Lo visto el pasado viernes en la contienda interna de Morena para elegir al precandidato a la gubernatura de Puebla sorprendió a muchos porque el triunfo obtenido por Alejandro Armenta Mier fue simplemente arrollador y exhibió el alcance de las estrategias de los equipos que respaldaban a los otros seis aspirantes, principalmente el de Ignacio Mier Velazco.
Para elegir al coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación en Puebla, Morena utilizó un método similar al que aplicaron en la selección de candidatos en 2021 y 2022. Se trata de un índice de posicionamiento de 10 puntos que permite definir quién es el mejor aspirante a partir del resultado del porcentaje mayor de cada uno, distribuidos de la siguiente manera:
Opinión positiva (2 puntos), Conocimiento del estado (0.25), Honestidad (1.25), Cercanía (0.25), Cumple lo que promete (0.25), Percepción de buen candidato (1), Disposición a votar por él (2) y Preferencia como candidato de Morena (3).
Tomando como base este método de selección, Alejandro Armenta Mier se convirtió en el ganador indiscutible al ganar las tres encuestas aplicadas para medir a los siete aspirantes. Este dato parece que se pretende dejar de lado en la discusión pública, pero es fundamental porque representa el grado de competitividad real que hubo en este proceso.
De los 10 reactivos medidos, Alejandro Armenta ganó los 10 en los estudios aplicados por la Comisión Nacional de Elecciones de Morena (encuesta madre) y la de Mendoza, Blanco y Asociados (espejo). Mientras que en la de Covarrubias y Asociados (espejo), obtuvo 7 puntos.
Insisto en que este dato es determinante porque la percepción que se pretende vender de una puja reñida entre Ignacio Mier y Alejandro Armenta no es real. Hubiera existido si es que la encuesta madre reflejara númerosdiferentes.
Por ejemplo, en la elección de Oaxaca, Salomón Jara ganó con un margen de dos puntos, al quedar el conteo 6-4 frente a su contendiente Susana Harp. Allí es donde se puede afirmar que se registró una contienda reñida, pero no donde el resultado fue 10-0.
El margen de diferencia entre Alejandro Armenta e Ignacio Mier en los 10 reactivos, que en algunos casos fue de menos de un punto, tampoco define nada, ya que la sumatoria total es la que determina el grado de competitividad. La pregunta más importante tenía un valor de tres puntos, pero por sí sola no es garantía de triunfo, de ahí que el aspirante requiere demostrar fortaleza en las otras nueve evaluaciones. Eso es lo que determinaría una contienda cerrada o pareja.
Esta situación es, quizás, uno de los factores del por qué el diputado federal optó por no romper con su partido, aceptar la primera fórmula para el Senado de la República e inclinarse por la negociación de posiciones para su grupo.
No hay elementos para denunciar un fraude, anomalías o intentos de descarrilarlo. Muchos menos elementos para exhibirlos frente al inquilino de Palacio Nacional.
Con estos resultados queda claro, además, por qué la estrategia más importante del diputado federal fue vender su cercanía con el presidente Andrés Manuel López Obrador, ya que había la posibilidad real de que todo se decantara por un acuerdo político y no estadístico (tal y como ocurrió en la Ciudad de México).
Los resultados dados a conocer el viernes pasado también demostraron que la estrategia de Alejandro Armenta fue la correcta y engañó al resto de sus contrincantes con la verdad. Primero, hizo énfasis en su alto conocimiento e intención de voto, lo que llevó a sus contrincantes a desacreditarlo con el argumento de que la elección de Morena no la ganaría el más conocido.
El senador, por el contrario, estaba en una ruta diferente: la construcción de un aspirante con base en los 10 atributos que forman al abanderado ideal de Morena. Entendió que su principal fortaleza estaba en el conocimiento que la gente tiene de él, por lo que su equipo lo ayudó a construir atributo por atributo, pero sin descuidar el área de posicionamiento. (Por ejemplo, al final de la contienda este indicador llegó al 87.4 por ciento).Respecto al equipo de Ignacio Mier existen dos hipótesis: Que todo el tiempo apostó por el conocimiento para que eso generara un “efecto cascada” en el resto de los atributos; o, bien, que no les dio tiempo de apuntalar los atributos de su aspirante, a tal grado de que pudiera rebasar a Armenta.
Insisto: el hecho de que haya un margen reducido entre ambos no es competitividad, ya que si el equipo del diputado federal hubiera trabajado los atributos de su candidato esto se vería reflejado en los sondeos y, entonces, sí se podría apreciar que un aspirante gana en donde su oponente es débilo donde se ha podido consolidar mejor el mensaje.
De hecho, al hacer una revisión detallada se puede apreciar que los negativos del coordinador del Grupo Parlamentario de Morena son los más grandes entre los cuatro aspirantes mejor rankeados, aunque Claudia Rivera Vivanco no se queda atrás e incluso domina algunos.
Un dato adicional que se comprobó es que las mediciones realizadas por las casas encuestadores que contrató el legislador federal, sencillamente fueron un timo rotundo.
En la casa de enfrente, es decir, la del senador Armenta, la empresa Indicadores SC realizó mediciones semanales en un lapso de ocho meses, con una base de mil 200 entrevistas -que al mes sumaban 4 mil 800 de manera rotatoria- para documentar que su aspirante nunca dejó de ocupar el primer lugar en los diferentes atributos medidos, entre ellos, obviamente, la pregunta que valía 3 puntos.
Como evidencia, además, está el último tracking que esa encuestadora aplicó al 5 de noviembre y reflejó los mismos datos que cinco días después serían revelados por Morena.