Desde la perspectiva del antropólogo Edgar Morin, el ser humano es una total autonomía en su absoluta dependencia, cien por ciento biológico, cien por ciento cultural, antagónico, complementario, racional, loco, productor, técnico, egoísta, espléndido, inestable, prudente, neurótico, erótico, consciente, inconsciente, mágico, destructor, imaginario, soñador, en resumen, una “totalidad compleja”. Esta reflexión de Morin viene a colación, porque el artista poblano, José Luis Velázquez Zárate, a lo largo de sus más de treinta y cinco años de trayectoria, ha trabajado diversas series de pinturas, en algunas de ellas, sus ideas están representadas por geometría, planos, líneas y manchas, pero en otras, integra figura humana a la abstracción y este juego ha dado como resultado, un todo complejo.
En su última serie, “El viento perturba la calma” (2022-2023) la abstracción y lo figurativo, ocupan un espacio significativo, equilibrado, pero con variantes sustantivas. Estas variantes se localizan en todas las pinturas donde el cuerpo humano es el pretexto de la creación, lo cual nos indica que se trata de una idea recurrente, pero diferente.
En esta serie no deja de utilizar la misma paleta cromática como son el negro, el blanco, el rojo, e inserta una variante, el color gris de payne. Esta tonalidad fría en los cuerpos, permite dos reflexiones ambivalentes, una que podría tratarse de esculturas de piedra, seres estáticos al que el viento cubre o descubre de polvo, basura, hierba y ese movimiento perturba la calma de su rededor. Pero también se puede considerar a un ser humano vivo en toda su complejidad, porque ese cuerpo descansado, distraído, perezoso, que parece ajeno a su entorno, no lo está. La figura en cualquier momento se podría mover, porque está expectante, sensitiva, perceptiva, diligente, vigilante de la naturaleza, del cosmos que forma parte de la obra, de la totalidad compleja.
