El Principito tenía en su asteroide B-612 una rosa y un volcán. “Entre la piedra y la flor”, como el poema de Octavio Paz. Que nunca te falten las margaritas ni las piedras: el polvo y el enamorado, el círculo se cierra cuando al desierto lo habita una palmera.
El Paricutín, necesitaba su flor y llegó a los pocos días, con todos los colores en la paleta (que se parece a la palabra pétalo) del artista Gerardo (que se parece a la palabra Geranio) Murillo, pintor de volcanes a domicilio. En México no hemos vivido ni el mar ni la sierra, siendo un país con litorales marítimos inmensos y con un mar patrimonial que supera nuestra superficie territorial, no hemos construido jamás un barco ni nos hemos hecho nunca al mar, y en el altiplano con más de mil volcanes sólo contamos con quinientos expedicionarios, no llegamos a un expedicionario por volcán. Pero el Paricutín sí tuvo el suyo, así como la Polinesia a su Gauguin, y puedo imaginar al Dr. Atl a lo Vicent Cassels, personificando a Gauguin en la película, atreviéndose a mirar a dos palmos de frente los abismos infernales del subsuelo, heridas de la tierra sangrando lava para decirnos que en el fondo arde un centro, en el cual un día todos nos licuaremos. El enamorado y el polvo.
El 20 de febrero de 1943 nació el volcán Paricutín, en Michoacán. Hace ochenta años la humanidad, por primera vez, pudo tomar fotos de un evento como éste, pues no todos los días nace un volcán. En todos los periódicos del mundo se pudo contemplar, a cuatro columnas, una montaña de 25 metros de altura que minuto a minuto aumentaba su volumen. La expectación y emoción mundial fue descomunal, durante semanas el Paricutín fue el tema del momento. Cuando el Dr. Atl se enteró que un volcán nacía en Michoacán, no tardo más de un día en asistir al evento, allí, frente al recién nacido, construyó una choza y se puso a pintar la gestación de esta fuerza de la naturaleza. En su diario escribió: “Parece que asisto al nacimiento de un mundo”. Los meses que corrieron de febrero a junio de 1943 fueron los más activos: el cráter desarrolló dos bocas, por una salían gases de diversos colores y por la otra emanaba lava, desahogaba explosiones y proyectaba material incandescente, rocas gigantes que salían volando por los cielos, iluminando como estrellas fugaces el paisaje, a esta pirotecnia habría que agregar que en las laderas del volcán se abrían boquetes por donde emanaba lava hacia diversos puntos, uno de estos torrentes sepultó al pueblo de Paricutín, otro torrente lávico sepultó el municipio de San Juan Parangaricutiro. Hoy día Parangaricutiro es un desolado paisaje lunar, donde sólo se ve la mitad de la torre de la iglesia, todo lo demás está encapsulado bajo la lava, así como Pompeya quedó atrapada bajo la furia del Vesubio. Gracias a las pinturas del Dr. Atl, y a su diario ilustrado con fotos y descripciones puntuales, hoy sabemos cómo nace un volcán. Dionisio Pulido fue el primero en ver su nacimiento, un campesino que como todos los días se dirigía a labrar su parcela. Primero, unos días antes del 20 de febrero, salía humo de la tierra, después, su parcela temblaba, más de ochenta temblores al día, el 19 de febrero se abrió una ranura en el suelo de no más de ochenta centímetros, el 20 de febrero empezaron a salir gases y lava de esa diminuta grieta, todo lo demás ya lo sabemos, la historia es conocida, tenemos un volcán de más de 2800 metros de altura, varias poblaciones sepultadas, kilómetros y kilómetros de paisaje lunar, como si asistiéramos a otro mundo, y el nacimiento de un trabalenguas, o sea otra manera de la rosa: El rey de Parangaricutirimícuaro se quiere desparangaricutirimicuarizar, aquel que lo desparangaricutirimicuarice un gran desparangaricutirimicuarizador será.
PS: Hay muchas maneras de ser rosa entre las piedras, el conejo es la rosa de la Luna. Las nubes, decía José Emilio Pacheco, eran las “flores del agua”.