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domingo, noviembre 24, 2024

El Pollo, un inmigrante poblano ha dejado su huella en Yonkers, NY

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Érika Nieto | Exilio.mx 

Aureliano Loza, mejor conocido en Puebla y en Nueva York como El Pollo, nació en Piaxtla, Puebla en 1948, tuvo una infancia complicada y llena de carencias al ser hijo de una madre soltera, que puso todo su esfuerzo por educarlo con los valores del trabajo y el esfuerzo permanente. 

“Mi historia es triste, es muy bonita, pero cuando la recuerdo lloro. A mí me dicen el Pollo desde chamaquito. Nací en Piaxtla, de una mujer que nos educó sola, la pobreza era muy grande. Un día fui a la escuela y nos agarró un aguacero muy fuerte, relampagueaba mucho y por el miedo salí corriendo de la escuela. Uno de mis amigos me alcanzó y yo estaba en un rincón mojado y temblando de miedo y frío, me dijo que parecía pollo remojado y desde entonces se me quedó el apodo de El Pollo y donde quiera que voy me conocen así”, recuerda con la voz entrecortada. 

El Pollo de Yonkers, Nueva York, quiere ser recordado como el migrante poblano que abrió el camino para poner negocios de mexicanos en ese condado, ese será su legado, narra en entrevista por la vía telefónica a los lectores de Exilio. 

El buen ejemplo de una mujer que lo enseñó a trabajar desde muy pequeño llevó a El Pollo a buscar el sustento para él y para sus hermanos en municipios cercanos a Piaxtla, como Izúcar de Matamoros o en la capital poblana directamente en el antiguo Mercado La Victoria en el Centro Histórico, donde muy temprano, a las 6 de la mañana, vendía pollos hasta las 4 de la tarde para ganar 60 pesos al mes. 

Posteriormente, cobijado por la familia Mora Arriaga de Piaxtla, Aureliano Loza se fue a trabajar a la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Años después viajó a la ciudad de México para trabajar al lado de un empresario de origen judío en la empresa Alfombras América que abastecía a grandes hoteles y restaurantes en Sinaloa o Tamaulipas. 

A pesar de que cada día el trabajo lo acercaba más a la frontera con Estados Unidos, fue en su ciudad natal, Piaxtla, donde la invitación a migrar a la Unión Americana llegó de parte de su cuñado.  

“El novio de mi hermana regresó de Nueva York para pedirla en matrimonio, ella aceptó, se casaron y planeaban viajar a Estados Unidos para iniciar una vida allá. Mi cuñado me preguntó si no quería irme con ellos a trabajar a Nueva York y le dije que sí”, narra muy emocionado. 

 

La migra lo recibe en EU 

Lo siguiente fue ir a tramitar su visa a la embajada norteamericana, era muy joven y se la autorizaron muy rápido, además le extendieron una visa sin fecha de caducidad. El plan era viajar en avión a Texas, como su cuñado ya tenía cuatro años trabajando en Nueva York, traía dólares para pagar los vuelos. 

En un arranque de generosidad de su cuñado, Aureliano Loza, su hermana y el esposo llegaron a Dallas, Texas volando en primera clase, aunque la emoción y el buen trato de la aerolínea les duró poco porque los agentes de migración los detuvieron en el aeropuerto y los llevaron a un punto de revisión. 

“Mi cuñado ya tenía dinero y me pidió que hiciéramos la reservación de los vuelos. Me puso a hablar por teléfono y la señorita me preguntó que si quería los boletos regular o primera clase, cuando le pregunté a mi cuñado me dijo que primera clase, pues eso pedí para Anselmo Leyva, María Eugenia Córdoba y Aureliano Loza, tengo una fotografía de antes de que tomáramos el vuelo”, comenta con una gran sonrisa. 

El Pollo recuerda que la vestimenta que portaban era muy sencilla, él llevaba unas botas de trabajo que había comprado en el Mercado de La Merced de la Ciudad de México y que fue esa apariencia lo que llamó la atención de migración en el aeropuerto de Dallas. Después de una muy detallada revisión a todas sus pertenencias y a sus documentos, el cuñado de El Pollo demostró que llevaban dinero suficiente para vacacionar en la Unión Americana y para regresar a su ciudad natal, así que los agentes permitieron su ingreso a ese país. 

