| Mario Martell
“El agua de la tarde, el agua cósmica, entró relampagueando
en el agua del mar, vimos como nacían mundos.
Un rayo cruzó el entintado lienzo del anochecer”
Incurable. David Huerta
I
Incurable, libro de poesía publicado por David Huerta en 1987 es el documento de una escritura tenaz en cuyo aliento conviven lecturas y preocupaciones del siglo pasado, tendencias potenciales de escritura y continuas referencias al fenómeno de la escritura.
Incurable posee la corriente de un torrente verbal e intenta atravesar la ciudad letrada de los poetas, como si fuera un salmo laico y una endecha escrita desde las aulas universitarias de la ciudad de México o desde el espacio cultural del México que, en los ochenta, mediaba en la poesía preocupaciones políticas y militantes, con aspiraciones estéticas de la post-vanguardia.
En los ochenta, la escritura poética oxigenaba las tertulias y las tardes de café, se mezclaba en las conversaciones sobre la democracia y el socialismo, y mantenía vigente una ruta de escape frente a las fuerzas de los totalitarismos y las amenazas del mercado.
Era, por citarlo de esta manera, un no-lugar poético, al estilo de Marc Augé, pero con ese manto de sacralidad imaginada a la que se podía acudir para dar cuenta, ahora sí, en un sentido poético del estar-ahí-en-el mundo, del estar-arrojado-en-el-mundo, y de darle un arropamiento mítico a la presencia personal entre el cruce de las lecturas y los incisivos proyectos de lucidez intelectual.
Por supuesto, que se vivían otros tiempos, otros momentos. Era un ethos marcado por la búsqueda de caminos poéticos. Corría, pues la visión de la escritura del Gran Libro, ese libro-acontecimiento, esa irrupción en la continuidad de la historia literaria, esa insularidad del acontecimiento para dotar de sentido a la escritura y a los proyectos colectivos y personales. A 35 años de Incurable, o de la época de Incurable las prioridades son otras.
Se han desplazado aquellas jerarquías del campo literario de la ciudad letrada mexicana. Son a las que apunta el mercado o a las que apuntan los populismos. Las prioridades vienen de las redes sociales y de la búsqueda de estímulos bioquímicos en los likes de las redes y en los likes de las selfies.
En la fantasía de los poetas y escritores de esa época, el gran lector de poesía, el Otro lector, era Octavio Paz. Si la poesía es una actividad intelectual de las élites letradas, o si se concibe así, a la poesía, entonces, para los años de escritura y publicación de Incurable, el Otro-lector-ideal era el poeta Paz.
La deidad lectora y legitimadora de la escritura poética en un México que deseaba sacudirse los restos del Estado del bienestar o del Estado social mexicano priista, e ingresar a una globalización de los mercados abiertos. En los ochenta en México aún pervivía una imagen idealizada del poeta y del lector.
II
Críticos literarios como Cristopher Domínguez Michael han calificado el libro de poesía Incurable de David Huerta como una suerte de novela. Su carácter rítmico y narrativo han permitido que la lectura de ese libro se conciba como una especie de novela personalísima. El crítico mexicano y amigo de Domínguez Michael, llamó a Incurable un “cuerpo narrativo.”
Otra lectura del mismo Domínguez Michael lo ha colocado en el orden de poesía filosófica. O de la poesía que está conectada con argumentos filosóficos. Sin embargo, también Domínguez Michael encuentra en esta conexión poesía-filosofía una tradición añeja. Porque la filosofía posee momentos en que encuentra un formato poético o expresa sus proposiciones de forma poética.
Domínguez Michael y Aurelio Asiain encuentran en Incurable la veta de lecturas de la “filosofía universitaria de su tiempo”. Principalmente de la filosofía francesa posterior al mayo del 68. Desde Foucault hasta Kristeva, pasando por Roland Barthes, Deleuze y Guattari.
Habría que agregar a las apreciaciones de Domínguez Michael en su ensayo Incurable, libro abierto, que la poesía y la filosofía guardan relaciones tormentosas. Algunas veces relaciones de amor pasional y otras de las de un amor más pacífico y benévolo.
III
Los versos iniciales de Incurable describen la travesía de la escritura en el mundo. Hay una ambición de mundo, de aceptación de una errancia en el mundo. De que el estar en el mundo es el acontecimiento y que no hay que recurrir, como en los poemas patrióticos a grandes gestas o a heroicidades.
Tampoco se trata de recurrir a densidades armoniosas o a épicas inducidas. Incurable no es el poema épico o la inyección de patriotismo en las venas. Tampoco es la búsqueda vanguardista o de la poesía concreta para incendiar el lenguaje hasta declararlo balbuceo.
En el ensayo literario, publicado en forma de libro, Resistir: insistencias del presente poético, Eduardo Milán sostiene que, en el presente poético, por supuesto, el presente desde el cual él escribe, los poemas abandonan su ser de objetos poéticos, con un sentido, para ser “Matices de sentido: matices de lugares”.
Milán incorpora en esta selección de poetas a: Enrique Fierro, Raúl Zurita, Roberto Echavarren, José Koser, Arturo Carrera, Néstor Perlongher, David Huerta, Coral Bracho, Aurelio Asiain, y Manuel Ulacia, entre otros, que escriben sin querer acaparar el mundo, en la expresión de Milán. Eduardo Milán considera que los poemas ya no tienen lugar en el mundo y que es una rebelión en contra del canon.
Si tomamos la proposición no-lugarista del poema, sostenida por Eduardo Milán, podemos comprender un poco, la posición desde donde los herederos de Huidobro, Gelman, Paz, Neruda y Parra, escriben o se plantean la escritura poética.
Sin embargo, me parece que el caso de Incurable es lo opuesto a lo que señala Eduardo Milán. Hay en ese poema una ambición de mundo, un reconocimiento de mundo, o de la búsqueda de un mundo. Y que su poema fue escrito como una totalidad, como un deseo de dar cuenta del acontecimiento de una experiencia universal, y aunque puede aceptarse, que adopta momentos intermitentes o que se mueve entre tejidos residuales de sentido, persiste una dimensión cósmica. Que no es otra, que el intento fallido siempre, porque es a través del lenguaje, y de la finitud de la escritura poética, de englobar en el poema un cosmos, que es la manera antigua de referirse al mundo.
Por eso, Incurable está más allá de un borbotón verbal o de una secuencia desbordada de versos. Incurable necesita del pensamiento filosófico porque sin filosofía no hay una lectura de poesía y porque el lector de poesía, ante la maravilla textual del poema, acude a textos críticos, a elaboraciones conceptuales, a la consulta del pensamiento y del lenguaje. Incurable también se abre a otros juegos del lenguaje, es una textualidad los momentos del silencio como las zonas de luz, y sus matices.
Pregona el deseo de abarcar la experiencia humana, los viajes y la cultura. Sería fácil señalar que Incurable es el poema de una generación, pero si podemos situarlo en aquellos momentos en que los habitantes de la ciudad letrada querían crear nuevas comunidades o círculos concéntricos en los que la poesía, la filosofía, la experiencia vital se comunicaran con la esperanza de dejar testimonio de la escritura poética, de esa Babel inestable, como la llama David Huerta, y que yo comprendo como la comunidad formada entre lectores-poemas, editores, críticos y escritores de poesía.