“El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo
y los inteligentes están llenos de dudas”
Bertrand Russell
El siglo XX será recordado como el siglo de la profundización de las asimetrías y la agudización de las desigualdades.
Al concluir el siglo pasado, ni África, América Latina, Asia en su conjunto, ni los países de Europa Oriental, es decir, tres cuartas partes de la humanidad lograron superar los niveles de ingreso per cápita que tenían los países industrializados a principios del siglo XX.
Es sumamente ilustrativo exponer estas asimetrías y disparidades con cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2021:
- Mil 300 millones de personas sufren la pobreza en múltiples dimensiones;
- Aproximadamente la mitad (644 millones) son menores de 18 años.
- Mil millones viven con sistemas de saneamiento inadecuados y carecen de una vivienda digna; no tienen acceso a a servicios de salud básicos.
- 568 millones carecen de agua potable o tienen que caminar más de 30 minutos para poder acceder a ella.
- 788 millones viven en hogares donde, al menos, una persona sufre desnutrición.
- 774 millones de personas son analfabetas;
Sólo por un momento, imaginemos lo que esto significa en el contexto de la humanidad. Sólo por un momento…
El historiador inglés, Eric Hobsbawm, escribió: “Nunca antes la vida humana y las sociedades en las que se desenvuelven, habían sido transformadas tan radicalmente en un periodo tan breve, como en la actualidad”.
Durante los últimos treinta años del siglo XX, y los primeros del XXI, la participación en el ingreso mundial del 20 por ciento más pobre de la población ha disminuido del 2.3 por ciento al 1 por ciento, mientras que la participación del 20% más rico aumentó del 70 por ciento al 86 por ciento.
Como consecuencia de esta desigualdad, la quinta parte de la población mundial, es decir, 1.6 billones de personas viven por debajo de la línea de pobreza, con menos de 1 dólar al día.
Este es el escenario con el cual iniciamos este siglo. Pareciera que los gobiernos y la humanidad siguen sin tomar conciencia de estas graves desigualdades.
Sin embargo, simultáneamente a este incremento en los índices de desigualdad, se dio el mayor progreso de la historia.
- en los últimos 50 años del siglo XX se ha prolongado la esperanza de vida de la población, pasando de 46 a 62 años. En algunos países, la esperanza es aún mayor.
- la tasa de mortalidad de los menores de 5 años se redujo a menos de la mitad;
- y la tasa de alfabetización de los adultos pasó del 48 por ciento al 84 por ciento entre 1970 y 2020.
Nuestros abuelos andaban a caballo y hoy cohetes despegan de sus bases, prácticamente con la misma normalidad que trenes salen de sus estaciones.
Es casi imposible enumerar el sinnúmero de avances tecnológicos y científicos.
Hoy tenemos acceso a conocimientos de una manera impresionante. Nuestro celular guarda más tecnología que el Apolo 11, la nave espacial que llevó por primera vez al hombre a la Luna.
Es extraordinario lo que tenemos a la mano. Y no nos damos cuenta…
Durante el Siglo XX se vivieron tres importantes procesos de transformación:
- el paso de una sociedad primordialmente rural al predominio de lo urbano;
- un cambio estructural poblacional;
- y el incremento de la importancia que cobró la educación y el conocimiento.
Todo esto contribuyó a que se diera ese progreso sin precedentes en las condiciones
de vida de la humanidad.
No es la primera ocasión en que la sociedad mundial se enfrenta al reto de la globalización.
Los historiadores reconocen por lo menos tres grandes etapas en las cuales dicho fenómeno ha irrumpido en el proceso de evolución de la civilización occidental:
- La primera globalización se dio a finales del siglo XIX y concluyó con el inicio de la Primera Guerra Mundial;
- La segunda, inició al finalizar la Segunda Guerra Mundial y coincidió con el florecimiento del llamado Estado Benefactor. Esta etapa se prolongó hasta la década de los 70, cuando se inició la crisis petrolera y financiera mundial;
- Actualmente nos encontramos en la que ha sido llamada la Tercera fase de la globalización, a la cual se le ha sumado el proceso de interdependencia entre los mercados y las naciones.
Esta interdependencia, que para muchos temas ha traído grandes beneficios, ha causado también una gran fractura social, a la cual es posible hacerle frente, construyendo una economía más humana.
La desigualdad no debe ser vista como algo imposible de mitigar. Es sin lugar a duda, una elección. ELECCIÓN personal y por supuesto, política.
Hobsbawm lo escribió, y muy bien: “La injusticia social necesita ser denunciada y combatida… El mundo no se va a arreglar por sí solo”.
La llamada Tercera fase de la globalización, incluye entre otras cosas, pero principalmente, la liberalización de los intercambios de bienes, servicios y capitales y el desarrollo de nuevas tecnologías en la ciencia, el transporte y las telecomunicaciones.
Ante esta situación, los gobiernos de los países del planeta se han enfrentado, en un lapso muy corto de tiempo, a una evolución del paradigma económico a gran escala.
En pocos años, las naciones han visto como hemos pasado de una economía tradicional de mercado, sustentada en el intercambio de bienes y servicios a:
- La economía digital, basada en la globalización y la digitalización de la información.
- La economía basada en el conocimiento y el aprendizaje en la que se enfatizan los bienes intangibles.
- El papel de la administración es la gestión del aprendizaje y del conocimiento organizacional.
Tener al conocimiento como eje del cambio ante la globalización de los mercados, implica no solamente la voluntad de implementar esas reformas.
También es preciso impulsar la convergencia de la Tecnologías de la Información (TI) y la conectividad con el fin de asimilar el trabajo de las personas y de las organizaciones a sistemas neuronales. Sistemas interconectados entre sí.
Thomas L. Friedman, tres veces ganador del Premio Pulitzer y columnista del New York Times, asienta en su libro El Lexus y el Olivo:
“Nos hemos movido de un mundo donde la clave era la conquista, la explotación y el mantenimiento del territorio, a un mundo donde el camino a la riqueza es el cómo los países o compañías amasan, comparten o cosechan el conocimiento”.
Una economía moderna debe basarse en un sistema en el cual el motor de creación de valor y beneficios es el conocimiento.
Y debe tener la capacidad para construir el desarrollo económico y social.
Así, en la era del conocimiento, el capital intelectual se convierte en el principal activo de todas las organizaciones.
Está integrado por: el capital humano, el capital organizacional (know-how) y el capital social (relaciones con el sistema y el entorno).
Friedman puntualiza que, la Globalización ha remplazado el sistema de la Guerra Fría.
Detalla que las violentas reacciones que este nuevo sistema ha generado, debido a las brutales inequidades que imperan en el mundo, deben de mitigarse con políticas gubernamentales que impulsen un mayor y mejor balance entre los actores del terreno planetario.
En la era de la globalización, el CONOCIMIENTO es la llave para el crecimiento económico.
Y si algún país le cierra las puertas, ya sea a las mejores tecnologías o a los mejores espíritus y cerebros del mundo, ese país se irá retrasando y quedará aislado en el concierto de las naciones del mundo.
Deseamos con vehemencia, que México se las abra, hoy y siempre.
Ahora bien, el capital intelectual y la generación del conocimiento, debería implicar no solo la preparación y asimilación técnica de lo que aquí se ha escrito.
Es imperante, obligado e ineludible, generar CONCIENCIA y CONOCIMIENTO ESPIRITUAL.
Sólo así se logrará edificar un mundo completo, integral y verdaderamente global para atender las necesidades multidimensionales del SER HUMANO.