No mentir, no robar, no traicionar.
Esos tres mandamientos (tres, no diez) son los que el ahora presidente de la República estableció como pilares de su partido, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Y le fallaron.
De manera brutal.
Las asambleas del fin de semana, que se llevaron a cabo en todo el país para renovar el Congreso Nacional, máximo órgano de dirección del partido, así como de las dirigencias estatales, fueron un compendio de las prácticas antidemocráticas inauguradas por el partido al que combatieron incluso antes de su fundación.
Hipócrita Lector documentó durante la semana previa lo ocurrido en Puebla: se preparaba un enorme fraude.
Y para ello, claro está, se valieron de todo tipo de artimañas: ninguna nueva, todas probadísimas en los laboratorios del PRI.
Sí, de ese partido al que con tanto esfuerzo buscan parecerse: como dos gotitas de agua.
El PRI, ese partido del que tanto reniegan la izquierda y muchísimos de sus ahora consejeros nacionales, era el que tenía la fábrica de trampas y marrullerías para violar la ley en cualquier elección.
Los delincuentes robaban urnas, alteraban votaciones o lucraban con los programas sociales, como nos recordó Mario Alberto Mejía en algunas de sus recientes columnas.
Y, más, que echar mano de la estructura del gobierno, con los Servidores de la Nación, y de recursos públicos constituye un delito.
Un delito penado con cárcel.
Que no alcanza fianza.
***
Visto lo visto en Puebla (y oído en grabaciones en poder de Hipócrita Lector) el próximo Comité Estatal de Morena nacerá manchado de origen.
Lo estará porque los delegados surgieron de un proceso viciado, fraudulento, corrupto.
Más que festejar la elección de sus nuevos consejeros y delegados Morena debería sentirse avergonzado.
Porque, obvio, el interés, en el caso local, no es otro que influir en el proceso interno que ungirá al candidato a la gubernatura para 2024.
También para cargar los dados en la lucha por la candidatura presidencial de ese mismo año.
Quién puede dudar que Mario Delgado, el actual líder nacional, no buscó en estas internas afianzarse en el poder, un poder, por cierto, que tiene prestado.
Lo grave no es eso. Sino que no le importe violar los tres preceptos básicos de Morena.
Que use todo el aparato a su favor para imponer a los suyos y a sus socios, que los tiene, y a puños, como en el caso de Puebla.
Aquí, está claro, Delgado, permitió que Ignacio Mier. el todavía líder de la bancada de Morena en San Lázaro, no sólo metiera las manos en el proceso, sino que se tirara de cabeza.
Es tan burdo y ruin que quedó, otra vez, exhibido, desnudo como el marrullero y mapache que es.
Morena tiene una oportunidad clara para no ser igual al PRI.
Donde compruebe que hubo irregularidades que anule el proceso y sancione con la expulsión a quienes violentaron sus propios estatutos.
Quienes se valieron de la estructura y los recursos públicos que sean perseguidos y llevados ante la justicia.
De otra forma su cochinero será épico.
Sus tres mil congresistas nacionales estarán manchados.
Lo mismo que sus dirigencias locales y nacional.
Fingir que no pasó nada será una burla.
¿De verdad Morena es distinto al PRI?
Toca demostrarlo.