Hay una nueva plaga: la de los polemistas en programas de internet.
Ya se sabe: para polemizar no basta vociferar o manotear.
Menos aún, decir lugares comunes.
Los tópicos se repiten urbi et orbi.
También las formas.
He visto todos y cada uno de esos programas y, salvo algunas muy excepciones, sus participantes parecen sacados de un big brother de barrio: gritan mucho y no dicen nada.
Cada dos segundos alguien habla con una falta de ortografía (y orografía).
No hay decoro.
Dicen lo mismo con las mismas palabras y el mismo titubeante fraseo.
Eso sí: quisieran ser Javier Tello, Gibrán Ramírez o Denise Dresser, pero terminan siendo una copia barata de Chumel Torres.
(En el fondo, su ideal es ser López Dóriga, otro rey del lugar común).
El problema es que no leen.
Y al no leer, no aportan nada.
(Sus lecturas son sus propias malas columnas, y las malas columnas de sus contertulios).
El lenguaje no se adquiere por ósmosis.
El lenguaje es un ser vivo al que se le va alimentando con ejercicios ligados a la lectura, a la escritura y a la conversación.
(Y tales personajes, la mayoría, están muy lejos de eso).
Pongo un ejemplo:
Los miércoles por la noche hay un programa conducido por un periodista —Rodolfo Ruiz—, un cocinero —Jesús Manuel Hernández— y un caricaturista: Xavier Gutiérrez Téllez.
Ruiz es un periodista probado.
Ahí no hay pierde.
Jesús Manuel es un buen cocinero.
(Maestro de generaciones).
Y Gutiérrez Téllez fue jefe de prensa de dos exgobernadores poblanos.
Hasta ahí todo está bien.
Los contertulios comen y beben mientras conversan entre ellos o con algún invitado.
El problema viene cuando el cocinero (el oficio de mis sueños) se siente intelectual.
Su protagonismo es de tal tamaño que acapara la palabra y no deja hablar, por ejemplo, al periodista.
(Cuando éste habla, la cosa se pone buena).
Puse como ejemplo este programa, porque, pese al protagonismo de Jesús Manuel, es de los pocos que se dejan ver.
Ser pretencioso no es malo.
Lo malo es no cumplir las expectativas generadas y terminar siendo el Caballo Rojas del periodismo.
O peor aún: Lalo el Mimo o Beto el Boticario.
Basilio, el piloto poblano de Estafeta. El piloto Ricardo Basilii Sainz Tchoudovskaia midió el viento, checó el tablero e inició una buena aproximación para dar pie al aterrizaje del avión de Estafeta en la pista del aeropuerto Hermanos Serdán, ubicado en Huejotzingo, Puebla.
(Dicen los clásicos que nunca se ha realizado un buen aterrizaje sin una buena aproximación).
Minutos después, el piloto Ricardo Basilii Sainz Tchoudovskaia —poblano de nacimiento y orgulloso hijo de su orgullo padre (Gerardo Sainz)— acercó el avión al área donde el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina encabezó el inicio de operaciones de Estafeta en Puebla.
(Esto ocurrió el viernes pasado).
Con ello, el aeropuerto poblano se posiciona como un centro logístico de carga aérea orientado al sureste del país.
El piloto Ricardo Basilii Sainz Tchoudovskaia escuchó desde su cabina cómo Ingo Babrikowski, CEO de Estafeta, detallaba que la operación aérea se dividirá entre el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y el Aeropuerto Internacional Hermanos Serdán.
(Olivia Salomón, secretaria de Economía, estaba casi eufórica por la gestión realizada y por las cálidas palabras que le dio el gobernador).
El piloto Ricardo Basilii Sainz Tchoudovskaia se emocionó al ver, felices, en el centro de la escena, a Gerardo Sainz, su padre, y a su hermana Ludmila.
(También, eufórica, se encontraba su madre, de origen ruso, tomando fotos del trascendental acto).
Yo conocí a Ricardo Basilii Sainz Tchoudovskaia (mejor conocido como Basilio) en tres momentos: de bebé, de niño y de adolescente; siempre apoyado por Gerardo, empresario restaurantero descendiente de los señores que hace 125 años fundaron El Antiguo Cazador en la 3 poniente 147.
Gran amigo de sus amigos, Gerardo Sainz continúa con su pasión culinaria mientras observa, de cerca, cómo su hijo conquista, ufff, el espacio aéreo.
Minutos después, el gobernador mostró su gusto y su sorpresa al enterarse de que Basilio Sáenz, piloto de Estafeta, es tan poblano como El Antiguo Cazador, restaurante que durante décadas estuvo a cargo de don Fausto Sainz, padre de Gerardo y abuelo de Ricardo Basilii Sainz Tchoudovskaia, Basilio, primer oficial del vuelo inaugural de Estafeta en Puebla.