Solía decir Javier, El Güero, González Garza, el mejor coordinador que tuvo el PRD en San Lázaro, cuando era un partido verdaderamente de izquierda y lopezobradorista, que la labor parlamentaria es como un buen partido de beisbol, en el que la estrategia debe trazarse con precisión ajedrecística.
Regio de nacimiento, aunque formado como político y matemático con doctorado en la capital del país, Javier fue un militante de izquierda desde la dura época de las guerrillas urbanas y los movimientos estudiantiles.
Respecto de la tarea legislativa, solía decir que, como en el diamante (campo de juego), había que saber cuándo mandar un bateador con potencia, para meter un home run, o cuándo uno que apenas tocara la bola, para avanzar solamente una base.
También, que había que saber cuándo convenía buscar las extra innings, alargar artificialmente el juego a conveniencia, para sacarle provecho al tiempo.
El beisbol, por cierto, como buen tabasqueño, al igual que los oriundos de Monterrey, es el deporte favorito de Andrés Manuel López Obrador.
También, como dato adicional, El Güero y el Presidente de la República no son amigos actualmente, aunque lo fueron y compartieron causas, sobre todo hasta los tiempos del fraude calderonista, cuando González Garza fue el coordinador de la mayor bancada que tuvo en su historia el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en la LX Legislatura (2006-2009), con 127 curules.
Rompieron su cercanía y hasta su cariño, porque Javier le dijo a López Obrador que el plantón de Reforma, en la Ciudad de México, en protesta por el robo de la Presidencia era “una mala idea”. Andrés nunca lo ha perdonado.
Actualmente, el Presidente de la República está dando señales, desde el dugout (banca) de Palacio Nacional, de que prepara una jugada beisbolera con sus hombres y mujeres en el Congreso de la Unión, para aprobar su Plan de B de Reforma Electoral y evitar que sea frenada por la cascada de impugnaciones que los partidos de oposición presentarán ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Se trata de una estrategia de triple play y más: el paquete de reformas a siete leyes secundarias, que con errores se aprobó al vapor en la Cámara de Diputados en diciembre, está ahora en el Senado de la República. Ahí lleva 15 días “atorada” y se está abordando con especial lentitud.
La idea es que termine por ser aprobada ahí, y luego en la colegisladora, en una fecha muy cercana al 30 de abril, justo cuando termina el actual periodo ordinario de sesiones.
Después, el Presidente de México tendrá un plazo, que marca la Constitución, de hasta 40 días para publicarla en el Diario Oficial de la Federación, para que entre en vigor al siguiente día. Tendrá hasta el 31 de mayo.
Todo resulta extraordinariamente conveniente, porque el plazo constitucional para que las modificaciones a las leyes electorales puedan estar vigentes para el Proceso Electoral 2023-2024, vence precisamente el 1 de junio.
Técnicamente, el margen para la impugnación es nulo, porque además, no podrá la oposición presentarse estos recursos ante la Corte, sino hasta que sean un hecho consumado.
Así que, como decía El Güero y ahora dice López Obrador, en materia parlamentaria, que comience el juego: playball.