“La gratitud es el solvente que diluye la queja. El toque mágico que atrae la abundancia. La posibilidad de darle paso abierto a la alegría. La mayor prueba de humildad”
Anónimo
La oración más poderosa es aquella que se hace con agradecimiento sincero.
Hay que orar, agradeciendo. Como si los sueños que deseamos, ya hubiesen sido logrados. Como si nuestras peticiones, ya hubiesen sido otorgadas.
“Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas”. Marcos 11:24
La importancia de ser agradecidos es mencionada por el maestro Jesús en el Evangelio, en diversas ocasiones.
De 10 hombres enfermos que sanó, solo uno regresó a darle las gracias. “¿Acaso no quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve?¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios? Lucas 17:12-19
Los que hemos tenido algún contacto con el budismo, sabemos que el Buda era un ser iluminado, lleno de sabiduría, de compasión… pero era un alma, principalmente agradecida.
Ser agradecido implica tener educación y buenos principios. Pero también confianza en sí mismo, humildad y un alma noble.
“Nada es más honorable que un corazón agradecido”. Séneca
Saber dar las gracias, es como la puntualidad. Se considera cortesía de reyes; hábito de príncipes; costumbre de caballeros y deber de la gente educada.
Sin embargo, cuando vamos más allá de de las formas protocolarias y sabemos agradecer verdaderamente… profundamente… desde el corazón y con el alma, es que hemos realizado un trabajo de conciencia y de ubicación existencial.
El sentimiento de gratitud, si bien es emocional, también puede ser intelectual y cognitivo. Para el budismo, el cristianismo y el judaísmo, el taoísmo, y muchas otras corrientes religiosas y filosóficas, la gratitud significa conocimiento.
“Es a través de la gratitud por el Presente que se abre la dimensión espiritual de la Vida”. Eckhart Tolle.
El conocimiento intenso, profundo, álmico de la gratitud abre puertas a la sabiduría, a la creatividad y al poder del Universo.
Es importantísimo aprender a ser agradecido. Hay que cultivar esa hermosa virtud. Como dijo Marco Tulio Cicerón: “Tal vez la gratitud no sea la virtud más importante, pero sí es la madre de todas las demás”.
La vida misma nos conduce a las puertas de nuestra experiencia existencial. Las que decidamos abrir, sin duda alguna, nos confrontarán.
Algunas nos llevarán por caminos de felicidad, fortuna, y éxitos. La gratitud puede aflorar entonces con facilidad. Aunque no es una regla. Siempre hay gente que no sabe decir: ¡Gracias!
Otras nos conducirán al dolor, la frustración, la decepción o el desaliento… La ineluctable realidad de nuestra existencia aflora tarde o temprano.
Si nos dejamos llevar por ese torrente de sensaciones negativas, el sufrimiento, el rencor y hasta el odio pueden apoderarse de nosotros. La meta, si escogemos esta negatividad es una espiral succionante de fuerzas oscuras.
Aquí es donde cabe el trabajo interior y espiritual. Experimentar gratitud ante experiencias dolorosas, frustrantes o decepcionantes requiere de fortaleza, paciencia, tiempo y mucho trabajo.
Atormentados espacios y perturbados abismos se nos manifestarán al intentar interiorizar en nuestra afligida alma.
Ante el trabajo interno padeceremos enojo y tristeza. Sufriremos angustia y desconsuelo. Palparemos a la aflicción y a la soledad.
El camino a la redención empieza por la aceptación de que no somos perfectos. El falso orgullo y la soberbia son pésimas consejeras.
Aceptar el bálsamo reconfortante del perdón a nosotros mismos, es el principio. Nos hemos fallado.
El perdón hacia otros hay que entenderlo y hacerlo por nuestro propio bienestar. Perdonamos porque significa renacimiento y crecimiento de uno mismo. Una ventana a la sabiduría.
Podremos pasar a agradecerle a aquél que en su momento nos ha hecho daño o nos hizo pasar por experiencias non gratas, cuando reconozcamos en él, su esencia de “maestro”.
Esos maestros nos llevan a crecer. No es fácil admitirlo. Pero tampoco es fácil el crecimiento. Aquellos que se levantan una y otra vez. Aquellos que sufren. Aquellos que perseveran, a pesar de las circunstancias… son los que alcanzan un crecimiento pleno.
Uno de los senderos más firmes para alcanzar plenitud y felicidad en la vida es profesando la gratitud. Es el abono para nuestro jardín. Con el agradecimiento, florece nuestra alma.
Y un alma floreciente, es una luz en la existencia.
Como expresara magistralmente Rabindranath Tagore: “Agradece a la llama su luz, pero no olvides el pie del candil que, constante y paciente, la sostiene en la sombra”.