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martes, abril 30, 2024

Una oda a la desolación

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Como buena neurótica, suelo levantarme y bajar a la cocina todas las noches – una vez acostada– para cerciorarme un par de veces de que haya cerrado bien las llaves de la estufa. 

Lo mismo pasa cuando salgo de casa: mientras voy en el carro en el primer tramo hacia el destino, me detengo para hacer un pase mental y tratar de recordar si no dejé la plancha conectada o si le eché llave a la puerta principal. Y si siento que la memoria no es precisa, esté en donde esté doy el volantazo y me vuelvo para confirmarlo. Y claro, resulta que nunca está abierta la puerta ni conectada la plancha. 

No es muy diferente la dinámica en cuestión de gustos y ratos de ocio: siempre regreso a ver las películas que me trastocan y a escuchar las canciones que más me gustan en aras de ver cuánto han cambiado o cuánto he cambiado yo para así encontrarles nuevos secretos. 

Para nadie que me haya leído con antelación resulta ajeno que exprese mi amor por Lars Von Trier. He visto toda su filmografía en repetidas ocasiones, y cada vez que regreso a sus fimes el piso se me mueve, sobre todo con Anticristo, mi favorita. 

Me senté a ver esa obra maestra y repetí cuatro veces el prólogo: una de las escenas más sublimes de la historia del cine en la que Charlotte Gaignsburg y Willem Dafoe están teniendo sexo mientras su hijito escapa de la cuna, arrastra una silla y se acerca a una ventana nevada, para luego caer al vacío y morir. 

La secuencia trágica en blanco y negro está ambientada con una interpretación divina del aria Lascia Ch’io Pianga de la ópera Almira de Händel. Desde ahí uno puede imaginar que Von Trier viene denso, como casi en todo lo que hace. 

¿Por qué tanta polémica alrededor de esta pieza magistral que no es otra cosa más que la aproximación más cruda y real de lo que son la culpa, el duelo y la depresión? 

Anticristo se presentó en 2009 en Cannes, dejando helados a un público que se dividió entre abucheos y ovaciones. 

Es innecesario hacer spoilers porque la trama que se centra en las consecuencias catastróficas de la depresión está también invadida de guiños a obras maestras de la pintura y pasajes bíblicos. 

Anticristo tiene tantas interpretaciones como la propia situación que plantea. Lo que yo no entiendo es cómo una maravilla así puede ser censurada y cómo los puritanos y los guardianes de la moral la consideran misógina. 

Von Trier estuvo encerrado en una clínica de salud mental antes de comenzarla a rodar, lo que la hace aún más sincera. 

Atribuyo las críticas negativas a esa obsesión que se tiene ahora por el “echaleganismo” y la sobrepoblación de terapeutas de ocasión que, vía sus cursos milagrosos, intentan a toda costa que el mundo se regenere y las mentes sanen mediante cursos platónicos de mindfulness, pasando por alto que el dolor es necesario y el sufrimiento otro tanto, sobre todo en una época en la que estamos en un evidente estado de descomposición del cuerpo (por todos los factores 

 

 ambientales) y del alma, por la falta de presencia física que se impone ante la entronización de la cibernética. 

Uno de los calificativos más recurrentes que le adjudican los críticos a Lars Von Trier es “pervertido”. 

Anticristo, dicen, es grotesca y degenerada por mostrar cuerpos famélicos y urgidos de saciar sus vacíos mediante el sexo sádico. 

Lo que queda claro al leer este tipo de comentarios es que quien los hace poco conoce de la experiencia del desconsuelo y la enfermedad maniacodepresiva, en la cual, una de las manifestaciones más puntuales es precisamente la compulsión enfermiza al sexo cuando el paciente está en estado de manía. 

No me cabe la menor duda de que Anticristo es una pieza fundamental para acercarse un poco a los abismos de la condición humana. 

No es la obra de un depravado, sino de un genio enfermo de aprensión que despliega un atlas de patologías que sobrevienen precisamente a partir de no aceptar que nadie puede salvar a una persona que decide romperse; de la incapacidad del ser humano para aceptar su finitud y el lado atroz y demoniaco de la naturaleza. 

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