Más allá de la campaña negra o de si fue un ataque orquestado desde un bando amigo, lo interesante en el escándalo en contra del senador Alejandro Armenta Mier es el control de crisis en sus filas y el pésimo control del involucrado en él; me refiero a El Choco, José Luis García Parra.
La polémica inició con un vídeo en Twitter, publicado por un pseudo periodista, que luego escaló a Latinus de Loret de Mola, y finalmente a un timeline del oligarca conservador, Ricardo Salinas Pliego; que desembocó en una tendencia nacional que criticaba la compra de un Audi R8 por uno de los asesores más cercanos del senador.
A diferencia del senador, José Luis García Parra actuó precipitadamente, con errores que incendiaron más las redes, como sus disculpas, y hasta la entrega del vehículo en la distribuidora de automóviles.
Lo anterior culminó en su necesaria renuncia al cargo de la Coordinación de Asesores del Senado de la República, y a su eventual enfriamiento, hasta que la memoria poblana se olvide del tema, en el equipo del senador Armenta.
El senador primero se deslinda, correcto; y es enfático. Sólo se responsabiliza por los actos de su hija menor, argumento por el cual pone en línea a todos sus allegados y, en un tercer momento, cede a la presión de la opinión pública y acepta la renuncia de su asesor más allegado.
Finalmente, jugada maestra. Incorpora como su sucesor a un histórico militante de la izquierda poblana, heredero de lucha y actualmente, diputado local suplente, el camarada Pavel Gaspar Ramírez.
Este nombramiento es de un perfil muy opuesto, tanto en historia, como en trayectoria y experiencia, respecto a José Luis García Parra; y, en el contexto de la apertura de Morena y de la competitividad política en la sucesión por la gubernatura, es un acto de fe para las bases de la izquierda.
Esta jugada se circunscribe en la estrategia armamentista de incorporar a más perfiles con solvencia moral que a perfiles transfugistas, como si por cada cinco presentables, se pudiera incorporar a por lo menos un impresentable.
En la sucesión poblana hay una tendencia a arropar al mayor número posibles de actores del viejo régimen, de robarse a líderes de estructuras y, de esa manera, consolidar el posicionamiento de los interesados en la gubernatura; sin embargo, el senador Armenta también tiene en sus prioridades: integrar a militantes de la izquierda poblana.