Si algo le ha faltado a la Cuarta Transformación, en todas sus dimensiones, es pasar de la propaganda a la comunicación.
A esta ausencia se suma la de una política de comunicación que parta de los intereses de las personas en su búsqueda de información verídica.
En el centro de cualquier política de comunicación gubernamental debe encontrarse la ciudadanía, no el gobernante en turno.
La democracia no es la proliferación de los aplausos, pero tampoco la unidad que la política del pasado anhela en torno de un prócer o de un concepto gelatinoso como el de nación, patria o pueblo.
Sin embargo, la vieja escuela de la política mexicana -sin importar partido político- ha vuelto una regla la propaganda gubernamental, que es la versión más cínica del añejo “no te pago para que me pegues”.
Pero la Cuarta Transformación se ha enfrascado en disputas anecdóticas con periodistas y comunicadores, en todos los niveles y en marcar a los periodistas como “enemigos”, “adversarios” u “opositores” de su proyecto político.
(Si bien es cierto que las televisoras fueron los “soldados del sistema” de los gobiernos del pasado, la Cuarta ha conservado los privilegios de las televisoras).
A esta percepción política de la Cuarta Transformación habría que enmarcarla en un contexto más amplio.
La Cuarta Transformación ha repetido este esquema en todos los niveles de gobierno y lo ha hecho sin ningún reparo crítico.
A esto hay que sumarle que en los estados y municipios gobernados por la Cuarta Transformación se han repetido los viejos vicios de conservar presupuestos onerosos y discrecionales para los medios de comunicación, presupuestos que sirven para direccionar la opinión pública.
El peor efecto de esto han sido las fábricas de bots y escorts digitales de las opiniones de gobernantes con aplausos de los bots. Estas fábricas de bots también atacan a quienes desde la escena pública externan una posición crítica o disidente de alguna afirmación oficial.
Estas prácticas sólo han repetido los esquemas del pasado y se han profundizado con las tecnologías digitales y los deseos de los políticos por eternizarse en una selfie.
(Las prácticas de los gobiernos priistas y panistas para el control de la opinión pública y para realizar propaganda desde las estructuras gubernamentales se han replicado con suma facilidad y sin ningún cuestionamiento por parte de los gobiernos cuatroteístas.)
Cuando algo no existe en las propuestas de los partidos políticos y los programas de gobierno tampoco existe en las leyes y mucho menos en el comportamiento cotidiano de los funcionarios, gobernantes y servidores públicos.
Una sociedad política débil sin contrapesos ni participación ciudadana en los distintos espacios sólo deja la toma de decisiones en el espacio de los gobernantes y de los políticos “profesionales”.
Ese es el espacio más cómodo para la clase política (de la izquierda, la derecha y del viejo PRI) regodearse en que ellos toman las decisiones porque saben cómo hacerlo.
Pero los resultados a mediano y largo plazo son dañinos para la vida democrática del país, del estado y de la ciudad: gobernantes que se regocijan en el patrimonialismo, ciudadanía aplaudidora y medios de comunicación sin una agenda social más amplia, que lejos de servir de contrapeso, validan los instantes maquiavélicos del poder.
La adjudicación directa, sin licitación alguna, de los gastos de comunicación social es una práctica recurrente de los gobiernos, y en la práctica el presupuesto de comunicación social se transforma en un método de control de la opinión ha señalado Artículo 19 ha sido como distintas organizaciones de libertad de expresión.
Además, en la práctica los presupuestos de comunicación social han funcionado para la promoción de la imagen personal de un gobernante o político, lo que normaliza el patrimonialismo y la utilización del dinero público para fines particulares.
A esto, ha expresado también Artículo 19, el presupuesto de comunicación se concentra en unos pocos medios de comunicación, lo que en la práctica se traduce en información monótona y en propaganda gubernamental.
Asimismo, una gran ausencia en la política pública de los gobiernos de la Cuarta Transformación es erradicar la violencia que sufren los periodistas y sus familias.
Los datos son lacerantes. Las víctimas se encuentran ahí con nombre y apellido.
Ningún crimen en contra de algún periodista o comunicador debe quedar impune, y además, se deben lograr sentencias condenatorias en contra de los autores materiales e intelectuales de estos crímenes contra periodistas y en contra de la libertad de expresión.
La Cuarta Transformación tiene un largo camino por recorrer, pero la ruta que ha elegido ha sido, en el terreno de la comunicación, alejada del pueblo y cercana a las viejas élites a las que ha dejado intactas.