Un rectángulo de pasto verde. Líneas blancas. Dos enormes curvas. Veintidós cabezas. Cuarenta y cuatro piernas y el mismo tanto de pies, rodillas, brazos, manos y hombros.
Un sujeto al que se ama o se odia que porta un silbato.
Otros cuantos hombres con banderas.
Una masa enorme, informe, ruidosa; que se entrega al equipo de su elección como una noble y febril debutante.
El juego del hombre, lo llaman, aunque las mujeres cada vez lo hacen mejor.
Se le dice justa, ¿por qué será?
La redonda, al balón.
Lo que pone en acción a todos.
Apuestas por dentro y fuera.
Una maquinaria de hacer dinero y de perderlo también.
Firmas de grandes monopolios. Dealers, mafiosos, cabilderos.
Señores de traje, americanas y pants.
Tetonas que acaparan las pantallas.
Niños siendo niños.
Adultos siendo niños.
Viejos siendo niños.
Muertos que regresan para ser niños.
Lágrimas, risas, trompetas, tambores, coronas, sambas.
Cerveza, cantos, mentadas, silencios que cuelgan de la elipsis.
Gol. El grito de defensa. También el de ataque.
Un grito para animar, para festejar y para humillar.
Un grito unánime, el que pone en el Olimpo a nuevos dioses.
Argentina lo vuelve hacer después de 36 años.
Tanto tiempo y parece nada de tiempo, porque siempre han estado ahí, en el primer círculo, poniendo en vilo a cada uno de sus fieles.
Es el dogma mas popular entre los dogmas.
Un verdadero acto de fe.
Hoy.
Después del último grito de gol, millones de vacas y terneras sureñas supieron su destino fatal. No hay fiesta completa sin un asado.
Los argentinos hombres son más pretenciosos e insufribles que las argentinas. No se sabe bien porqué, pero así es.
Aguantemos por un día su orgullo exacerbado. Lo merecen los muy engreídos.
Argentina nos ha dado tanto… eso sí, un poco menos que las vacas.
Nos ha dado a Borges a Piazzolla a Cortázar a Victoria y Silvina Ocampo.
Al Martín Fierro.
A Maradona y hoy a Messi.
Particularmente no comparto el endiosamiento hacia un futbolista. Pero logro entender a quien sí lo hace.
Lo entendí después de este partido histórico e histérico.
El futbol sí es mucho más que veintidós bestias corriendo tras un balón.
Es popular porque la estupidez es popular, sí, pero también es popular anhelar para coexistir.
Es una de las grandes pasiones humanas.