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viernes, noviembre 22, 2024

Porfirio Alejandro, ojos omnipresentes

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Le faltaron 14 días a Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega para cumplir 90 años de edad. Ha muerto la tarde del domingo 9 de julio a los 89 y su cumpleaños sería el 23 de este mes. Hay que decir, con admiración, que aprovechó cada día como protagonista de su época, la que miró con ojos omnipresentes. 

El gran parlamentario, uno de los mejores de toda la historia del país, militó formal o informalmente en cinco partidos (PRI, PRD, PARM, PT y Morena). Presidió dos de ellos (PRI y PRD). Participó en la fundación de dos (PRD y Morena).  

Fue precandidato presidencial en 1976, con el priismo; luego abanderado a la Presidencia del PARM (2000), posición a la que declinó para acompañar el triunfo de Vicente Fox Quesada, que ganó con una alianza del PAN y el PVEM. 

El currículum de Porfirio Alejandro es interminable. Fue cinco veces legislador (tres, diputado federal; una, senador y una constituyente de la Ciudad de México). 

Con una vigencia en la vida pública de casi 70 años, el maestro de generaciones de políticos convivió, con distintas cercanías y tonalidades en la relación, con ocho presidentes de la república. 

Porfirio no se limitó a ver y a construir, con su participación, la historia contemporánea del país, sino que se empeñó y consiguió ser protagonista en los momentos cruciales de la nación. 

Lo mismo festejó y ofreció un discurso en el Ángel de la Independencia, al lado de Fox, tras el primer triunfo para la alternancia, luego de ocho décadas de priato, que fue el encargado de pasar la Banda Presidencial del priista Enrique Peña Nieto al actual mandatario Andrés Manuel López Obrador. 

Muchos años antes, soñó y fue contendiente serio a la sucesión —en 1976— de Luis Echeverría Álvarez, quien finalmente, en los rituales y códigos del priato, se inclinó por su amigo José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco. 

En la LVII Legislatura de la Cámara de Diputados (1997-2000), fue el primer presidente de oposición de la Mesa Directiva. El priato hegemónico, al que una vez había pertenecido, se estaba derrumbando y sus manos, con las de otros opositores, empujaban las profundas grietas, para lograr, en el año 2000, la primera alternancia. 

Porfirio Alejandro era festivo y, a pesar de haber ordenado, entonces, que los reporteros que cubrían las actividades del Palacio Legislativo de San Lázaro, ya no podían andar entre las curules durante las sesiones plenarias, tuvo una buena relación con la prensa. 

Los periodistas fueron limitados a un palco, conocido entonces como el “corral de la ignominia”; una vez que se había hecho sonar la campana, todos para allá. 

El también diplomático estaba en plenitud física en esos años. Tenía en ese momento apenas 64 años y la lucidez, que lo acompañó hasta el último día de su vida, brillaba deslumbrante. 

Las entrevistas colectivas eran cotidianas con él durante el año que fue presidente de la Cámara Baja y luego cuando continuó como coordinador parlamentario del Partido de la Revolución Democrática (PRD). 

Bastaba una convocatoria para subir con grabadoras y cámaras al Cuarto Piso del Edificio B, para escuchar lo que Porfirio Muñoz Ledo (como ha sido siempre aludido) tenía que decir o revelar. 

Era contundente, como había sido docto en la conducción de las sesiones de aquella LVII Legislatura, tanto como lo fue cuando presidió el primer año de la llegada de Morena como mayoría parlamentaria, en 2018. 

En aquellos años era común recibir en el estómago o entre las costillas los codazos del jefe parlamentario perredista, si la emoción reporteril llevaba a una proximidad incómoda para él. 

El franco aroma vespertino escocés era también, en esa época, consuetudinario en él. En una de las últimas entrevistas que dio para el sitio de Adela Micha, Porfirio disfruta la charla también con un whisky. Buen bebedor, buena madera y nunca en público perdió la galanura del político glamoroso. 

Se fue así, genio y figura, aquel hombre que en 1976 compró el terreno que estaba detrás de su casa, porque el entonces presidente Echeverría, en una visita, le había dicho que su domicilio era “muy pequeño para recibir contingentes”. Él había creído que era la señal de que sería destapado. 

No fue así y la Presidencia fue un logro, tal vez el único, que le faltó a Porfirio Alejandro y a su mirada desde la histórica altura. 

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