El Consejo Nacional de Morena, efectuado este domingo 11 de junio, cumplió con el guión trazado desde Palacio Nacional para la sucesión. No hubo sorpresas. Las reglas que tanto se difundieron como trascendidos durante los últimos días -desde aquel encuentro en el restaurante El Mayor, en el pleno corazón de la Ciudad de México- fueron oficializadas y, pese a que todos los aspirantes presidenciales aceptaron el juego, saben que hay una favorita: Claudia Sheinbaum Pardo. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido que nadar a contracorriente para tener bajo su control el revelo en Palacio Nacional. Basta recordar que la caída de un tramo de la Línea 12 del Metro, que dejó 27 personas fallecidas, adelantó la sucesión y, a partir de ese momento, se supo que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México era la favorita. El escenario no podía ser peor para el canciller Marcelo Ebrard Casaubón, pero todavía le faltaba observar el despegue del secretario de Gobernación federal, Adán Augusto López Hernández, quien se colocó como otro de los favoritos. En esa coyuntura, el senador Ricardo Monreal Ávila estaba vetado luego de operar en contra de Morena en la Ciudad de México y darle el triunfo al PAN en algunas alcaldías, sobre todo en la delegación Cuauhtémoc. Con el paso de los meses, la pérdida de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados -construida con aliados de Morena- y una presión geopolítica por parte de Estados Unidos, López Obrador tomó nuevamente al toro por cuernos y supo que solo con la unidad se podría garantizar el triunfo anhelado. La elección de Coahuila -que nunca estuvo en su prioridad- le permitió conocer el alcance de sus aliados el PT y el Verde Ecologista, pero fue la elección del Estado de México la que sirvió como el termómetro más fiel. La coalición PRI-PAN-PRD nunca estuvo en posibilidades reales de ganar, pero la rapidez con que se redujo la ventaja de Delfina Gómez -comenzó con una diferencia de más de 20 puntos y terminó con ocho-, sirvió para entender el riesgo que traería una ruptura en Morena. Luego del triunfo en el Estado de México, el mandatario federal llamó a los cuatro aspirantes presidenciales y a los 22 gobernadores de Morena para dictar las nuevas reglas de la sucesión. Las encuestas avalarán al ungido, pero todos se comprometen a respetar el resultado. Habrá espacio para todos de acuerdo con su peso específico, todo avalado por el propio presidente de la República. Es justo en esta circunstancia en que la más aventajada en las encuestas es Claudia Sheinbaum y solo falta oficializarlo mediante el estudio que realizará Morena y que será acompañado por otros cuatro sondeos, tipo espejo. Lo que falta es conocer el peso del resto de los aspirantes para actuar en consecuencia. Lo que sigue, en orden de prioridad para el presidente de la República es el Congreso de la Unión -diputados y senadores-, ya que jugará un papel fundamental en el orden y armado institucional que dejará a su sucesor. El juego, en esta etapa, será el más interesante porque va unido a la elección de las nueve gubernaturas, en donde cinco mujeres deberán ser las abanderadas. La designación, al igual que a nivel nacional, tiene como finalidad provocar un efecto dominó en el acomodo de las fuerzas. La sucesión oficialmente está en marcha. Hay un nuevo sistema político controlado de cabo a rabo por Andrés Manuel López Obrador y el resto de la clase política se mantiene expectante para analizar cómo es que se moverá en busca de un espacio en la lucha de poder, pero todos están regidos por una sola lógica: Todo dentro de Morena, fuera del partido nada. Los búfalos fueron reingresados al corral.