“Ahí mismo, en Dallas, tomamos el vuelo para Nueva York y nos quedamos a trabajar. Llegamos al Bronx un 3 de mayo de 1970, ese condado era lo más peligroso que había en el mundo entero, nos asaltaban entre morenos y puertorriqueños a las 12 del día o 2 de la tarde y nosotros calladitos. Un día conseguimos tortillas congeladas para comer y hasta eso nos quitaron.  

“Rentamos un departamentito, en aquellos tiempos cobraban de 120 a 150 dólares la renta; compramos una televisioncita y nos salimos a trabajar, cuando regresamos ya se habían llevado todo, mejor ya no volvimos a comprar nada”, relató.  

 

La tuberculosis y su regreso a México 

Seis años después, Aureliano Loza regresó a México obligado por la tuberculosis que no le permitió continuar trabajando, tomó el tratamiento recetado por los médicos y regreso a Piaxtla a recuperarse. En 1977 y ya con su salud mejorada decidió que era hora de regresar a Yonkers. 

“Como tenía mi visa vigente, llegaba a la frontera, la presentaba y volvía a pasar, ya nomás decía voy aquí a la frontera a hacer compras y me regreso, pero no, de ahí me iba a San Diego, tomaba un avión y regresaba a Nueva York. Tenía una visa indefinida. Fui como 2 o 3 veces a México con esa visa, ya después saqué mi residencia y me establecí”, expicó. 

 

“Perdí mi money order de 400 dólares y ya no quise sacar la ciudadanía” 

Al igual que millones de migrantes mexicanos El Pollo tuvo la fortuna de ser uno de los beneficiados con la decisión del presidente Ronald Reagan del 6 de noviembre de 1986, para otorgar amnistía a todos aquellos ciudadanos extranjeros que, sin documentos, tenían años de trabajar y aportar a la economía norteamericana. 

“Presentamos nuestros papeles mi esposa, mi hermano y yo, en ese entonces todo mundo hizo su residencia. Los que no creyeron pues no hicieron nada y muchos ahora se arrepienten. Después pagué mi money order de 400 dólares para pagar la ciudadanía, pero lo perdí y ya no quise sacarla. Pero cuando dijeron que iban a subir el precio para obtener la ciudadanía a 800 dólares entonces decidí volver a pagar y mejor sí sacarla. Un amigo salvadoreño me ayudó a meter los documentos, tardó como un año para que me llamaran, me hicieron cuatro preguntitas muy fáciles y, gracias a Dios, me la dieron”. 

 

Una vida de trabajo en Yonkers 

La historia de El Pollo en Yonkers es de trabajo permanente, después de emplearse por más de 10 años en diversos restaurantes de lujo en Manhattan como el Chateau Henry IV o el 200 Club de la Quinta Avenida, decidió emprender en Yonkers y empezar desde abajo atendiendo las necesidades alimentarias básicas de los mexicanos que ahí radican. 

“Empecé a vender 8 o 10 cajitas de tortillas, a buscarle de casa en casa, de edificio por edificio y lo primero que empecé a traer fueron chiles en vinagre, tortillas, chile seco, el guajillo y chile de árbol que era lo que más se vendía. Llenaba mi camioneta y tiempo después ya vendía la cecina, carne enchilada, la longaniza, el chicharrón que ya lo producían los mexicanos en Brooklyn, además del pan mexicano”. 

¿En qué momento tuvo el interés de invertir en un restaurante de comida mexicana en Yonkers?  

Había una clienta que tenía un restaurante a la que le fiaba y me llegó a deber hasta 9 mil dólares, cuando le cobré decidimos que me iba a pagar con su negocio y llegamos a un buen acuerdo. Sólo había dos restaurantes en Yonkers, uno mexicano y otro salvadoreño y entre los dos había una constante pugna que afectaba a los clientes. Cuando abrí Loma Bonita Restaurant, gracias a Dios, se me llenaba diario, a la gente le gustó mucho y los clientes de todas las nacionalidades se sentían en confianza. 

“Párate, prende la televisión, nos están bombardeando” 

Una de las peores crisis que enfrentó Nueva York en la época contemporánea fue el atentado terrorista a las Torres Gemelas del World Trade Center en Manahattan, crisis que afectó no solo a las grandes firmas empresariales que tenían sus oficinas en esos edificios, sino a todo Estados Unidos. 

