Morena y el PRI materializaron un cogobierno para lo que resta del sexenio.
Ninguna de las posiciones relevantes en el gobierno estatal es ocupada por algún militante de Morena o de la 4T.
Tampoco parece importarles mucho a los morenistas, desdibujados en sus luchas internas, en sus grillas intestinas, y en la laguna Estigia de su borrosa ideología.
Un morenista en cada militante te dio.
(A final de cuentas el o la candidata a la presidencia de la república por la 4T buscará la operación política de los góbers de Morena o de sus aliados.
Aunque necesitan un candidate ganador al gobierno estatal porque la operación solita no basta).
Esta apuesta de cogobierno es el resultado de los pactos de diciembre en el Congreso local.
O por lo menos, así lo entiende el gobernador.
Los priistas, los neopriistas y los priistas tecnócratas, tienen un pie en el gobierno municipal del PAN y otro en el gabinete estatal.
Cogobiernan con el Pan y cogobiernan con Morena.
Maquiavelo queda superado y renace Plutarco Elías Calles y el avilacamachismo, porque se pueden perder las elecciones y seguir gobernando.
(¡Vaya manera de fortalecer al PRI en los ojos de la 4T! ¿Es esto necesario? ¿Políticamente necesario?)
En términos duros, esto significa romper con el orden político emanado de la elección del 2018 cuando se ofreció un cambio de régimen.
Este cambio de régimen significó supeditar al PRI y al PAN a espacios anodinos.
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Para desviar el debate sobre la pérdida de orientación política en el estado se han creado cortinas de humo.
Pero lo central es cómo la alianza del PRI con el gabinete estatal es la principal aportación del gobierno interino a la gobernabilidad estatal.
Y como consecuencia, aparece un proyecto político para debilitar a Morena con miras al 2024 en Puebla.
Por supuesto, que la 4T es un producto que desplaza a las élites gobernantes del pasado.
Pero en Puebla es al revés.
Morena las desplazó en las urnas, y luego, sin que mediara ningún proceso de consulta popular o consenso partidista, unge a priistas al gabinete estatal.
¿Dónde están los cuadros de Morena?
Lo que sucede en Puebla es como si Manlio Fabio Beltrones, Miguel Ángel Osorio Chong, Alejandro Moreno, o Beatriz Paredes fueran nombrados integrantes del gabinete por el presidente Andrés Manuel.
Y además, estos militantes priistas, conservaran su militancia priista, realizaran críticas públicas a la 4T, y reivindicaran un proyecto de sucesión.
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El mensaje de los votantes en 2018 fue por un cambio de régimen.
Lo cual se refrendó en la elección del 2019.
Y aunque el entonces candidato al gobierno Luis Miguel Barbosa obtuvo la adhesión de priistas a su candidatura, nunca los incorporó a su gabinete.
Ni tampoco les hizo fiesta.
Solamente sumó sus votos a una candidatura ganadora. Ellos se sumaron.
Barbosa no les debía nada a estos militantes.
Y nunca les alzó la mano.
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Lo que el gobernador debe incorporar a su léxico es que su designación obedeció a la mayoría legislativa del Congreso local.
No a la expresión política de un partido político minoritario.
Y si quiere hacer un cogobierno con el PRI que lo presente como una plataforma de campaña y lo pregunte en las urnas.
Los cambios requieren fortalecer la identidad de la 4T, no menguarla.
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El feminismo es el único movimiento vivo y popular en Puebla.
Su fuerza radica en su pluralidad y que responde a demandas organizativas reales.
Es una pedagogía.