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lunes, abril 29, 2024

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En los últimos días, desde el Ayuntamiento de Puebla, comenzó a correr la versión de que la gestión de Eduardo Rivera Pérez está rebasada en el control de los cientos de puntos ilegales de venta de alcohol en colonias y unidades habitacionales debido a que detrás de ese problema se encuentra el crimen organizado. (No se ría, eso es lo que andan diciendo). La versión ha llegado a diferentes niveles y lo que se desprende es que, de plano, este gobierno municipal pasará a la historia como el que alcanzó un nivel mayor de ineptitud que el de la morenista Claudia Rivera Vivanco. Vea usted sino: El hecho de decir que el crimen organizado está detrás de los changarritos ilegales de venta de alcohol, habilitados en cocheras, tianguis y mercados municipales es desconocer por completo el problema, pues sin ser experto en el tema se puede comprobar que cualquier vecino con iniciativa o cochera puede montar su pequeño antrito y ganarse unos buenos pesos vendiendo cervezas. No hay cosa de otro mundo. Pero, como dijeran los abogados, suponiendo sin conceder que la versión es real, entonces, la gestión de Lalo Rivera optó por hacerse a un lado o claudicar a su investidura para meter orden en la ciudad que gobierna. ¿Si le tienen miedo al crimen organizado y por eso no hace nada, qué se puede esperar de este gobierno? Y si a eso le sumamos que a los políticos no se les cree nada, lo que sugeriría esa versión es que para no meterse en problemas llegaron a un acuerdo con el crimen organizado y así todos en paz. Ya se ve que hasta para justificar su torpeza y/o corrupción este gobierno municipal es verdaderamente estúpido.

 

LA SENSIBILIDAD DE LALO RIVERA

Si usted está interesado en escribir un Manual de Comunicación y Mercadotécnica Política voltee al Ayuntamiento de Puebla, donde encontrará todo lo que un gobernante y aspirante a la gubernatura no debe de hacer. Créanos, lo venderá como pan caliente porque será veraz y asertivo. Podría poner como ejemplo de estudio el caso del monaguillo Jorge Cruz Lepe: Lo que implica que un funcionario en una bestial acción de honestidad o estupidez supina reconozca que la Secretaría de Gobernación municipal infiltra a grupos sociales (en este caso feministas). Otro caso sería plantear cómo un grupo de regidores puede poner en jaque a un gobierno municipal con una simple narrativa con fuerte impacto social. Ahí explicaría que de nada sirve una millonaria bolsa de recursos para la oficina de Comunicación Social si es que sus encargados y el mismo gabinete municipal no entienden la importancia de la misma. O mejor aún: Podría poner como caso de estudio la respuesta que el alcalde Eduardo Rivera Pérez dio a un grupo de vecinos de la Privada Jazmines, en la colonia San Ramón, tercera sección, que demandan la pavimentación de su calle. Los vecinos se acercaron con el edil para que conociera de primera mano su petición y ponerlo al tanto de la burocracia que un ciudadano debe enfrentar para ser incluido en el plan de obra municipal. Una de las vecinas rindió un parte al munícipe de cómo le han pedido presentar cuatro escritos diferentes para la gestión de su calle, sin que eso signifique una promesa de obra. ¿A quién en su sano juicio le encanta vivir en una calle llena de lodo y mugre que es imposible de transitar en época de lluvias? Ese es el sentir de los vecinos. Esa es la empatía que buscan. Pero más allá de escuchar a los vecinos, Eduardo Rivera intentó hacerles frente, contrapuntear cada una de las peticiones que le mostraron y, al final, manifestarles desesperado que si no había construido esa calle era porque su gobierno no tiene dinero. Simple y sencillo. Ese apartado de estudio de su Manual de Comunicación y Mercadotécnica Política podría llamarse: Si usted es aspirante a un gobierno y está en un cargo de autoridad, la mejor forma de llevar a pique sus aspiraciones es maltratar al ciudadano. Allí explicaría toda la cadena de torpezas y sinsentidos que llevan desde la ausencia de capacidad gubernamental para la atención ciudadana hasta la imagen de un alcalde y/o aspirante a la gubernatura retratado por los medios en un acto de soberbia. Otra sugerencia de título sería: Que no le importe lo que digan, póngase lépero cuando lo increpe algún quejica en busca de una calle para su colonia.

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