¿Cómo recuerda la mañana del 11 de septiembre de 2001? 

“Tenía el primer restaurante que compré y una carnicería a la que le puse El Pollo Loco. Mi esposa se levantaba temprano a atender la carnicería que estaba frente al restaurante. 

“En ese momento yo dormía, porque el restaurante lo cerraba todos los días a las 3 de la mañana. Muy temprano, el 11 de septiembre, me llama mi esposa por teléfono y me dice: ‘párate, prende la televisión, nos están bombardeando’. Cuando prendí la tele me tocó ver como se derrumbaba la segunda torre. 

“Un niño se quedó tonto al lado mío, mis lagrimas me corrían por las mejillas. Vi el World Trade Center en construcción cuando llegué a Nueva York en 1970, cómo puede ser posible que unas torres que eran imposibles de tirar, enfrente de mí se derrumbaban. 

“De ahí se vino una crisis malísima, tuve que vender el primer restaurante y me quedé con otro más pequeño, estuve a punto de cerrar porque no tenía pedidos, la ciudad de Nueva York se quedó paralizada, el negocio se vino abajo y la gente estaba muy preocupada. Padecimos el 9/11 pero salimos adelante”, recuerda. 

 

Nueva York, el epicentro de la pandemia 

Otro episodio crítico para la Gran Manzana y para la conocida como Zona Tri Estatal fue la pandemia de Covid-19, los primeros días de marzo de 2020 el condado de West Chester de Nueva York fue considerado como “el epicentro de la pandemia”, Yonkers se encuentra a unos 30 minutos de distancia. Conforme pasaron los días, miles se contagiaron, los servicios de salud empezaron a colapsarse y la comunidad migrante mexicana fue una de las que registró miles de pérdidas humanas. Aureliano Loza y su familia no se libraron de la enfermedad. 

“Cuando llegó la pandemia del Covid 19, ni mi familia ni yo pensamos que me levantaría. Me contagié y estuve más de un mes en cama. Mientras uno de mis hijos nacía, yo estaba cayendo, mis hijos lloraban al lado mío, llevaba dos semanas sin comer y perdí más de 15 kilos, pero con los cuidados de mi familia logré recuperarme. 

“Mi sobrino enfermó y no lo recibieron en el hospital, aunque ya estaba sin respirar, pero hoy damos gracias porque si lo hubieran recibido estuviera muerto, mi hermana le consiguió un oxígeno y con cuidados en familia lo revivieron. Se me murió el taxista que me hacía las entregas, se murió la esposa de mi hermano, se murieron muchos familiares y amigos cercanos. Esa pandemia nos dejó muy mal, con una crisis económica muy fuerte”, relata con tristeza.  

Al igual que miles de migrantes mexicanos, Aureliano Loza recibió la ayuda del gobierno norteamericano en cheques que iban desde los 600 hasta los 2 mil 400 dólares mes con mes. Varios integrantes de su familia recibieron estos apoyos económicos y sólo así superaron el cierre de sus negocios durante meses. 

 

“A Estados Unidos se viene a sufrir y a trabajar, si no quieres sufrir, mejor no salgas de tu pueblo” 

El Pollo asegura haber alcanzado el tan anhelado “sueño americano”, después de una vida de arduo trabajo agradece a Dios que su familia viva bien, que sus 10 hijos, todos ciudadanos americanos, vivan y se lleven bien.  

Pese a ello y como el sueño de todo migrante, Loza tiene la ilusión de regresar a su pueblo, a Piaxtla, a vivir en paz, con tranquilidad y con su gente. 

Después de 52 años de vivir en Estados Unidos y después de 40 de radicar en Yonkers , el mejor consejo que le da a los poblanos que buscan irse a trabajar a ese país es que “a Estados Unidos se viene a sufrir y a trabajar, sino quieres sufrir, mejor no salgas de tu pueblo”. 

Actualmente, El Pollo enfrenta una dura batalla contra el cáncer y cobijado por las oraciones y los buenos deseos de todos aquellos que lo conocen en Yonkers, asegura con gran ánimo que superará la enfermedad. 

“A mis 73 años camino bien, oigo bien, vivo bien y está enfermedad primero Dios tendrá que salir con bien, porque guerrero que muere sin pelear, no es guerrero”. 

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