La narrativa gubernamental del presidente López Obrador ha estado anclada en el concepto de la “Cuarta Transformación”. Haciendo su aparición cronológica en el antecedente de las tres transformaciones pasadas: La independencia; la reforma y la revolución mexicana. Ese es el eje comparativo del momento político presente; vivimos una etapa tan intensa y trascendente como solamente han habito tres en la historia de México.
Hablando específicamente de la transformación actual, podría subcategorizarse al momento en dos transformaciones sobre la forma de hacer gobierno: La transformación política y la transformación social.
En cuanto a la transformación política sobra decir que AMLO es la voz hegemónica dentro del Movimiento de Regeneración Nacional. Y no tendría por qué ser de otra forma, morena es un movimiento político gestado bajo la premisa de llevar a López Obrador a la presidencia de México, ese era el fin único que dio cause al movimiento. Llevar a cabo la transformación del país, a partir de la toma del poder encabezado por Andrés Manuel.
Dio inicio entonces la transformación política en la medida de que los privilegios de la alta burocracia han sido reducidos al mínimo. Se terminó la parafernalia tradicional a la que estaban acostumbrados los entornos de los funcionarios de gabinete. Se empezaron a señalar las atrocidades de la plutocracia desde la primera tribuna del país: la conferencia mañanera. Hasta el momento, no son escasas las declaraciones directas del presidente en contra de los multimillonarios que no pagan impuestos. Se terminó el amasiato entre el poder político y el poder económico.
Referente a la transformación social, es diáfana la sincronía entre el liderazgo político y el pueblo de México. AMLO no solamente es un líder político, sino, un líder social. El único líder social de alcances y dimensiones incomparables en nuestro país. Es tal la influencia social del presidente que la politización de los sectores populares es masiva y multiplicadora. Las sesiones de la conferencia de prensa se han tornado por momentos en espacios pedagógicos. El pueblo se informa de primera mano, en voz del propio presidente de la república.
La primera transformación; la independencia de México –proceso de 1810 a 1821-, tuvo su reflejo en el marco normativo de la Constitución de 1824. En ella se estableció una forma de gobierno republicana, representativa y popular. Asentando la división de poderes en ejecutivo; legislativo y judicial.
La segunda transformación, la reforma, impulsada por el presidente Benito Juárez tuvo su asentamiento jurídico en la Constitución de 1857. En la constitución liberal del 57 fue plasmado el federalismo que hoy nos rige. Se legisló la abolición de la esclavitud; libertad de imprenta y se determinó que la religión católica no fuera establecida como la religión oficial de México. Fue separado el poder político del poder eclesiástico.
La tercera transformación, la revolución mexicana, tuvo su desahogo histórico dentro de los años 1910 – 1917. Finalizando con la promulgación en Querétaro de la Constitución de 1917. Agregando en letra demandas que dieron origen al movimiento revolucionario. Lo relativo al reparto agrario en el artículo 27, derechos laborales en el artículo 123 y lo referente a la educación en el artículo 3ro. Fue catalogada en ese momento como una de las constituciones de avanzada en el mundo.
Desafortunadamente los gobiernos neoliberales han reformado nuestro dispositivo magno en gran medida, haciendo 764 modificaciones y 252 decretos de reforma. Hoy no tenemos una constitución de avanzada, sino, una constitución de servicio neoliberal. Amoldada a la privatización paulatina de las industrias mexicanas.
El ciclo de consumación de la Cuarta Transformación tendría que finalizar con la promulgación de una nueva constitución. Que refleje el momento histórico presente, así como la necesidad de blindar jurídicamente los logros alcanzados por la revolución pacífica y electoral que se emprendió en el año 2018.
Esa debe ser la discusión presente dentro de morena, y de la sociedad en general. Una nueva visión de país conlleva una reforma jurídica absoluta. Solamente materializando el llamado plan c (alcanzando la mayoría calificada en el poder legislativo) se logrará consumar en el orden normativo la transformación de la vida pública de México. Es menester que la nueva revolución se transcriba a los textos jurídicos. Se nombre en leyes. Lo que no se nombra, no existe.
El futuro del México diferente y nuevo debe redactarse en prosa legislativa.