La magia en una comunidad es la forma de ser, de compartir y de pensar de su gente, así, sin calificativos. No puede existir nada más importante que las personas que, con su actitud y entusiasmo, construyen un hogar cálido, afable y vivible en paz y armonía para vivirlo compartiéndolo.
Lo compartimos con generosidad a todos y a todas, que con curiosidad de aprender y merecer y conocer, con necesidad de trabajar y convivir, asisten a ese hogar-pueblo, cálido. Y eso es –lo creo yo que lo vivo y lo compruebo–, el principal mérito para que las autoridades de Turismo Federal reconozcan el valor del ser teziuteco y concedan al pueblo de Teziutlán el mérito de ser un “Pueblo Mágico”.
No hay mayor riqueza que la calidad humana de los teziutecos: hombres, mujeres, adultos y jóvenes, que siempre, con una mano amiga, reciben a todos los que llegan a Teziutlán, en busca de condiciones para realizar sus objetivos personales, sea de trabajo, de familia, de recrear sus propias formas de pensar. Aquí encontrarán, siempre, muchos que les ayuden y los motiven.
Eso es lo que contiene y expresa nuestro “espíritu serrano”: nobleza, solidaridad, voluntad de escuchar, comprender y atender, a todos, sin importar de dónde vengan o a que vengan, con la intención, simplemente de ser útiles a quienes algo buscan, de buena fe, de buena intención, en esta comarca en la que, todos saben bien, muy bien, siempre habrá amistad, respeto y cordialidad.
Somos los teziutecos y teziutecas, herederos de una rica tradición de anfitrionía, de antepasados que, con una visión de eternidad, crearon, con abnegación y talento, una comunidad de hombres libres a los que nos enseñaron que esa libertad solo se justifica cuando se comparte, se multiplica y se disfruta.
Y con esa misma dignidad, se recibe, se agradece, se compromete y se defenderá la calidad de Pueblo Mágico.
Por supuesto, la riqueza natural expresada en montañas generosas en producción forestal, agrícola y ganadera, caudalosos ríos y espléndidas cascadas, que ofrecen oportunidades para el turismo de aventura y de contacto con la naturaleza, compiten con las subidas y bajadas propias de una montaña, que dio parto a una gran ciudad de joyas arquitectónicas en cada una de sus principales calles; y un exquisito Santuario de la Virgen del Carmen, único en el mundo, además de nuestra Catedral, la joya arquitectónica más emblemática y fastuosa de todo el golfo de México.
Sabores y costumbres. Danzas tradicionales y arte contemporáneo, se integran en una ciudad cultural irrepetible.
Una Univerciudad, de vieja tradición y excelencia universitaria, se abre paso en una ciudad de miles de trabajadores de la industria maquileras de calidad reconocida internacionalmente.
Pero, todo eso, es un patrimonio original, auténtico, cuya existencia, conservación y complementación está a cargo de un pueblo, trabajador incansable, noble en la humanidad de su ser y generoso en valores a los que da importancia en su práctica cotidiana.
Y todo eso, en un pueblo donde llueve dinero, donde la neblina comparte salud, donde el sol es vitalidad y futuro.
Y todo eso es para quienes lleguen, simplemente lleguen a las goteras de la ciudad para que, con orgullo y dignidad, una mano fraterna les diga: Bienvenidos a Teziutlán, pásenle a lo barrido…. ¿un xole bien calientito y un sabroso tlacoyo, de alberjón, o de frijolitos con hoja de aguacate y chiltepín?… todo hecho por manos santas de mujeres que todos los días nos recuerdan que haber nacido en Teziutlán, es haber nacido en el ombligo del mundo.
Y sí, tiene usted razón, ¡soy teziuteco!