Hay una película del Gordo y el Flaco en la que ambos se ponen a reclutar a otros personajes como ellos: tontos con iniciativa.
O está el cuadro de El Bosco —La Nave de los Locos—, en el que personajes fútiles viajan a bordo de una pequeña embarcación sin rumbo fijo.
La trama que el hipócrita lector tiene ante sus ojos incluye a personajes tontos, delirantes y corruptos.
¿El fin?
Hacerse del poder que han ido perdiendo una y otra vez.
Fernando Manzanilla está de regreso después de haber estado, dos veces, en la antesala de la gubernatura.
Vaya que se requiere talento para descarrilar su nave.
¿Cómo le hizo?
Se rodeó de personajes soberanamente tontos y supuestamente corruptos como Paco Ramos Montaño.
A esta nave de parias han estado subiendo a otros como ellos.
Y vaya que sobran.
La idea es remar para que Ignacio Mier Velazco sea el candidato de Morena en 2024.
Con Manzanilla viajan sus columnistas de cabecera: exjefes de prensa del marinismo y otros ejemplares del mundo animal.
Entre los nuevos reclutados destaca Ernesto Guerrero, quien viene de haber sido echado a patadas del Partido Verde y Movimiento Ciudadano por las más diversas irregularidades.
Fernando Morales, diputado local y dirigente de MC, detectó que Guerrero, junto con Jesús Alonso Cañete, vendía candidaturas.
Primero lo movió a una posición menor.
Finalmente terminó echándolo.
Guerrero y Cañete ya reman para Mier bajo las órdenes de Manzanilla, Ramos y Rodrigo Abdala de Bartlett.
(El parecido con la trama de la película del Gordo y el Flaco es perturbador.)
Y andan haciendo lo que saben hacer: vendiendo candidaturas y esquilmando a otros tontos con iniciativa.
Guerrero tendría que preocuparse de temas relacionados con los derechos de la infancia, la violencia vicaria y la negativa persistente a entregar una pensión.
No vaya a ser que un asunto “menor” se convierta en una bomba que acabe con sus sueños guajiros.
El Roemer Poblano. Al más puro estilo de Andrés Roemer, prófugo de la justicia mexicana, nuestro personaje invitó a cenar a una conductora de televisión para ligársela.
Al término de la cena, ya metido en copas, invitó a su futura víctima al departamento que ocupó en la época en la que era funcionario de un gobernador que cantaba karaokes.
Cortés como era, nada ordinario, le ofreció a la chica una copa.
—Ahora regreso —dijo.
Y entró a su habitación.
Volvió a los pocos minutos perfectamente desnudo.
¿Qué pasaba por su mente?
Lo mismo que cruzaba la de Roemer: que al verlo desnudo, la chica caería a sus pies.
El final es previsible: la mujer salió corriendo del departamento y el mono desnudó terminó refugiado en su habitación.
Algunos datos:
Fue huelelillo del presidente Calderón y ha perdido todas sus elecciones.
Ah, y no le tiene miedo al ridículo.