al estilo Boris Jhonson): con el marido, con Dylan, el perro, montón de invitados, y mucha champaña en La Casa Rosada.

Por si fuera poco, Argentina debe hoy al FMI 44 mil de los 57 mil millones de dólares que el organismo le otorgó a Mauricio Macri, el presidente anterior, para hacer frente, entre otras cosas, a la deuda heredada durante los ocho años de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, estimada en más de 200 mil millones de dólares.

 

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El abogado

Al presidente López Obrador le dieron ganas el viernes de salir, en la mañanera, en defensa del gobierno de los Fernández ante ese monstruo despiadado que no sólo devora niños, sino que se traga países enteros y, tras la comilona, los vomita en forma de pobres y miserables.

Ese otro monstruo es el Fondo Monetario Internacional, el organismo que integran 183 países, casi todos los que existen, que vela por el buen funcionamiento de la economía mundial.

Lo que pidió López Obrador es que le den un trato justo a Argentina porque no se vale que le quieran cobrar a su cuate Alberto Fernández la deuda que contrajo (el neoliberal) Mauricio Macri con tal de repetir en el cargo.

Lo que omitió López Obrador fue que Macri pidió el rescate del FMI justamente para eso: pagar parte de la deuda que le heredó Cristina Fernández de Kirchner.

En algo los mexicanos tendrán que aplaudirle a su presidente. Más vale que salga en defensa de los Fernández ante las almas muertas del FMI que hacerles un préstamo.

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