Cuando Martina traicionó a su marido se estaba escribiendo otro capítulo del drama mexicano, porque los corridos entre otras cosas son eso: un drama social que toca la fibra sentimental de las personas, son emociones abiertas como una rosa que se alimenta de sangre. Martina es una historia de Antonio Aguilar evocada de la realidad, construida con una lógica para aquellos que fuimos espectadores de un amor perverso e imposible.
Si Martina los 15 años ya andaba en sus andanzas sexuales, ¿por qué no podía traicionar a su marido? Además, que lo imagino feo, viejo, sudado, de mal carácter, con un bigote grande que la puyaba cuando la besaba mientras ella se dejaba por obligación. Una muchachita que quizá fue violentada sexualmente. Pero más allá de ese fetiche del hombre charro y super macho, de una época más salvaje que la actual, Martina fue una hija ofrecida por sus padres.
¿Y qué muchacha a los 16 años cumplidos no piensa en los placeres? Las miradas lascivas a esa edad son potentes, poderosas, experimentales, y con ello arrastra la primigenia forma de la exploración sexual, de cortejo y fantasía, de la conquista posible y del príncipe azul.
Pero la historia de Martina no solo queda ahí, porque ella es ansiedad y preocupación, acción, juego, soledad, misterio gozoso y sobre todo desconfianza; desconfianza que Martina supo driblar con mentiras hasta donde pudo, mostró las cosas a su conveniencia y sobre todo darle a pensar al narrador-personaje, que lo que él está infiriendo no es así.
Esta canción construida como una crónica popular se vuelve memoria, quien escucha la rola queda con el imaginario de haber estado metido en ese tremendo dramón, y sobre todo, tratándose de alguien que parece intocable: un charro con pistola en cintura a quien una muchachita de 15 años hizo lo que le dio la gana.
Hay varios indicios de que las cosas sí pasaron como fue el no haberle dado tiempo al amante de recoger el revolver, el caballo y el reloj, objetos detonantes en la historia que causan una sospecha directa al marido, y por más que Martina justificara la presencia de estos objetos, aparece una evidencia más: alguien durmió en su cama.
Por más que Martina se defendió con los argumentos posibles, no pudo mantener su historia, su marido no se la caló más, la agarró de la mano y se la llevó a sus padres, pero hay un giro inesperado porque el narrador quiere dejar en claro lo que le había hecho y sus padres se zafan del problema, se la devuelven porque ellos no tenían la culpa, además que se la habían entregado bajo el mandato sagrado de la iglesia.
Al desesperado y violento hombre, al ver que no encontró respuesta, la hincó de rodillas y no le quedó de otra que darle 6 tiros en venganza, y aquí entra el dolor de la muerte por alguien reprendido salvajemente.
En cada tiro están representadas todas las mujeres que han matado en México por haber sido infieles a sus maridos, Martina es el gran espejo, en su sangre derramada está la sangre de muchas que hartas de sus esposos decidieron jugársela con otro.