En 2018, 15 millones de nuevos votantes fueron a las urnas en un porcentaje superior a la media nacional, y su simpatía electoral se manifestó en un alto grado en favor de Andrés Manuel López Obrador.
En 2024 ocurrirá el mismo fenómeno: 15 millones de nuevos votantes saldrán a las calles.
Los de 2018 eran milenials.
Los de 2024, serán de la denominada Generación Z.
El 30 de julio de 2023, el periodista Ernesto Núñez Albarrán publicó en Animal Político un artículo revelador sobre este tema.
El exreportero de Reforma revela que una buena parte de los jóvenes de la Generación Z “prácticamente creció con un teléfono inteligente en la mano. (Son) esas niñas y niños que cuando sus papás querían comer con tranquilidad les daban un Ipad para entretenerse.
“Es la generación de la pandemia y del classroom; la que tuvo que aprender a enamorarse a través de mensajes de WhatsApp o Instagram; que supo hacer travesuras a través de Meet o que asistió a su graduación de secundaria en una sesión masiva de zoom
“Nombrados con la última letra del abecedario, son aquéllos que llegaron a suplir a los millenials, que se niegan a ser conocidos como otra generación de cristal y que han normalizado la inclusión y la diversidad”.
(Disculpe el hipócrita lector esta larga pero brutal cita).
Al final de su artículo, Núñez Albarrán refiere que sus dos hijos ya podrán votar en 2024 y que ni siquiera saben si saldrán a hacerlo.
Un alto porcentaje de esos futuros votantes viven en las redes.
En TikTok en particular.
La mayor parte de los políticos sale a hacer gracejadas tiktokeras sin mucho éxito.
El patético Javier Milei, presidente electo de Argentina, fue el payaso de las cachetadas durante la campaña, y antes de ésta, en programas cómicos de pésima factura.
La duda que mata en este caso es cómo un payaso de este corte fue capaz de arrasar en las urnas a un político profesional —un tecnócrata puro—, y más moderado, como Sergio Massa.
Hay que agregar que en estas elecciones hubo dos millones de nuevos votantes.
¿Por quién votó esa legión de tiktokeros?
¿Por el tecnócrata o por el payaso?
La duda hiere.
Habría que preguntarnos por el destino de nuestro sufragio en la primera elección a la que acudimos.
Yo, por ejemplo, fui desde temprano a mi casilla en la Ciudad de México el domingo 4 de julio de 1976.
(Tenía para entonces 20 años).
No había muchas opciones.
Mejor dicho: en la boleta sólo había una opción: José López Portillo (JLP).
Éste aparecía tres veces: como candidato del PRI, del PPS y del PARM.
(El PAN, misteriosamente, no presentó candidato alguno).
Sin contar con el registro oficial, el Partido Comunista Mexicano postuló a un líder histórico de la izquierda mexicana: Valentín Campa, quien se embolsaría casi un millón de votos.
El mío —inocente, cándido, surrealista—fue para un poeta que no aparecía en la boleta: Octavio Paz.
(Hoy volvería a votar por él).
A la semana siguiente de la elección, los diarios revelaban que dos personas habían sufragado por Paz, en tanto que por Cantinflas se habían decantado cerca de trescientos votantes.
López Portillo, del PRI, le ganó a López Portillo, del PARM, y a López Portillo, del PPS, con más del 90 por ciento de los votos.
(Un porcentaje jamás igualado, pues hasta los muertos votaron).
De hecho, con un solo sufragio —el de la mamá del candidato—, JLP hubiese ganado los comicios.
Días antes de esa elección, Jorge Ibargüengoitia escribió al final de su artículo semanal en el Excélsior de Julio Scherer:
“El domingo son las elecciones. ¡Qué emocionante! ¿Quién ganará?”.
Cuatro días después de los comicios, el 8 de julio, el presidente Luis Echeverría le dio el macabro golpe de Estado a Excélsior y a Scherer.
Regreso a las primeras líneas de esta columna.
El año próximo, quince millones de tiktokeros influirán en el destino electoral de este país.
¡Qué emocionante!
¿Quién ganará?